martes, 26 de diciembre de 2017

Contra las cosas redondas. Jesús Jiménez Domínguez

 
 


Contra las cosas redondas
 Jesús Jiménez Domínguez
 La Bella Varsovia, 2016
  
La Bella Varsovia publica el nuevo poemario de Jesús Jiménez Domínguez (Zaragoza, 1970), Contra las cosas redondas, un título curioso y significativo para su tercer libro de poesía, tras los premiados Fundido en negro (DVD, 2007), con el que obtuvo el Premio “Hermanos Argensola”, y Frecuencias (Visor, 2012), que mereció el “Ciudad de Burgos”. Trabajos que lo situaron en la órbita de la mejor poesía española de los últimos años y que ahora se afianza merced a la encomiable labor de Elena Medel, quien acierta a editarlo con una sugerente fotografía de cubierta de José Laíño, que actúa como tesis visual del libro.
Lo primero que destaca es su compleja estructura, el libro se divide en cinco grandes apartados introducidos por una preposición (ante, bajo, cabe, con y contra) e integrados por siete poemas cada uno, treinta y cinco composiciones de largo aliento, desbordante imaginación e impecable hechura.
El poemario se presenta con unas “Credenciales” donde el autor se hace par con el instante de «los días, llegando de uno en uno» porque «al pasado —para qué— no le pido cuentas» y «del porvenir sé lo justo». En “Café solo” afirma que «Dios hizo el mundo» pero que los poetas «lo mantienen en continuo funcionamiento». En “Rimbaud regresa a casa” exclama: «Mañana, que palabra tan grande para una página tan pequeña». Como se puede apreciar, el discurso de Jesús Jiménez Domínguez no carece de sentido del humor y despliega con fina ironía infinidad de posibilidades, de caminos transversales por donde fluyen libres los versos con vocación de crítica.
La poética de Jesús Jiménez Domínguez se nutre de las cosas que configuran nuestro mundo y su devenir, que le llevan a densificar su discurso en aras de abarcar una realidad vastísima que la «Poesía, la alumna aventajada de la luz» le permite asir en armonía. El autor reflexiona sobre múltiples temas, como la Historia Universal, que en “El escriba sentado (Musée du Louvre)” define como «una larga espera, una gran vacilación / y una pequeña, vaga esperanza», y el Tiempo, como en “Larga duración”, donde se hace eco de civilizaciones que «se alzan y se abisman», y en “Perder la cabeza”, donde a propósito de Hölderlin confiesa: «la Historia, viuda del Tiempo».
Existe, además, en su poesía una veta culturalista que el autor sabe conjugar con maestría, algo que se hace notar en poemas como “MCMLXX”, por donde desfilan Hendrix, Mishima y George Harrison; en el mencionado “Larga duración”, donde se superponen «las ínfimas caídas del Imperio Romano, del Titanic, / de la manzana colérica de Newton, del Tercer Reich, / de Wall Street en el 29»; en “La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (Rembrandt. Galería Mauritshuis, La Haya)”; o en esa “Biblioteca de barrio” donde se hacinan las tragedias de Shakespeare con «los libros oscuros y pesarosos, apilados como nichos» de Emily Dickinson, Vladimír Holan u Ossip Mandelstam.
Anteriormente hacía mención del ingenioso sentido del humor que el autor atesora, y cito ahora un ejemplo paradigmático, contenido en el poema “Helada”, donde manifiesta: «Un asistente al Encuentro Anual de Nihilistas / se pierde en medio de la nada y Nadie, su alcalde / y único habitante, parte sin demora a buscarlo». El resto no tiene desperdicio.
En ocasiones la poesía, y la inventiva, de Jesús Jiménez Domínguez desbordan diques, formas, y se hacen prosa lírica que incide en una realidad, a menudo, adversa, que se evade sin demora hacia los límites imperceptibles de un tiempo inasible, en desbandada. Así sucede en “Enseñando a hablar al eco”, donde el insomnio de la razón crea sombras a imagen y semejanza de nuestros miedos más íntimos.
Jesús Jiménez Domínguez también demuestra ser un poeta cosmopolita, que viaja y canta, no sin cierto estupor y con ribetes de sátira, a la capital de Italia, «llena de cruces», en “Días de adviento” y “Roma, ciudad tachada”; y a Portugal, de «sábanas tendidas en las fachadas», en “De profundis (Oporto en sepia)”, y en “Hotel Lawrence”, donde evoca la Sintra de Byron, «el mayor poeta de Inglaterra».
Pero es en el poema que da título al libro donde condensa su mensaje, así al comienzo dice el poeta: «Amamos las cosas redondas pensando / que han de ser eternas y amables y perfectas», para oponerse al final con «las cosas informes», imperfectas, imprecisas, irregulares, porque la belleza se marchita en la tersura de la intemperie y requiere de taras, abolladuras, dobleces para permanecer intacta. No podría titular mejor Jesús Jiménez Domínguez su nuevo poemario pues deviene en alegoría de un mundo desordenado, en quiebra, que parece pasearse por los espejos cóncavos y convexos de Valle-Inclán.


Gregorio Muelas Bermúdez

Reseña publicada en el nº 0 / 1 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea.
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario