Ordet
Pilar Martín Gila
Amargord Ediciones, Madrid, 2013
Llega a mis manos, por gentileza de su autora, la
poeta segoviana Pilar Martín Gila, un poemario largamente anhelado, cuyo título
me sedujo desde el primer momento pues se trata, ni más ni menos, que de Ordet, título original de la mítica
película de Carl Theodor Dreyer, cuyo estreno en España data del año 1974,
donde se tradujo por “La palabra”. Dreyer adapta una pieza teatral del
dramaturgo danés Kaj Munk para realizar su obra maestra, y ahora Pilar Martín
Gila se inspira en la película homónima para rendir tributo al gran cineasta
danés, dando voz interior a sus personajes para trasladar su mensaje hasta nuestros
días, con esa dimensión espiritual que el hombre contemporáneo, inmerso en
múltiples devaneos, tanto necesita.
Lo publica Ediciones Amargord en el número doce de su
impecable Colección Transatlántica/ Serie Portbou, que dirige Juan Soros. El
poemario incluye el CD Hacia Kjaer,
que contiene dos piezas musicales basadas en dos lecturas del poemario: Entre el murmullo y el vuelo, compuesta
por Sergio Blardony, y El abrigo de la
luz, improvisación de Peter Memmer, Ildefonso Rodríguez y Chefa Alonso. La original
fusión de electrónica y sonidos orientales, como el bawu y el kecapi, da lugar
a una bella banda sonora que acompaña a esta 2ª edición, lo que dice mucho de
su calidad e interés.
El poemario se abre con un prólogo de Ildefonso Rodríguez,
donde éste refiere el vínculo íntimo y profundo entre los versos de Pilar y las
imágenes de Dreyer. El libro se estructura en cuatro partes cuyo epígrafe
entronca con pasajes decisivos de la película: “La hora del trabajo, la hora
del sueño”, “Peter, el sastre, y Morten Borgen”, “¿Quieres verla dormir”, y “El
velatorio”. Muchos poemas siguen un esquema similar, con dos partes
diferenciadas, una que podríamos denominar de situación, en prosa, y otra de “inmersión”,
en verso. En efecto, Pilar dispone los elementos del drama para sumergirse en
su fondo de lágrimas. Los poemas se suceden de acuerdo con el desarrollo de la
trama, a modo de glosas líricas que elevan el sustrato de las imágenes a la
categoría de poesía pura. Y digo bien, porque Pilar Martín Gila nos entrega sus
versos con la mayor sencillez y la mayor hondura, limpia de retórica, sólo así
es capaz de comunicar el verdadero sentido y el sentir de una historia tan
íntima.
En
el umbral, alguien espera una palabra, no existe mejor forma
de expresar el anhelo de luz que reside en la sombra, y precisamente la palabra
es el único instrumento que nos permita trasminar las cosas para mostrarnos su
reverso y viceversa. El temblor de lo
posible, continúa Pilar, esa vacilación/
de lo ordinario que al fin/ permite cruzar otra noche. Sólo la palabra
sencilla es capaz de conjurar la oscuridad de la noche y del alma, y Pilar nos
la hace llegar de forma sensible, atendiendo a la esencia.
Si la película es una cumbre del expresionismo por
la infinita gama de grises de su fotografía, la poética de Pilar también se
hace eco con una plasticidad asombrosa, veamos algunos ejemplos: Aquí, un paño tendido, allá, la escalera de
piedra; y el cielo/ mece la cabeza de
los trigos/ y tiene nubes/ como piedras blancas; o la noche recién tendida/ vibra entre dos estacas. Desde el inicio su
discurso se vuelve cercano porque nos habla de cosas humanas, donde lo
inmanente se torna trascendente por obra y milagro del arte que le sirve de
guía: vida y muerte, sueño y resurrección, un discurso donde la naturaleza está
siempre presente pues le sirve de marco para los cuadros que canta. La emoción
va in crescendo hasta desembocar en la
impresionante parte final, “El velatorio”, donde Pilar nos muestra la resurrección de la carne
y la eternidad del espíritu: Cómo una
palabra/ puede estar ligada/ a lo que significa:/ Levántate y anda. El
bellísimo “El canto de Inger” despide con serenidad un poemario que es un
verdadero canto a la vida y a las cosas sencillas que la animan y la perpetúan.
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