lunes, 28 de octubre de 2019

Elegía a tus atajos entre nuestros rodeos. Ambrosio Gallego

 
 


Elegía a tus atajos entre nuestros rodeos
Ambrosio Gallego
In-Verso, 2019
 
 
Ambrosio Gallego (Peñalsordo, Badajoz, 1963) es un poeta con obra y consecuencia, desde su primer poemario, en edición no venal, Casa con humo (1986), hasta su más reciente, el que nos ocupa, Elegía de tus atajos entre nuestros rodeos, que ve la luz en In-Verso ediciones de poesía, su trayectoria se ha visto recompensada con premios tan prestigiosos como el VII Premio de Poesía César Simón, promovido por la Universidad de Valencia, en 2010 por Con breves ojos (Denes). Gallego es, además, un delicado haijin, como deja constar en La mirada sin nosotros (Tigres de Papel, 2015).

Poemario finalista, con diferentes títulos, en los premios “Ciudad de Badajoz”, en 2012, y “Premio Leonor” de la Diputación de Soria, en 2017, Elegía de tus atajos entre nuestros rodeos, dedicado a la memoria de su hermana Nieves, se abre con tres citas especialmente significativas, de Alejandra Pizarnik, Antonio Gamoneda y Miguel Hernández, que apelan al dolor por la pérdida, a lo irracional de ese hachazo que es la muerte, que nos deja a la intemperie de esa nada inacabable que es la ausencia. Ya no habrá más citas ni homenajes, a partir de aquí el poeta cabalgará pesaroso por sus páginas con la sola compañía del recuerdo estremecido, “esa amiga memoria metomentodo”.

Estructurado en tres partes, con los expresivos epígrafes: “Últimos días”, “Nada es simplemente ayer” y “Nieve de paso”, Elegía de tus atajos entre nuestros rodeos es un poemario exclamativo e íntimo, profundamente humano, donde la poética de Ambrosio Gallego se expande libre por los cuarenta y seis poemas que componen este libro pues no hay corsé capaz de retener los versos tachonados, donde cada palabra se hunde en el blanco de la página para marcar los minutos y las horas de un tiempo en desbandada que necesita ser contado, “no como los relojes”.

Con la esperanza de que la muerte sea solo un atajo a la eternidad, Ambrosio Gallego fija su experiencia de los “Últimos días” mientras flota en el ambiente la tristeza, “un miedo último a cerrar los ojos”, un tiempo donde lo poco llega a parecer tanto, y donde sin perder el sentido del humor su hermana da una lección de entereza, de entrega: “romped la cáscara de las poses, / avivad el fuego para una noche larga”. Sobrevuela los versos la idea de resurrección, de eterno retorno: “¿Y si tal vez sea vida que sólo vuelve a la vida?”, pero también la necesidad del descanso y la vecindad del silencio.

En “Nada es simplemente ayer”, Ambrosio Gallego evoca episodios de su infancia, con el paisaje extremeño de fondo: Las posadas, Piedrasanta, donde jugaban el poeta y su hermana, “los niños del verano”. Las dulzuras y las tortas de la abuela, la historia del amigo ahogado, las carreras tras el caballo, las risas en el granero, aquel carnaval, recuerdos tamizados por el encanto de un espacio natural truncado por el “Largo viaje a Barcelona”.

En el tercer segmento, “Nieve de paso”, el poeta resume el estado transitorio del dolor punzante, ciego, así dice en el poema homónimo: “Esta nieve que te nombra tan bien, / ha aprendido también como tú a vendar / la herida humilde de los inciertos pasos.”. De nuevo se destaca la entereza de la hermana frente a lo inminente pues al final “Vida y muerte ya son lo mismo”. El poeta toma la pluma para conjurar a la muerte o al menos para que sea mínima, más justa, una muerte que se aprende a esperar para que la ceniza no olvide su postrer temblor.

