martes, 22 de enero de 2019

Doma. Jorge Ortiz Robla

 
 

 
Doma
Jorge Ortiz Robla
Lastura, Antequera, 2018
 
 
Doma es el revelador título del nuevo libro de Jorge Ortiz Robla (1980), que después de La simetría de los insectos (Lastura, 2014), Presbicia (Baile del Sol, 2016) y El lenguaje de la luz / A Linguagem da Luz (Gato Bravo, 2018) vuelve a publicar con la editorial de Lidia López Miguel en el número 111 de la magnífica colección Alcalima de poesía, que dirige Isabel Miguel.

El poemario cuenta con dos grandes alicientes: las sugerentes ilustraciones de cubierta e interiores de Juan Martínez, que combina dibujos de objetos propios de la puericultura con otros de la equitación y el arte de la doma; y el lúcido prólogo de Sara Castelar Lorca, que con el título “Doma, versos para una memoria futura” nos abre la puerta de un libro que es una bella apuesta por el desarrollo de la libertad personal frente a la manipulación de un sistema maniqueo que pretende dirigir nuestro pensamiento.

Los cuarenta y dos composiciones que integran el libro se estructuran en cuatro partes, que aluden a los pasos de la doma clásica, con los significativos epígrafes: “Aclimatación y amansamiento”, “Desbravado y primeras montas”, “Ejercicios especializados” y “Estractos de un establo imaginario”.

En la dedicatoria: “A Candela, aún Silvestre. Nunca te dejes domar”, y en las citas iniciales del libro, debidas a Charles Darwin, Elena Medel y Andrés García Cerdán, hallamos la tesis del libro. En efecto, el poeta canario advierte a su hija “por si alguna vez te hieren”, así el padre de hoy aconseja a la hija del futuro con el fin de alertarla sobre las circunstancias de un mundo donde imperan los intereses maquiavélicos del trabajo y la producción porque como señala el autor en los últimos versos del libro: “el sistema nos doma, nos marca sus pautas, / modela los comportamientos, las resoluciones / afectivas, / los intereses, / los sueños. / Maneja nuestra moralidad”.

Jorge Ortiz Robla emplea diversos recursos, como la pregunta retórica, para enseñar a su hija a “reconocerte en los espejos”, y para que “cuando todo cambie” no sea un “débil animal”. El autor nos ofrece lecciones vitalistas para aprender a distinguir entre vivir y matar el tiempo, y, sobre todo, a no rendirse, y lo hace con admirable “Ternura”:

Es tu labio un paréntesis
que sobre la barbilla cruza tu rostro,
una balanza que compensa tu emoción,
un filamento que ilumina la cara.

El resto es eternidad
y la eternidad,
como la ternura,
ni se mide
ni se contiene.”

En definitiva, Jorge Ortiz Robla demuestra una vez más el dominio de un registro propio, de dicción clara e intención crítica, que hace de su poética uno de los mejores exponentes actuales del espíritu que animaba al célebre verso de Gabriel Celaya: “La poesía es un arma cargada de futuro”, y de esperanza.

 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



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