Presbicia
Jorge Ortiz Robla
Baile del Sol Ediciones, Tenerife, 2016
Presbicia
es el significativo título con el que Jorge Ortiz Robla (Las Palmas
de Gran Canaria, 1980) publica su nueva entrega poética, tras el
éxito de su opera prima La
simetría de los insectos (Lastura,
2014),
y lo hace en una editorial señera y en una colección emblemática,
la tinerfeña Baile del Sol en el número 197 de su colección “Sitio
del fuego”.
No
podía elegir mejor título su autor pues la presbicia,
también denominada vista
cansada,
se debe a una anomalía o defecto del ojo que imposibilita ver con
claridad los objetos cercanos, en efecto, ese es el sentido de este
poemario, donde Jorge Ortiz Robla nos invita a reflexionar sobre las
cosas cotidianas, aquellas que vemos día a día y que la mayoría de
las veces, de estar tan cerca, apenas reparamos o nos detenemos en
ellas, es en estas cosas donde el poeta, como muy bien señala David
Trashumante en el comentario que firma en la contraportada, es “el
que ve, el que mira, el que enfoca desde lo múltiple” la vida,
pero con la debida distancia para observar con actitud crítica y
compromiso social, es esta una de las señas de identidad del estilo
del poeta canario afincado en Catarroja, otra, tal vez la más
definitoria, es el lenguaje que emplea, caracterizado por una
envidiable sencillez tras la que se vislumbra un intenso trabajo de
depuración.
Las
dos citas que encabezan el libro, de Fernando Pessoa y Pablo Neruda,
señalan los puntos de vista que guiarán el contenido del poemario y
la necesidad de cambiar el mundo que nos rodea. Como dos son los
ejes, o partes, sobre los que se articula: “La tierra es circular”,
que agrupa diez poemas breves, y “Presbicia”, bajo cuyo epígrafe
se reúnen veintidós poemas.
De
lúcida podemos calificar la palabra de Jorge Ortiz en el poemario
que nos ocupa pues es su realidad y su desnudez, liberada de
prejuicios, la que le permite decir con voz clara y precisa lo que
nuestros ojos, los del lector activo, inquieto, necesitan.
Sin
más título que el cardinal que los ordena, los diez poemas que
constituyen la primera parte indagan, o más bien reflexionan, sobre
el otro lado, que se extiende sobre “la grieta sucia, casi opaca”
porque “la tierra es circular/ como los puntos de vista”.
En
la segunda parte es donde lo lírico y lo social se imbrican para
poner de relieve la intrínseca ceguera de una sociedad decadente,
así reza en el poema paradigma:
“La
economía sufre presbicia.
La
religión sufre presbicia.
La
política sufre presbicia.
La
sociedad sufre presbicia.
Hay
que cambiar la lente,
hay
que volver a aprender
hay
que enseñar
a
enfocar.”
Pero
Jorge Ortiz también echa mano de las nuevas tecnologías, que no son
más que una ilusión de libertad, como el pájaro enjaulado que no
aprende a volar.
El
ojo es la metáfora, a través de él enfoca el “punto próximo”
y “el punto remoto” para decir lo que no queremos escuchar, y lo
hace con un lirismo conciliador, que pone el acento en la necesidad
de desvelar lo aparentemente rutinario, como el fin, cuyo sonido nos
acompaña desde el inicio, parafraseando un verso de Agustín
Fernández Mayo, referente del autor; o la capacidad de amar, algo
relativo y temporal, que es lo que nos hace precisamente humanos,
sobre una anécdota de Stephen Hawking.
Los
versos de Jorge Ortiz ponen en solfa esa moral que permanece
impasible ante el drama de aquellos que buscan una nueva vida desde
el otro lado del océano porque como dice en el poema “Borges”:
“Era
la nieve
la
que moraba dentro
de
sus pupilas.”
Y
es que, en definitiva, Jorge Ortiz nos habla de cerca para decirnos
con voz lírica lo que nuestros ojos, cansados de promesas, no ven o
prefieren no mirar. Ese es el mensaje del poeta, miren y lean y,
sobre todo, actúen sobre la realidad.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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