lunes, 27 de julio de 2020

Zoologías. Miguel Ángel Real

 
 


Zoologías
Miguel Ángel Real
Ediciones En Huida, 2019
 
 
Miguel Ángel Real, escritor, traductor y poeta afincado en Quimper, Bretaña (Francia), donde trabaja desde 1991 como catedrático de español en el Lycée de Cornouaille, publica su primer poemario, Zoologías, en la Colección Extravaganza de Ediciones En Huida. Sin embargo, el vallisoletano no es un autor novel pues viene publicando poemas y reseñas en prestigiosas revistas, como Crátera, Letralia, El coloquio de los perros o Le Capital des Mots, además de dirigir la sección bilingüe “Le Piranha Transocéanique” en la revista mexicana La Piraña, donde realiza una impagable labor de traducción, dando a conocer a una pléyade de autores españoles en su lengua de adopción.

Con una sugerente ilustración de portada de Emma Real Molina, que parece representar a uno de los pulpos protagonistas del primer poema, que no desesperan “hasta que sienten el agua / hirviente de la cazuela”, se presenta esta sencilla edición que se abre con una cita en francés de André Breton y Philippe Soupault, que incide en el carácter animal del hombre industrializado.

El pequeño volumen está integrado por cuarenta y tres composiciones de ritmo libre, en su mayoría breves, y sin división interna en partes, Miguel Ángel Real no necesita seccionar su discurso pues que este se sucede de forma natural gracias a su unidad temática y un peculiar estilo desnudo, que palabra sobre palabra se expresa sin grandes artificios y que parece comulgar con la filosofía lírica del gran José Hierro, pues como el poeta madrileño opta por expresarse de forma sencilla pero imbuyendo sus versos de un contexto metafórico. Un recurso del que se hace eco el título, no podría rotular mejor su autor el libro, en efecto será la variada fauna humana la que lata con fuerza en su fondo. El camaleón, las orugas, las cochinillas, las cigüeñas, los erizos, los zopilotes o los gusanos serán la excusa perfecta para dilapidar ciertos aspectos inherentes a la condición humana, y lo hará con una ironía digna de encomio, veamos un magnífico ejemplo:

Dicen que el ruido de las termitas
que devoran con tesón y secreto
las vigas de una casa abandonada
es comparable con el que crean las pesadillas
al frotarse contra las almohadas.
Pero cualquier cosa
antes que este silencio.

Pero la propuesta de Miguel Ángel Real va más allá, así no faltan las composiciones que por su forma o espíritu nos recuerdan a otras harto célebres, como el haiku:

Se alejan los estorninos
de un árbol torvo
que no soporta sus filigranas.

O la greguería:

Lo que hacemos con las ostras
es allanamiento de morada.

Pero fiel a su discurso, Miguel Ángel Real se desvía de la senda trazada en su día por Matsuo Bashô o Ramón Gómez de la Serna para seguir la suya propia en una línea crítica que pone en solfa algunos de los mayores defectos de nuestra especie: la servidumbre, la hipocresía o la cobardía, todos ellos derivados por el temor irracional de una mente racional, acostumbrada a doblegar sus impulsos primarios, frente a la nobleza inmanente de los animales.

Pero será en aquellos poemas donde el autor reescribe algún pasaje significativo de su vida donde se dejará sentir su verdadero pulso, allí donde una anécdota personal es capaz de conectar con la mirada y el sentir del otro, y es que aquel que trascienda el blanco de la cubierta para inmersionar en sus páginas emergerá letraherido.

En conclusión, Miguel Ángel Real nos plantea una interesante diálogo entre el instinto animal y la razón humana, una suerte de parataxis que se alimenta de la pura observación y ante todo de una gran capacidad analítica, que le permite poner el acento en los aspectos cotidianos de nuestra sensibilidad y que él reproduce de manera elegante y sincera pues para Miguel Ángel Real la poesía es su forma de decir la verdad en toda su pureza.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



viernes, 24 de julio de 2020

La mirada deshabitada. Amparo Santana Marí

 
 


La mirada deshabitada
Amparo Santana Marí
Araña editorial, 2019
 
 
La poeta valenciana Amparo Santana Marí irrumpió con fuerza en el panorama lírico nacional en 2014 con la obtención del prestigioso premio “Gerargo Diego” de la Excm. Diputación de Soria por su primer poemario, Línea Helicoidal (2015). Antes y después ha participado en numerosas antologías, como Polimnia (2003-2013), 10 años de poesía en la Universidad Politécnica de Valencia, Un viejo estanque (2014), Miradas para compartir la luz (2016), Ártemis II (2017) y Antología de Poesía de Escritoras del Mediterráneo (2018).

