sábado, 15 de diciembre de 2018

Caleidoscopio de combate. Lázaro Covadlo

 
 


Caleidoscopio de combate
Lázaro Covadlo
Unaria ediciones, 2017
 
 
El escritor argentino Lázaro Covadlo (1937), afincado en España desde 1975, donde llegó impelido por la convulsa situación política de su país, publica su primer poemario, Caleidoscopio de combate, en la colección “Astrolabio” de Unaria ediciones, que dirige Amelia Díaz Benlliure desde Castellón de la Plana.

Lázaro Covadlo ha desarrollado su carrera literaria en el campo de la novela y el cuento, llegando a ganar en 2004 el prestigioso Premio Café Gijón por Criaturas de la noche, y ser finalista en 1992 del Premio Planeta Biblioteca del Sur (Buenos Aires) con su novela Conversación con el monstruo. Sus cuentos aparecen en antologías publicadas por Mondadori, Alfaguara y Siruela, además de colaborar con artículos en el suplemento literario del diario El País, Babelia, y en revistas como Qué leer y Turia.

El libro está compuesto por treinta y ocho poemas sin división interna en partes ni citas introductorias, donde el autor se vale del verso libre para crear un discurso de tono reivindicativo y cariz inconformista donde plasmar “la existencia verdadera” que “surge con las palabras del poeta” porque “el fuego del poeta no se apaga sin antes encender nuevas hogueras”.

Covadlo elabora un estilo de trazo aforístico para desvelar el revés de las cosas con firme voluntad crítica, así sucede en poemas con títulos tan significativos como “Patria de los muertos” (“¿Con qué música celebran los muertos las glorias de la nación?”), “Yo denuncio” (“asumo mi condición de extranjero internacional”), “Bandidos” (“Los tiempos de bandidaje son casi todos los tiempos”) y “Entre cobardes y valientes” (“me gusta la valentía de los cobardes, / y desprecio la cobardía de los valientes”).

Pero Covadlo también explota una veta culturalista en su particular homenaje a Isidore Lucien Ducasse, Conde de Lautréamont, “el asesino de poetas // que amaba a los poetas”, su visión del pintor expresionista alemán Otto Dix, o su evocación de San Agustín. Por sus páginas también desfilan otros personajes, algunos de ficción, como Mister Hyde, y otros históricos, como María Estuardo.

La voz de Lázaro Covadlo es de dicción clara pero de una nada desdeñable sinceridad que se desnuda en las últimas composiciones del libro, donde el autor se devana entre la memoria, instantes desfigurados, la nostalgia por la ausencia, y el amor por la mirada de Assumpta ("Cuando bajas los párpados me dejas sin luz").

En definitiva, la visión caleidoscópica de Covadlo se despliega en una poesía de combate que arroja sus versos contra aquellos que acechan porque la vida “siempre es fuego”, o como diría Alain Robbe-Grillet, es juego con el fuego.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



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