En conclusión, Ambrosio Gallego nos entrega un poemario del color de la nostalgia (Pantone 7440 C), verdadero, sencillo, que lejos de sentimentalismos consigue tocarnos muy hondo, pues el poeta sabe dos cosas fundamentales: que la vocación de la poesía es compartir y que solo amamos lo que podemos perder.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



domingo, 20 de octubre de 2019

Fragmento de una carta de Alexander Solzhenitsyn a Heinrich Böll

 
 



FRAGMENTO DE UNA CARTA DE ALEXANDER SOLZHENITSYN A HEINRICH BÖLL

(CASA DE ROSTROPOVICH, MOSCÚ, 1970)



Amo a la Madre Rusia

y odio a sus gerifaltes

con sus grandes terrores y miserias.



De mí se han dicho muchas cosas:

que soy un héroe, en Occidente,

y un traidor, en mi patria.



El inmenso gulag que es mi país

me asfixia y me atormenta,

no obstante, he decidido no viajar

a Estocolmo pues temo no volver.



Sí, soy un escritor furtivo

que escribe en una lengua de demonios,

al que tan solo leen en inglés

un centenar de críticos y periodistas.



Un disidente, un paria,

al que ocho años en el infierno helado

no hicieron acallar sus ansias

de decir la verdad.




De Estado de Acedia (Editora Gato Bravo, Lisboa, 2019)
 
 
 




lunes, 14 de octubre de 2019

Olga Tokarczuk, una escritora Nobel

 
 



Un año más recibo la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura con sorpresa, la que me provoca el hecho de no conocer al autor/a premiado a pesar de mi supuesto conocimiento del panorama literario internacional, lo que demuestra dos cosas: mi verdadero desconocimiento, y lo inabarcable, plural y disperso del fenómeno literario en la actualidad. Confieso que soy seguidor de listas y de nominaciones y deseaba que se hiciera justicia poética premiando al sirio Adonis, eterno candidato. Pero en esta ocasión me había relajado confiando en la premiación de alguno de los novelistas más influyentes de nuestro tiempo, como el japonés Haruki Murakami o la canadiense Margaret Atwood, o de algunas de las lenguas romances aún no distinguidas por la Academia sueca, a saber: el rumano (¿Mircea Cartarescu? ¿Ana Blandiana?) o el catalán (¿Pere Gimferrer? ¿Joan Margarit?). Pero el Nobel del año del escándalo ha recaído en una mujer polaca de nombre complicado: Olga Tokarczuk. Sé que me acostumbraré a pronunciarlo y que incluso la leeré con indisimulado interés. Solo existen dos libros suyos traducidos al español: “Un lugar llamado Antaño” (editorial Lumen, traducción de Esther Rabasco y Bogumila Wyrzykowska) [este mismo libro está traducido al catalán por Anna Rubió y Jerzy Slawomirski; editorial Proa] y “Sobre los huesos de los muertos” editorial Océano (México), traducción de Abel Murcia; el mismo libro y la misma traducción aparecería después publicado en España por la editorial Siruela*; y Anagrama ha anunciado la inminente salida de un cuarto, Los errantes, traducido por Agata Orzeszek*. En catalán también se ha anunciado la publicación de la traducción de su novela Cos (Cuerpo), a cargo de Xavier Farré.

Según las fuentes, la escritora comenzó su andadura literaria en 1989 con el poemario La ciudad en los espejos, luego le siguieron varias novelas muy originales, algunas galardonadas con importantes premios, como el “Nike” por Los libros de Jacob (2015) y el “Man Booker Internacional” en 2018 por Los errantes, una trayectoria que ha sabido compaginar con un activismo político tan prolífico como su escritura. Esperemos que el interés por la obra de esta singular escritora no decaiga, algo que ha sucedido con otras galardonadas en los últimos años, como la austríaca Elfriede Jelinek (2004) o la rumana en lengua alemana Herta Müller (2009).

* Muy agradecido a Abel Murcia por la aclaración.