También ha participado en algunos talleres de poesía, con maestros de la talla de Elena Escribano, Andrés Navarro, Laura Giordani y Antonio Méndez Rubio, es precisamente este último el que pone palabras a la contraportada de su nuevo poemario, La mirada deshabitada, publicada por Araña editorial, que dirige Julia De la Rúa, en su Colección la bella araña. Antonio Méndez Rubio nos da la clave: “Los poemas llevan el daño a las palabras, entran en el mundo como cuchillos”, un dictamen que se refrenda en el poema “Ser en la oscuridad”, significativo rótulo que inaugura la primera de las dos partes en las que se divide el conjunto, así dice Amparo Santana: “La maldición del poeta: / tentar en la oscuridad / la búsqueda de una voz.” En efecto, rasgar la negra oscuridad para arrancar a las palabras del silencio y dañarlas para que hablen con su propia voz sobre la página en blanco, solo así podrán decir con exactitud su nombre verdadero. No es extraño que Juan Ramón Jiménez sea el autor citado para abrir esta parte, titulada “Una poética” e integrada por otros dos poemas que subrayan la misma aspiración: “¿Cómo nombrar el daño?”.

Si la primera parte incide en la veta metapoética, la segunda, que lleva por título “Insomnios” y que está integrada por las treinta y nueve composiciones restantes, reproducen las preocupaciones de índole metafísica de su autora. Una cita de José Luis Falcó da paso al poema que da título a todo el conjunto y que en su primera estrofa recoge la tesis del libro: “¿Habéis sentido / la extrañeza del ser? / ¿De ver el mundo lejos, / mirándote?”, dos preguntas retóricas donde expresa el temor a la extrañeza que produce esa mirada enajenada.

Con un discurso mayoritariamente imparisílabo, Amparo Santana va ensartando las cuentas de la vida, desde la tristeza y la nostalgia hasta el sueño y la esperanza, con una voluntad de crítica social que se hace palpable en multitud de versos, veamos algunos ejemplos. En “Brokers” dice: “Los políticos se parapetan / en sus ministerios”; y en “Otra vez el mar” señala: “El mar es una tumba / de náufragos...”. La poeta busca “lugares que rediman”, formas para “salir de un mundo encorsetado”, en definitiva “un lugar donde perderse” para eludir el mal que amenaza con tocarnos y cambiarnos para siempre. De ahí que la poesía sea esa manera de no saberse solo, de combatir la amnesia para existir, aunque la duda marque el camino y nos confunda.

En su devenir la poeta señala dicho camino con algunos hitos culturalistas, de la música al cine, desde la célebre canción “I´m the Walrus” de The Beatles a la obra maestra futurista de Ridley Scott, Blade Runner, pasando por la recreación de la noche de los monstruos en Villa Diodati, en Suiza, a orillas del lago Lemán, en “1816”, que alumbró a Franskenstein y El vampiro de la mano de Mary Shelley y John William Polidori, respectivamente. Así también Amparo Santana parece convocar a sus monstruos interiores para redimirse y atrapar la luz que se escapa “cuando todo prometía”.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



lunes, 20 de julio de 2020

Vicios ocultos. Alfonso Brezmes

 
 


Vicios ocultos
Alfonso Brezmes
Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2020
 
 
Alfonso Brezmes publica su quinto poemario, Vicios ocultos, en la Colección Poesía Mayor de la Editorial Leviatán con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con esta afán “exhibicionista” se presenta el poeta madrileño ante el lector argentino, en adelante “voyeur”.

