viernes, 25 de marzo de 2016

Gusanos de seda. José María Jurado García-Posada

 
 


Gusanos de seda
 
José María Jurado García-Posada
 
JMJ, Badajoz, 2016
 
 
El poeta sevillano José María Jurado García-Posada publica su quinto poemario, Gusanos de seda, en una bella edición del autor. Tanto el título como la ilustración y diseño de la portada, dos gusanos sobre un fondo que imita la textura y el color de la seda, obra de Pablo Pámpano Vaca, son muy sugerentes y albergan, como si de un capullo se tratara, treinta y tres poemas de delicada factura y honda materia.  
José María Jurado ha enviado a imprenta La memoria frágil (Diputación de Cáceres, 2009), Plaza de toros (Isla de Siltolá, 2010), Tablero de sueños (Isla de Siltolá, 2011) y Una copa de Haendel (Isla de Siltolá, 2013), cuatro poemarios en los que ha templado su pluma y madurado su voz hasta culminar en el libro que nos ocupa, un volumen donde el autor ha depositado su amplio bagaje cultural con actitud crítica hacia una realidad adversa y maniquea.
Uno de los grandes atractivos del poemario lo encontramos en su contraportada, donde podemos leer dos breves comentarios sobre el mismo firmados por dos grandes poetas: Luis Alberto de Cuenca y Antonio Colinas, poetas culturalistas que con sus sabias palabras enmarcan la obra en un renovado contexto cultural donde José María Jurado destaca con luz propia, heredero de aquellos en cuanto a intereses y referencias pero enteramente actual en la pluralidad de temas que trata.
Una cita de la Eneida de Virgilio acompaña la dedicatoria a la memoria del padre del autor, que clausura el libro con una fotografía donde aparece éste alzando con amor al hijo recién nacido, y es que una aureola de ternura rodea un libro que es una delicadeza en sí mismo.
El poemario se nos presenta sin división interna en partes, como un continuum de poemas de ritmo imparisílabo, con predominio del endecasílabo y el alejandrino. En el poema inaugural, que titula el libro, el autor establece un símil magistral entre el sueño de la metamorfosis de los gusanos en su caja de cartón y el sueño eterno al que el hombre está abocado. En “Águilas, 14” el nombre de una calle de Sevilla le devuelve a la casa materna, por donde desfilaron las águilas de Roma, y antes los fenicios, y ahora el recuerdo emocionado de la última “tarde clara de verano”.
Como digno continuador de la estética culturalista, José María Jurado despliega un amplio abanico de referencias culturales: literarias, Thomas Mann y sus Buddenbrooks en “Última Navidad en la Mengstrabe”; pictóricas, Diego Velázquez en “Pavana para una infanta difunta”, o Juan Sánchez Cotán en el bellísimo soneto “Bodegón”, que recrea una de sus célebres naturalezas muertas. También grandes poetas son objeto de homenaje: Fernando Pessoa en “Lisboa antiga”, y Antonio Colinas en “Giacomo Casanova lee Sepulcro de Tarquinia en la biblioteca del Conde de Waldstein, en Bohemia”. El cine es otro de los temas que animan al poeta a tomar la pluma con fervor e ingenio, es el caso de La dolce vita en el felliniano poema homónimo, o en el leoniano “Spaghetti Western”. Otros temas e intereses también encuentran acomodo en sus versos, como la música: de Robert Schumann en “Un piano en el Rhin”; de The Beatles en “Let it be”, donde rememora la historia de la mítica banda de Liverpool al son de uno de sus grandes éxitos; o del minimalista estonio Arvo Pärt en “Spiegel im Spiegel”. Y la filosofía en “Heideggeriana”, donde reflexiona sobre el ser como un viento al que suplica: “Tú que agitas las copas de los árboles/ sacude nuestra angustia al filo de la muerte/ y extiende nuestro tiempo más allá del abismo”.
Pero si hay un espacio mítico es Roma, la Ciudad Eterna parece condensar las aspiraciones del poeta, cuyos pasos se ahondan en algunos lugares emblemáticos, como el “antiguo estadio de Domiciano” en “Luna llena en Piazza Navona”, la Fontana de Trevi en “La dolce vita”, y el barrio de Trastévere en “Instagram”. José María Jurado es un poeta cosmopolita y culto, que borda con primor las palabras, que teje con hilos de oro, su andadura le lleva por remotos derroteros históricos y geográficos en un curso personal y único hasta desembocar en el emocionante poema epílogo “Entre dos fotografías”, la que figura en la anteportada, que retrata al autor en Via Veneto, y la que citamos anteriormente, entre ambas median cuarenta años y se inserta el poemario, aquí la memoria del padre alcanza su punto álgido, y el tono elegíaco, que domina todo el libro, su fin y su principio: “Son sagrados los restos de la vida/ y aunque nada hay de ti en esta urna,/ pues gozas de la gloria de los justos,/ yo la levanto al sol y digo padre,/ padre mío que estás en los cielos/ ahora y en la hora de mi muerte.
 



No hay comentarios:

Publicar un comentario