 
Gregorio Muelas Bermúdez


viernes, 11 de octubre de 2019

Río Mekong. Verónica Aranda

 
 


Río Mekong
Verónica Aranda
Cartonera Island, La Laguna, 2018
 
 
Verónica Aranda publica su nuevo cuaderno de haikus, Río Mekong, en la Colección 31 de Cartonera Island, una exquisita edición limitada a treinta y un ejemplares donde todas las cubiertas han sido cortadas, pintadas y encuadernadas a mano. Los treinta y un haikus que integran este breve volumen vienen precedidos por un bellísimo sumi-e de Manes Sánchez que ilustra un tramo del caudaloso río que fluye a través de seis países, China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam, hasta desembocar en el mar de la China Meridional.

La poeta madrileña es una amante de la estrofa japonesa y como ya hizo en anteriores entregas, Senda de sauces. 99 haikus (Amargord, 2011) y Lluvias continuas. Ciento un haikus (Polibea, 2014), nos vuelve a deleitar con su delicada escritura, con su sensibilidad, siguiendo el curso del “río de los nueve dragones” desde el comienzo del año:

Sol abrasante.
El músico ciego
susurra ¡feliz año!

Verónica Aranda emprende un viaje iniciático por el caudaloso río donde es testigo del clima cambiante (calor, lluvia, monzón) que caracteriza a esta región del Sureste asiático, y de las sencillas costumbres de sus humildes gentes, pescadores de ostras, antiguos combatientes, vendedoras ancianas, monjes budistas, saltimbanquis. La poeta consigue plasmar los aromas, los colores y el ritmo de vida pausado que dicta el fluido continuo de uno de los ríos más largos del mundo.

Bajo los farolillos
de colores
asan serpientes

En cuanto a la forma, Verónica Aranda se desprende del rígido corsé del “canon occidental” (5-7-5) y opta por una forma oriental, con moras de cuatro a diez sílabas que le permiten captar la salvaje naturaleza de un río rebosante de vida, donde peces (carpas, truchas), flores (lirios, lotos, nenúfares) y barqueros coexisten en armonía.

Los haikus de Verónica Aranda están impregnados del dulce olor de piñas, lichis y mandarinas, de serena espiritualidad, de fuertes contrastes, de aware:

Mediodía.
En pleno arrozal,
unas tumbas.

En conclusión, Verónica Aranda nos ofrece un dibujo realista, vivaz, treinta y un destellos de un mundo flotante.

 
Gregorio Muelas Bermúdez
 
 
 
Reseña publicada en el nº 43 de la Gaceta Internacional de Haiku Hojas en la acera 
 
 
 
 



jueves, 3 de octubre de 2019

El ciclo. Miguel Romaguera

 
 


El ciclo
Miguel Romaguera
2019
 
 
El ciclo, así titula Miguel Romaguera su penúltimo libro, una edición del autor que reúne nueve textos breves, nueve prosas poéticas donde el poeta valenciano reflexiona sobre diversos temas: la poesía, el amor, la naturaleza, para plasmar una filosofía propia basada en sus experiencias, unas veces a modo de fábula, otras desde la razón práctica, pero siempre con un lirismo intimista que parece evocar los Claros del bosque de María Zambrano.

Esto no es… probablemente una especie de relato”, así comienza este ciclo vital donde “crece la hiedra y se coge al muro”, así va hilvanando sus pensamientos ante la necesidad de una flama que los incendie para lanzarlos cual piedra filosofal sobre “un mundo plagado de gigantescos ideales”.

Sin duda, Miguel Romaguera es un gran lector y abre y clausura cada prosa con una cita significativa de autores que han marcado su senda, como Pablo Neruda, Kenzaburo Oé, Rabindranath Tagore o Tomas Tranströmer, citas que enmarcan un discurso coherente con su sentir trascendente.

En definitiva, el poeta de Xirivella, que obtuvo el Premio Ciudad de Valencia en 1984 por El jardín de Ida, nos viene a decir que aún tiene cosas que escribir, como en su último cuaderno publicado, El amor es su nombre, compuesto por quince sonetos de aliento clásico.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez