lunes, 14 de agosto de 2017

Sonanta de siervo. Antonio Berlanga Pino

 
 


Sonanta de siervo. Gacelas, casidas y otros poemas
Antonio Berlanga Pino
Editorial Seleer, 2016
 
 
PRÓLOGO CON LÁGRIMAS DE ESTRELLA

Sonanta de siervo es el particular homenaje de Antonio Berlanga Pino a la poesía hispano-árabe, como reza el subtítulo, el presente volumen acoge “gacelas, casidas y otros poemas”, formas con una larga tradición en las letras castellanas y que en el siglo XX alcanzan su mayoría de edad con obras tan conocidas como Diván del Tamarit de Federico García Lorca, y Casida de la alta madrugada de Félix Grande, pero estos géneros también han cruzado el Charco y se puede rastrear su influencia en autores como el mexicano Jaime Sabines o el argentino Ricardo Molinari.
Un amplio eco del que no es ajeno el poeta malagueño Antonio Berlanga Pino, cuya obra se caracteriza por el cultivo de las más diversas formas tradicionales, como el romance en su anterior poemario, Romancero andaluz. Pero si algo caracteriza su poesía es un decidido afán de renovación en los temas, Antonio Berlanga es un poeta actual, que emplea con maestría las formas clásicas para decir con acierto cosas de nuestro tiempo y lo hace con la elegancia y el ritmo que dichas formas le prestan en un ejercicio de erudición realmente admirable.
Al son de la sonanta a la que alude el título, Antonio Berlanga acorda los versos con la sabiduría popular que le ofrece su tierra andaluza. Este poemario trasciende su intención inicial de tributo para erigirse en una aportación personal a dichas formas, respetando su esencia pero renovando su fondo, así sobre el sustrato de los versos yace un original sentimiento de nostalgia ligado a una historia amorosa o de desamparo, con tintes amargos.
El poeta de Álora tiene la virtud de introducir nuevos temas al acervo cultural de estas formas milenarias, temas sociales donde deja entrever su actitud crítica hacia una realidad presente que no le deja indiferente, en este sentido es paradigmática la “Gacela del niño sirio yaciente en la orilla”, que se (pre)ocupa de un triste y dramático episodio acontecido en una playa turca.
El libro se estructura en tres apartados, el primero se ocupa de la “gacela” (en árabe “ghazel”) y en él podemos encontrar catorce composiciones donde el amor y su ausencia marcan el ritmo de unas composiciones hilvanadas con pasión contenida, así resulta paradigmática la “Gacela del amor imposible”, citemos unos versos donde se aprecia el estilo del autor, que aúna elegancia y precisión:
Como quién tiene un reloj de sombra
y en el corazón grandes remos y olas.

Las flores de mi herida se deshacen
en verdaderas hojas otoñales.

El segundo apartado se compone de veintitrés casidas, donde Antonio Berlanga Pino asume un loable reto al recuperar esta forma tradicional de la poesía árabe (qaṣīda), imbuida de un sentimiento de nostalgia ligada a una temática de raíz amorosa. Belleza y sensibilidad se dan la mano en estas composiciones tan ricas y variadas, donde de nuevo podemos hallar una voluntad de renovación en los temas, así la “Casida del grito colectivo” pone el acento en el sufrimiento de los otros, he aquí unos versos que ilustran de manera magistral ese llanto sobre la tierra:

No quiero oír la Alhambra de la pena
con los niños deshechos que no sueñan.

Pero el grito es un toro que se eleva
desde el mar a los últimos planetas.

La poesía de Antonio Berlanga Pino es de una plasticidad asombrosa, sus versos muestran una imaginería visual que desde un contexto eminentemente andaluz, con referencias a motivos de su tierra, como la guitarra, entronca con lo universal para hacerse memoria, una memoria donde el dolor, la amargura, la desolación, la melancolía, la tristeza, y en definitiva la pena, y su manifestación física en lágrimas, es el asunto recurrente que unifica los poemas. Antonio Berlanga nos cuenta diversas historias de trágicas consecuencias respetando la idiosincrasia con una sabiduría popular llena de ingenio y gracia.

Cierra el volumen la sección “Otros poemas”, que alberga veintiuna canciones, y “Cuatro nombres: Elísabet, Gabriela, Elena, Soledad”, donde el poeta dedica una canción a cada nombre propio de mujer, que simboliza una idea concreta.

La riqueza verbal y el ritmo, de una vivacidad deslumbrante, unido a un desbordante colorido, donde predominan los tonos verde, naranja y negro, son las señas de identidad de un poeta que a pesar de emplear determinadas formas cargadas de clasicismo, tiene la virtud de renovar cada género, es por ello que resulta realmente atípico en el actual panorama lírico, trazando así una senda tan honda como singular, que entronca con un pasado amarillo oro.


Gregorio Muelas Bermúdez

 



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