Quince días de fuego
Mario Lourtau
Ediciones Rialp, Madrid, 2010
Accésit del Premio
Adonáis 2009, Quince días de fuego es
el tercer poemario del autor cacereño Mario Lourtau, después de Donde gravita el hombre (2008) y Catálogo de deudores (2009). Aquí
Lourtau alcanza una cota de madurez que le ha hecho merecedor de tan
distinguida recompensa, un trabajo que destaca sobre todo por su gran
coherencia temática y estructural, que se articula en torno al poder destructor
y renovador del fuego, como necesaria transición en el estado de las cosas.
El poemario se abre con
una cita de Esquilo de Eleusis que hace hincapié en lo ineludible del destino pues
no hay fuego, ni siquiera el del hogar, que acoja al hombre en su anhelada permanencia.
A continuación nos encontramos con un hermoso poema a modo de prólogo,
“Invierno en los cerezos”, que además de glosar la cita de Esquilo, sintetiza
uno de los grandes temas que vertebran el poemario: el poder creador de la
palabra, verdadero remanso a la espera de que se cumpla nuestro sino.
El libro se articula en
cuatro apartados, en el primero, “Bosque”, Lourtau se adentra en el bosque de
las palabras para alcanzar el árbol del conocimiento, así la naturaleza
adquiere un peso superior en estos versos y es el fondo sobre el que el autor
reflexiona sobre el amor, la soledad y la nostalgia, emplea para ello metáforas
y paralelismos, como la que equipara la carne rugosa de las manos del leñador y
los anillos del tronco cortado. Aquí el fuego es símbolo de la esperanza contra
el frío de la noche que llega con el
hacha. Pero aún hay espacio para el milagro, como el del árbol caído que se
levanta para clavar de nuevo sus raíces, metáfora del anhelo mayor del hombre.
La segunda parte, “Los
estados del fuego”, se inicia con unos versos de Jorge Luis Borges donde se dan
cita los cuatro elementos. Lourtau emprende un viaje iniciático desde “La
creación del universo” hasta “El espíritu del fuego”. En el principio se forja
el Verbo, pues por el fuego existen las palabras sombra y luz, sobre las
cuales se sustenta el equilibrio de los cuerpos. Por el camino se encuentra con
Heráclito de Éfeso e Ícaro El Estoico, y reflexiona sobre los múltiples usos
del fuego: pira, brasa, forja.
En la tercera parte,
“Arche”, Lourtau se hace eco de una cita de Félix Grande: únicamente vive lo que arde, así trenza la llama con los colores del fuego: rojo, azul, amarillo y
blanco, que da lugar a otros tantos poemas homónimos con un gran poder
sugeridor. En esta parte se relaciona el fuego con el ardor del cuerpo de los
amantes, aunque siempre amenazado por la nevada. También hay una vista de
Pompeya, cuyas calles se transformaron en verdaderos ríos de fuego y lava, y
donde ahora solo queda el frío seco de las cenizas. Pero si hay un sentimiento
que se impone es la nostalgia, a la que invita el crepitar de la leña que arde igual que un gran recuerdo en la noche
silenciosa.
La cuarta parte, “La
sed de las cenizas” está integrada por cuatro poemas, que figuran entre los más
densos de todo el libro, es el caso de “Ciudad de marzo”, un gran poema
dividido en cuatro partes que avanzan desde la blancura del invierno al gran solsticio verde de las flores de
una incipiente primavera, un bellísimo poema donde se combinan con acierto
elementos urbanos con el poder de la naturaleza, donde el invierno invita a una
crítica al consumismo y su acerba exigencia que conduce al hombre a la
destrucción, pero el mes de marzo da la bienvenida a la esperanza. En el poema
que da título a esta última parte del libro, Lourtau se interroga sobre el
destino de todas las cosas que contemplamos en la vida cuando ésta se acaba, de
nuevo aparece aquí el anhelo de remar
contra corriente . El poemario se cierra con el poema que da título a todo
el conjunto, un broche de oro por haber vencido
a la sed de las palabras, durante
este período ese hombre que caminando
sobre el fuego y no se quema se
ha visto sorprendido por la música
interior con que los bardos sueñan.
En definitiva nos
hallamos ante un poemario emotivo y rico en contrastes, que consigue, merced a
un ritmo deslumbrante y una gran minuciosidad, dar otra vuelta de tuerca a un
símbolo tan manido como el fuego. Una lectura muy recomendable en estos tiempos
que amenazan con quemar la verdadera esencia del hombre.
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