La eternidad y un día
José Saborit
Editorial Pre-Textos, Valencia, 2012
Pintor y poeta, José
Saborit es uno de los más reputados artistas plásticos del panorama nacional y
desde la publicación en 2008 de su primer poemario, Flor de sal (Pre-Textos), ha
unido a su brillante trayectoria pictórica la escritura poética, tal vez
auspiciado por su estrecha amistad con grandes próceres de nuestra mejor poesía
como Carlos Marzal, Vicente Gallego o Antonio Cabrera, poetas con los que ha
colaborado ilustrando las portadas de sus últimas publicaciones en la colección
“Nuevos textos sagrados” de la editorial Tusquets. Esta amistad y colaboración
ha dejado su impronta en la forma de versificar de Saborit, con un amplio señorío
del heptasílabo y el endecasílabo, que dotan a los poemas de pulso y un ritmo
propicio a la meditación, una influencia que se sabe positiva y vaticina sabios
frutos.
De entrada llama la atención el propio
título del libro, La eternidad y un día
recuerda la hermosa película homónima del genial cineasta griego Theo
Angelopoulos, el cual a su vez tomó el título de un verso de la pieza teatral
de Shakespeare Como gustéis, por
tanto arte heredado y arte ofrecido. Un título tan sugerente nos hace prever un
bello contenido y en efecto nos encontramos ante una poesía que ha sabido alzar
el vuelo para ofrecernos un conjunto de poemas, cuarenta y tres en total, que
nos hablan de las cosas del mundo, algunas tan palpables como las uvas, las
melias o la lluvia, y otras tan etéreas como el tiempo. Saborit, como hábil
pintor también sabe trazar con versos sobre el lienzo de la página los
sentimientos: el dolor de la pérdida y su negación, la rabia ante la muerte
incomprensible en “Te fuiste”, pero la muerte también es objeto de
discernimiento, de reflexión, de denuncia en poemas como “Muerte adentro” (No es la muerte que irrumpe de repente/
[…] no es acaso esa muerte sino otra/
callada, clandestina,/ la que venga a cerrar/ el libro de tus horas,/ otra muerte creciendo en tu interior) o
“Buena muerte”(Morir es adentrarse en el
camino/ que lleva a la más pura
indiferencia.).
El arte, como era de esperar, también es
objeto del poema, así Saborit poetiza sobre el lienzo “Monje mirando el mar” de
Gaspar David Friedrich, donde pone la palabra al servicio de la pintura para
describir y descubrir el sentido último de un cuadro donde el cielo y el mar se
funden y se confunden en la mirada atormentada del monje protagonista, que
observa con nostalgia el paso de las olas y los días.
También la música y la poesía serán temas
tratados por la sabia intuición del poeta, que merced a la arquitectura de las
palabras sabe describir la sensación de dos artes que poseen mucho en común,
esa connivencia entre el fondo y la forma, esa necesidad de la conciencia de transferir
lo onírico e intangible a la inconsciencia, pues sólo los sueños son capaces de
conjurar lo perdido.
Y cómo no el paisaje, preciosa y precisa
la descripción del “Faro de la Mola”, donde su luz no es sólo guía de
nocturnos, sino también del alma errante del poeta, que vaga por la sombra más
oscura en busca de asidero, de amarre preciso en tierra.
En definitiva nos hallamos ante un libro
complejo por la diversidad de su contenido, que despliega un amplio mapa
temático que es reflejo y eco del pensar y el sentir de un poeta que aún tiene
mucho que decir, un poeta que sueña con ganar un día al tiempo que nos queda.
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