martes, 8 de diciembre de 2015

Quince días de fuego. Mario Lourtau

 
 


Quince días de fuego
 
Mario Lourtau
 
Ediciones Rialp, Madrid, 2010
 
 
Accésit del Premio Adonáis 2009, Quince días de fuego es el tercer poemario del autor cacereño Mario Lourtau, después de Donde gravita el hombre (2008) y Catálogo de deudores (2009). Aquí Lourtau alcanza una cota de madurez que le ha hecho merecedor de tan distinguida recompensa, un trabajo que destaca sobre todo por su gran coherencia temática y estructural, que se articula en torno al poder destructor y renovador del fuego, como necesaria transición en el estado de las cosas.
El poemario se abre con una cita de Esquilo de Eleusis que hace hincapié en lo ineludible del destino pues no hay fuego, ni siquiera el del hogar, que acoja al hombre en su anhelada permanencia. A continuación nos encontramos con un hermoso poema a modo de prólogo, “Invierno en los cerezos”, que además de glosar la cita de Esquilo, sintetiza uno de los grandes temas que vertebran el poemario: el poder creador de la palabra, verdadero remanso a la espera de que se cumpla nuestro sino.
El libro se articula en cuatro apartados, en el primero, “Bosque”, Lourtau se adentra en el bosque de las palabras para alcanzar el árbol del conocimiento, así la naturaleza adquiere un peso superior en estos versos y es el fondo sobre el que el autor reflexiona sobre el amor, la soledad y la nostalgia, emplea para ello metáforas y paralelismos, como la que equipara la carne rugosa de las manos del leñador y los anillos del tronco cortado. Aquí el fuego es símbolo de la esperanza contra el frío de la noche que llega con el hacha. Pero aún hay espacio para el milagro, como el del árbol caído que se levanta para clavar de nuevo sus raíces, metáfora del anhelo mayor del hombre.
La segunda parte, “Los estados del fuego”, se inicia con unos versos de Jorge Luis Borges donde se dan cita los cuatro elementos. Lourtau emprende un viaje iniciático desde “La creación del universo” hasta “El espíritu del fuego”. En el principio se forja el Verbo, pues por el fuego existen las palabras sombra y luz, sobre las cuales se sustenta el equilibrio de los cuerpos. Por el camino se encuentra con Heráclito de Éfeso e Ícaro El Estoico, y reflexiona sobre los múltiples usos del fuego: pira, brasa, forja.
En la tercera parte, “Arche”, Lourtau se hace eco de una cita de Félix Grande: únicamente vive lo que arde, así trenza la llama con los colores del fuego: rojo, azul, amarillo y blanco, que da lugar a otros tantos poemas homónimos con un gran poder sugeridor. En esta parte se relaciona el fuego con el ardor del cuerpo de los amantes, aunque siempre amenazado por la nevada. También hay una vista de Pompeya, cuyas calles se transformaron en verdaderos ríos de fuego y lava, y donde ahora solo queda el frío seco de las cenizas. Pero si hay un sentimiento que se impone es la nostalgia, a la que invita el crepitar de la leña que arde igual que un gran recuerdo en la noche silenciosa.
La cuarta parte, “La sed de las cenizas” está integrada por cuatro poemas, que figuran entre los más densos de todo el libro, es el caso de “Ciudad de marzo”, un gran poema dividido en cuatro partes que avanzan desde la blancura del invierno al gran solsticio verde de las flores de una incipiente primavera, un bellísimo poema donde se combinan con acierto elementos urbanos con el poder de la naturaleza, donde el invierno invita a una crítica al consumismo y su acerba exigencia que conduce al hombre a la destrucción, pero el mes de marzo da la bienvenida a la esperanza. En el poema que da título a esta última parte del libro, Lourtau se interroga sobre el destino de todas las cosas que contemplamos en la vida cuando ésta se acaba, de nuevo aparece aquí el anhelo de remar contra corriente . El poemario se cierra con el poema que da título a todo el conjunto, un broche de oro por haber vencido a la sed de las palabras, durante este período ese hombre que caminando sobre el fuego y no se quema se ha visto sorprendido por la música interior con que los bardos sueñan.
En definitiva nos hallamos ante un poemario emotivo y rico en contrastes, que consigue, merced a un ritmo deslumbrante y una gran minuciosidad, dar otra vuelta de tuerca a un símbolo tan manido como el fuego. Una lectura muy recomendable en estos tiempos que amenazan con quemar la verdadera esencia del hombre.



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