Alfonso Brezmes es un poeta con obra y consecuencia, sus anteriores títulos, La noche tatuada (2013), Don de lenguas (2015) y Ultramor (2017), publicados en la prestigiosa editorial Renacimiento, y sus antologías, vertidas al italiano y al inglés, avalan a un autor con un estilo bien hecho, madurado a fuego lento en el ejercicio y la lectura de sus poetas preferidos: “Borges y Pizarnik, Eliot y Juarroz / y algunos versos de Cernuda”, públicas virtudes que en el poemario que nos ocupa adoptan un tono irónico, a priori menos grave, pero que en realidad suponen una nueva cota lírica, veamos por qué.

Alfonso Brezmes demuestra poseer un sentido del humor fuera de lo común, un humor inteligente que dirigiéndose a sí mismo no duda en girar el “espejito mágico” para contemplar de modo crítico su alrededor, un humor que se pone de relieve desde las primeras palabras del libro, en la autodedicatoria en la que se agradece “escapar de él de vez en cuando”. A continuación, el autor coloca dos citas harto significativas: el artículo 1474 del Código civil español, cuyo contenido le sugiere el título, y dos versos de la poeta italiana Alda Merini, que apelan a la prudencia y la virtud de permanecer en silencio en determinadas situaciones.

Alfonso Brezmes estructura el volumen en cinco partes cuyos epígrafes sintetizan la tesis que expresan los poemas que las componen, a saber: “Examen de conciencia”, “Dolor de los pecados”, “Propósito de enmienda”, “Confesión de los pecados” y “Cumplir la penitencia”, todas ellas integradas por el mismo número de poemas, diez, una medida simetría que contrasta con la libertad de los versos, que, no obstante, se ensartan con la precisión de la palabra exacta. No es baladí que se impongan los poemas cortos pues el autor prescinde de lo alimenticio para quedarse con lo justo y necesario, de ahí que opte por un lenguaje sencillo, cincelado a golpe de tachón, paradójicamente no hay proceso más complejo.

Alfonso Brezmes abre el libro con el poema “Si así os parece”, que actúa a modo de prefacio y que ejerce de auténtica poética, así dice: “vine para robar las manecillas / a los relojes de pared y dejar / la marca indeleble de un zarpazo / en la frágil memoria de la gente”. He aquí su voluntad de dejar huella en un mundo donde la música en muchas ocasiones se escucha demasiado baja, apenas como un sonido de fondo, soterrada por el ruido circundante. Sobre la dificultad de hacerse oír y el papel y la necesidad de la poesía versarán muchas de las composiciones, como en “Le regret du poéte”:

Yo, que nunca fui
aquel en cuyos brazos fallecías,
siempre seré
aquel en cuyos versos sobrevives.

Alfonso Brezmes es un músico y lo demuestra en cada una de sus composiciones, ninguna tiene desperdicio, empezando por los títulos, tan ingeniosos como elocuentes, veamos unos cuantos: “Paraíso en obras”, “Cosmoagonía”, “Épica de bolsillo”…, otros son un claro homenaje al autor al que aluden: “Belleza cruel”, a Ángela Figuera Aymerich; “Rayuela”, a Julio Cortázar; “Rilkeana”, a Rainer Maria Rilke. En todos el poeta se interroga sobre el germen y propósito de su medio de expresión en una suerte de metapoesía cuyo punto de referencia siempre es el yo lírico, que aspira así al autoconocimiento, un proceso donde sigue la senda marcada por Saint John Perse o Miguel d’Ors.

El cine es otro de los referentes del poeta, así varios títulos aluden a filmes concretos, como “Lost in Translation”, de Sofia Coppola, “Fallen Angels”, de Wong Kar-Wai, o “Perdición, de Billy Wilder, en otros, en cambio, una película es el detonante del poema, así sucede en “Solo las brujas malas son feas”, donde toma como punto de partida el clásico de Victor Fleming para identificarse con el hombre de hojalata.

Para concluir, existen dos poemas donde Alfonso Brezmes encuentra la quintaesencia de su voz: “Reproche a Alfonso Brezmes”, y el que clausura el volumen, “El poeta siente celos de sus versos”. En el primero ejerce la autocrítica en los siguientes términos: “elegiste ser yo, / este mal remedo / de otro poeta cascarrabias, / que encima escribe / mucho mejor que tú”, donde el humor, de una agudeza que tiende al negro, es el verdadero sentido que vehicula el discurso del libro. En el último critica con ingenio ese pecado social que irremediablemente, y por fortuna, le conduce a ser “yo mismo” una y otra vez:

Y no ha de escribir nada más,
para que aquellos no logren
hacerse fuertes allí
en donde aquel solo sueña.

 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



lunes, 13 de julio de 2020

Algún día. Obra poética en aragonés (1989-2000). Josep Carles Laínez

 
 


Algún día. Obra poética en aragonés (1989-2000)
Josep Carles Laínez
Lastura, 2019
 
 
Lastura publica en el Nº 139 de su colección “Alcalima”, que dirige con mano maestra la poeta Isabel Miguel, Algún día. Obra poética en aragonés (1989-2000) de Josep Carles Laínez, un volumen que, como reza en el subtítulo, recoge una parte esencial de la poesía del aedo valenciano escrita en aragonés, lengua romance propia de la región de Aragón. Una rareza, como él mismo reconoce en la Nota final, pues se trata de un rico patrimonio lingüístico geográficamente arrinconado en unos valles pirenaicos que, sin embargo, se encontró con él a una temprana edad dado el conocimiento que tenía de algunas palabras significativas que en realidad pertenecían a la fabla o aragonés común. Nos encontramos, pues, con una antología bilingüe seleccionada y traducida por el propio autor en una bella edición, al cuidado de Lidia López Miguel.

El volumen, que no alberga ninguna cita que coadyuve al lector, se abre con una extensa introducción a modo de prólogo de la escritora Rosa María Rodríguez Magda, que con el elocuente título “La poesía en aragonés de Josep Carles Laínez” hace un recorrido por la trayectoria del poeta, primero centrándose en su tiempo, perteneciente por edad y vocación a la que Douglas Coupland denominó Generación X pero en la que muy pronto destaca por su frenética creatividad en muy diversos ámbitos. La filósofa valenciana abarca desde sus primeras composiciones hasta un estudio en profundidad de su poemario más elaborado, Bel diya, que da título al conjunto. Rosa María Rodríguez Magda explora las innovaciones del escritor del Alto Palancia en la lírica en aragonés común, como el carácter urbano que impregna buena parte de sus versos, en contraste con el ruralismo típico de la Renaxedura, y sobre todo su lenguaje actual, “pleno de referencias internacionales”.

Como podremos observar, el autor centró su producción en los años noventa, en los que se dedicó a rescatar y remozar todo un género en una lengua minoritaria pero de una gran riqueza léxica, una encomiable labor de la que da buena cuenta este libro. Para esta antología Josep Carles Laínez ha escogido cinco poemas de En o gudrón espígol xuto / En el asfalto espliego seco (1991), tres de Fosal de brempas / Cementerio de sombras (1991), siete de Peruigilium veneris (1992), veintiuno de Bel diya / Algún día (1998), y seis de Del tiempo enrunau / Del tiempo sepultado (2000), su último poemario en aragonés hasta la fecha. Dada la importancia que tuvo en su momento la publicación de Bel diya, nos centraremos en analizar esta obra, con la que el autor obtuvo un accésit en la VIII edición del Premio “Ana Abarca de Bolea”.

Con este poemario Laínez engrosa su estilema y alcanza su madurez creativa. Comienza con “Molestias”, una composición de carácter crítico e irónico, que será en adelante el tono dominante, donde adelgaza el verso hasta la mínima unidad de sentido. Del verso de arte menor pasa a los decasílabos y tridecasílabos de “Entreacto”, donde pone el acento en el ritmo frenético de la vida moderna y sus fatales consecuencias. Precisamente será el adiós que inevitablemente prosigue a todo encuentro, el que impregne la mayor parte de los poemas, así sucede en una de sus composiciones más emblemáticas, “Una fotografía”:

Estos rostros que miras ahora con delirio
mañana solo serán fragmento estéril,
la vida que fenece en cualquier zarzal,
el adiós más solitario desde todas las ventanas.

