jueves, 18 de agosto de 2016

La mano pensativa. Blas Muñoz Pizarro

 
 


La mano pensativa
Blas Muñoz Pizarro
Ediciones Fecit, Pamplona, 2012
 
 
Blas Muñoz Pizarro es un poeta polivalente que no sólo domina con maestría los metros clásicos de la lengua castellana, como la décima y el soneto, sino que se aproxima a formas tan exóticas como el haiku, el senryu y la tanka, así sucede en La mano pensativa, donde practica las estrofas japonesas con verdadero ingenio, de hecho con este poemario obtuvo el Premio del XXVIII Certamen Poético “Ángel Martínez Baigorri” 2011, convocado por el Exmo. Ayuntamiento de Lodosa (Navarra), un reconocimiento que se suma a los muchos conseguidos por el poeta valenciano, que evidencian la indubitable calidad de un autor llamado a perdurar en el tiempo.

Ediciones Fecit se encarga de la publicación, con una ilustración de cubierta de Susana Benet, que acompaña el sugerente título con un almendro, y que firma además, como especialista en la materia, un excelente prólogo donde se hace eco de la popularidad de un género que encuentra en Blas Muñoz Pizarro a un digno cultivador, que lo aborda con respeto y acierto.

Tras una dedicatoria a sus compañeros de “El limonero de Homero”, Blas Muñoz inicia el poemario con un soneto de impecable factura, que además de titular e introducir el conjunto, vehicula su contenido dado que canta a los cuatro elementos, y a ellos se consagran los restantes apartados del libro, que divide en tres bloques: el mencionado “Inicio”, compuesto por el soneto homónimo; “Tal vez otra luz”, que subdivide en tres apartados dedicados a cada una de las formas clásicas japonesas y que constituyen el grueso del poemario; y un “Final (Para el fuego)”, constituido por un único poema donde el pincel tinta los versos que acabarán siendo pasto de las llamas, en una actitud consecuente con el espíritu nipón de integridad y despojamiento.

El primer bloque, que lleva el significativo título de “Haikus de la piedra en el agua”, está constituido por veinticinco composiciones de factura clásica, de acuerdo con el canon occidental de tres versos de 5-7-5 sílabas. Como haijin que se precie, Blas Muñoz se hace eco de los acontecimientos de una naturaleza cambiante, siempre viva, que nos sorprende a cada paso con la humildad del milagro cotidiano, sencillo, ese que pasa casi inadvertido y se ofrece de continuo al privilegiado espectador que lo sepa descifrar entre el fulgor y el ruido, Blas Muñoz observa en silencio y nos regala ese milagro en tinta negra, he aquí un par de bellísimos ejemplos:

Vuelve a llover.
Se desbordan los cálices
de los narcisos.

Brisa nocturna.
El mar huele a naranjo
y a jazminero.

En el segundo bloque, titulado “Senryus del sueño de la tierra”, Blas Muñoz nos vuelve a ofrecer veinticinco composiciones, que siguen la misma estructura que el haiku pero con diferente punto de vista, aquí es el hombre (y sus circunstancias) el protagonista de los versos, incluso las cosas adoptan gestos humanos, o éstos se asocian con algún elemento de la naturaleza que lo reemplaza o complementa para reproducir un determinado estado de ánimo o sentimiento, como la soledad o la nostalgia. Veamos algunos ejemplos:

Siempre recuerdo
canciones olvidadas
cuando te alejas.

En mi recuerdo
mi padre aún las teje:
sillas de anea.

En el tercer bloque, Tankas de la sombra del fuego”, Blas Muñoz vuelve a reunir veinticinco composiciones de un género poco practicado, y no siempre con el rigor necesario, en nuestro país, sin embargo el autor valenciano sale airoso de tan difícil empresa gracias a que adopta el talante que requiere este tipo de composición milenaria que tanto arraigo tiene en la cultura japonesa. De nuevo se ciñe al canon clásico de cinco versos de acuerdo con el esquema métrico de 5-7-5-7-7 sílabas, donde un pensamiento se origina a partir de un hecho externo que lo evoca o lo provoca, he aquí una magnífica muestra:

Una flor seca
ha caído de un libro
que te dejaste.
Señalaba un poema
que aún habla de regresos.

En definitiva, Blas Muñoz Pizarro hace gala de su oficio en un volumen atípico en su trayectoria literaria pero que como el mismo autor ha afirmado en ocasiones, supuso un verdadero respiro en su enjundioso quehacer poético, realmente exigente y llamado a trascender como la mirada objetiva que requiere el haiku y que dirige esa mano que traduce en versos lo observado para el goce estético del lector atento.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



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