Pobreza
Víktor Gómez
Calambur, Madrid, 2013
Víktor Gómez, madrileño de cuna y valenciano de
corazón, es uno de los animadores culturales más influyentes del panorama literario
actual, su floreciente labor como coordinador de la Asociación Poética Caudal y
las presentaciones y recitales que organiza en la librería Primado, por donde
pasa la poesía en Valencia, atestiguan una inquietud vital e intelectual digna
de encomio. Como autor ha demostrado poseer una voz propia, con el empleo de un
lenguaje combativo, que desde un humanismo militante parte de lo existencial
para “despertar” conciencias al poner el acento en la problemática social. Víktor
cuenta con un amplio bagaje de publicaciones: Detrás de la casa en ruinas (Amargord, 2010), Huérfanos aún (Baile del Sol, 2010), Incompleto (4 de agosto, 2010), Trazas
del calígrafo zurdo (Varasek, 2013) y recientemente Pobreza (Calambur, 2013), además su interesante labor como
co-director, junto a Javier Gil, de la colección ONCE de poesía y ensayo de Ediciones
Amargord, avalan a un autor incansable y comprometido.
En Pobreza
hallamos un lenguaje rico en matices, que disecciona la realidad con la
habilidad de un entomólogo, en sus manos parece que el lenguaje se dilata, se
curva, para decir de otra forma cosas que deben ser dichas. Estamos ante una
poesía crítica con la realidad circundante, que hace del lenguaje un material
altamente maleable, donde se imbrican diversos géneros, registros y dialectos,
y cuya sabia combinación consigue poner en crisis las trampas y falsos asideros
que una moral impuesta ha ido poniendo en el camino. Víktor Gómez tiene la
extraordinaria habilidad de tensar el lenguaje poético como un arco que dispara
saetas cargadas de humanidad al centro de la diana de la hipocresía y el nepotismo
que gobiernan un mundo adocenado y conformista.
El libro se organiza en torno a dos apartados o
libros, el primero, el más extenso, que lleva por título “Aún sin nombre”, se
abre con dos citas que a modo de tesis avanzan su contenido, la primera de
ellas tomada de una pintada en alguna pared del “trullo”, es la que da título
al poemario, y asevera que en ese lugar maldito sólo se castiga la pobreza. La
otra cita es de Salvatore Quasimodo y alude a lo terrible que anida en la
apariencia más bella, sin duda estas citas denotan la voluntad de crítica de un
autor que rompe con todo orden establecido para dar nombre a aquello que aún no
lo tiene o lo ha perdido: la dignidad que hace al ser humano.
El libro I se inicia con un breve poema de gran
belleza que se asemeja en fondo y forma a la tanka (o “traza”): pequeños trapos/ tendidos/ la humedad pesa/
tensa una cuerda/ que tiembla al viento. Le sigue toda una serie de poemas
de tono altamente expresivo, que denuncian la pobreza del alma que se abandona
a las sombras en versos de gran hondura: si
no sangra/ el poema/ se pudre o ¿Qué
pobreza es esta que ni sabe qué nombre tiene lo posible?. Sorprende la
capacidad de Víktor para trenzar discursos aparentemente disímiles y aunarlos
en un todo común a través de una sugerente escritura que emplea onomatopeyas,
neologismos y extranjerismos y renuncia a determinados signos convencionales de
la lengua como el punto final o la mayúscula al inicio de frase para apostar
por otros menos comunes pero más expresivos, como el guión, el paréntesis y la
cursiva, que le permiten deconstruir los tópicos de la versificación.
Otro aspecto interesante a comentar es lo que
podríamos llamar la arquitectura del poema pues Viktor Gómez dispone y ordena
los versos con milimétrica precisión para orquestar un discurso con altas dosis
de compromiso social, donde los espacios en blanco invitan al lector activo a
rellenar los huecos, en este sentido los poemas no son conclusivos, sino textos
abiertos que incitan a pensar y replantearse la orfandad del mundo.
El libro II, titulado “Jana”, se inicia con un largo
poema en prosa que emparenta el origen del universo con el sexo de la amada,
donde la carne se hace verbo. Le siguen toda una serie de poemas donde el poeta
invoca el pasado a través de recuerdos interrogantes y donde el lenguaje se
hace más sensual, con una aureola metafísica: sexo y boca se besan -fluyen en
ese brío-/ salado mar de ebrios dioses. Culmina el poemario un único verso
que sintetiza la idea vertebral del libro: ¿y
no habrán de resucitar los vivos?.
La poética de Víktor Gómez no deja indiferente a
nadie, ofrece y exige compromiso ético para tratar de desvelar los intereses
creados, el abuso y el derroche de unos pocos contra la inmensa mayoría. Una
lectura muy recomendable en estos tiempos de miseria moral y creciente
incertidumbre.
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