Otro tema recurrente será la soledad, que encontrará su mejor expresión en los versos libres de “París”, “Tiempos de sida” y “Última sesión”, y que de alguna manera empapará la práctica totalidad de los versos. Pero tal vez sea en el poema homónimo, verdadero paradigma y que no por azar se sitúa en el corazón mismo del libro, donde Josep Carles Laínez sintetice los rasgos más distintivos de su peculiar estilo. Lo que no fue, lo que no será y lo que ha pasado son los estadios del amor, “una palabra que nace en la anochecida”, en su ideario, un amor que devendrá en dolor y que será el motivo principal del último tercio del poemario, donde las composiciones se dilatan tanto en el número de sílabas como en el de versos, como si pretendieran atrapar con las palabras ese tiempo que “ya no es el mismo”.

En definitiva, Josep Carles Laínez hace en Algún día un recuento de un período crucial de su producción literaria y que le llevará a la reivindicación de una modalidad lingüística próxima a la desaparición y cuyo conocimiento debe en gran parte a su familia. Un decenio no es poco y este volumen recoge lo más granado de un autor comprometido cuya aportación es merecedora de elogio. Que “el beso que ofrecimos a la nada en los lindes del adiós” no caiga en saco roto.

 
Gregorio Muelas Bermúdez



jueves, 2 de julio de 2020

Mis versos, tu nombre. Matteo Barbato

 
 


Mis versos, tu nombre
Matteo Barbato
Editorial Juglar, 2016
 
 
Mis versos, tu nombre, significativo título que alude a la raíz amorosa del acto poético, es el segundo trabajo de Matteo Barbato, poeta napolitano afincado en Madrid desde hace veinte años. El autor es un destacado miembro de la Unión Nacional de Escritores de España (UNEE), además de un activo colaborador de la revista Proverso.

Publicado tres años después de su debut lírico con Recuerdos, amores y sueños (Art Gerust, 2013), y editado en el n.º 5 de la colección de poesía “Ayla” de Editorial Juglar, que dirige Javier González, el libro contiene varios alicientes, en primer lugar su carácter políglota pues el texto se presenta en cinco idiomas, el original en castellano e italiano, y las traducciones al inglés, francés y alemán, realizadas por Silvia Cuevas-Morales, George-Henry González y Luis Íñigo Paarmann, respectivamente. En segundo lugar, y no menos importante, la obra viene ilustrada en portada e interiores, a modo de portadillas de cada traslación, por Hasbia M. Aomar, pintora y escritora de Melilla afincada en Valencia, que aporta su peculiar estilo pictórico para pincelar aquello que los versos de Matteo Barbato sugieren.

El poemario, que el autor dedica a su hijo, se estructura en ocho secciones, precedidas de un breve prólogo firmado por la radiofonista Blanca Rosa Fernández Moreno, donde cada sección se divide a su vez en tres segmentos de longitud variable de acuerdo con su sentido íntimo. Desde el primer verso Matteo Barbato expone su lógica del amor, donde los amantes se desnudan para combatir el invierno.

Por lo que toca a la forma, el poeta italiano elige el verso libre, con algunos pasajes en prosa, para dar rienda suelta a sus sentimientos, así el autor se identifica con el yo lírico para transmitirnos su anhelo: el amor verdadero, el que libera, aquel capaz de superar la soledad y el silencio, así lo describe en “Reencontrarse”:

Te recuerdo y me duele,
te dejo ir y me llenas de ti,
te dejo volver
y me albergas en tu poesía.

La poesía de Matteo Barbato se debate entre el silencio y el recuerdo, una distancia donde solo la poesía es capaz de conjurar el olvido que “se hace piedra”. Destacan los poemas en prosa donde el autor relata con vivacidad sus pensamientos durante un viaje en metro o un paseo por la Plaza Mayor. Otro aspecto interesante son las citas, donde el poeta manifiesta sus filias, así Leonard Cohen, Vicente Aleixandre, Mario Benedetti y Jaime Sabines completan el sentido de algunas composiciones.

En conclusión, Matteo Barbato nos ofrece un poemario donde es posible apreciar una voluntad de estilo que persigue llenar el vacío con la poesía hecha carne.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez