lunes, 19 de octubre de 2020

Poemas zen de China y Japón

 


Poemas zen de China y Japón

Traducción de Miguel Romaguera y Mary Beth Hitt

Valencia, 2020


El poeta y traductor valenciano Miguel Romaguera (Picassent, 1955) nos trae esta sencilla autoedición en colaboración con la traductora Mary Beth Hitt, fruto de la relación literaria que ambos comenzaron a principios de los años ochenta. Como reza el título, el pequeño volumen, que se presenta con una hermosa acuarela de Susana Benet en la portada, reúne su trabajo conjunto sobre una selección de poemas chinos y japoneses de poetas budistas zen del período clásico.

El libro se abre con una introducción del propio Romaguera sobre el sentido del Zen, sus orígenes y su enorme influencia en la literatura de ambos países, al tiempo que nos orienta sobre algunos conceptos básicos de esta filosofía.

Ninguno de los dos autores firma en exclusiva la traducción de las veinticinco composiciones recogidas en esta breve antología. Cabe mencionar que este trabajo a cuatro manos parte de una versión al inglés de un volumen de igual intención y alcance, realizada por Lucien Strik, Takashi Ikemoto y Taigan Takayana para Anchor Books, Nueva York, en 1973.

Shoten, Getsudo, Dogen, Jakuan, Ikuzanchu, Godai Chitsu, Tokken, Sogyo, Sanso, Gyokko, Ryozan, Beirei, Unoku, Yuzan, Hokufu Seikatsu, Nansen, Shuzan y Unzan, y otros anónimos, son los autores vertidos a nuestra lengua con sencillez y elegancia, y el sabor de los poemas originales, así sucede en “Escuchando un laúd”, de Jakuan:


Melodía perfecta - como el viento

Entre los pinos de la lejana colina.

La mente limpia, como el cielo:

Escúchala más allá de sí misma.


Todos los poemas están impregnados del wu (chino) o satori (japonés) budista en el marco de una naturaleza sensorial cuya grandeza invita al hombre a un despertar de la conciencia, a alcanzar la unidad de los contrarios: “Animado, inanimado, son uno”.

Sean bienvenidos a nuestra lengua estos poemas donde Miguel Romaguera y Mary Beth Hitt vuelcan su sensibilidad pues en apenas cuatro versos nos invitan a meditar, que es el camino más corto a “la tierra de la luz serena”.



Gregorio Muelas Bermúdez


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