miércoles, 10 de febrero de 2016

Ordet. Pilar Martín Gila

 
 


Ordet
 
Pilar Martín Gila
 
Amargord Ediciones, Madrid, 2013
 
 
Llega a mis manos, por gentileza de su autora, la poeta segoviana Pilar Martín Gila, un poemario largamente anhelado, cuyo título me sedujo desde el primer momento pues se trata, ni más ni menos, que de Ordet, título original de la mítica película de Carl Theodor Dreyer, cuyo estreno en España data del año 1974, donde se tradujo por “La palabra”. Dreyer adapta una pieza teatral del dramaturgo danés Kaj Munk para realizar su obra maestra, y ahora Pilar Martín Gila se inspira en la película homónima para rendir tributo al gran cineasta danés, dando voz interior a sus personajes para trasladar su mensaje hasta nuestros días, con esa dimensión espiritual que el hombre contemporáneo, inmerso en múltiples devaneos, tanto necesita.
Lo publica Ediciones Amargord en el número doce de su impecable Colección Transatlántica/ Serie Portbou, que dirige Juan Soros. El poemario incluye el CD Hacia Kjaer, que contiene dos piezas musicales basadas en dos lecturas del poemario: Entre el murmullo y el vuelo, compuesta por Sergio Blardony, y El abrigo de la luz, improvisación de Peter Memmer, Ildefonso Rodríguez y Chefa Alonso. La original fusión de electrónica y sonidos orientales, como el bawu y el kecapi, da lugar a una bella banda sonora que acompaña a esta 2ª edición, lo que dice mucho de su calidad e interés.
El poemario se abre con un prólogo de Ildefonso Rodríguez, donde éste refiere el vínculo íntimo y profundo entre los versos de Pilar y las imágenes de Dreyer. El libro se estructura en cuatro partes cuyo epígrafe entronca con pasajes decisivos de la película: “La hora del trabajo, la hora del sueño”, “Peter, el sastre, y Morten Borgen”, “¿Quieres verla dormir”, y “El velatorio”. Muchos poemas siguen un esquema similar, con dos partes diferenciadas, una que podríamos denominar de situación, en prosa, y otra de “inmersión”, en verso. En efecto, Pilar dispone los elementos del drama para sumergirse en su fondo de lágrimas. Los poemas se suceden de acuerdo con el desarrollo de la trama, a modo de glosas líricas que elevan el sustrato de las imágenes a la categoría de poesía pura. Y digo bien, porque Pilar Martín Gila nos entrega sus versos con la mayor sencillez y la mayor hondura, limpia de retórica, sólo así es capaz de comunicar el verdadero sentido y el sentir de una historia tan íntima.
En el umbral, alguien espera una palabra, no existe mejor forma de expresar el anhelo de luz que reside en la sombra, y precisamente la palabra es el único instrumento que nos permita trasminar las cosas para mostrarnos su reverso y viceversa. El temblor de lo posible, continúa Pilar, esa vacilación/ de lo ordinario que al fin/ permite cruzar otra noche. Sólo la palabra sencilla es capaz de conjurar la oscuridad de la noche y del alma, y Pilar nos la hace llegar de forma sensible, atendiendo a la esencia.
Si la película es una cumbre del expresionismo por la infinita gama de grises de su fotografía, la poética de Pilar también se hace eco con una plasticidad asombrosa, veamos algunos ejemplos: Aquí, un paño tendido, allá, la escalera de piedra; y el cielo/ mece la cabeza de los trigos/ y tiene nubes/ como piedras blancas; o la noche recién tendida/ vibra entre dos estacas. Desde el inicio su discurso se vuelve cercano porque nos habla de cosas humanas, donde lo inmanente se torna trascendente por obra y milagro del arte que le sirve de guía: vida y muerte, sueño y resurrección, un discurso donde la naturaleza está siempre presente pues le sirve de marco para los cuadros que canta. La emoción va in crescendo hasta desembocar en la impresionante parte final, “El velatorio”, donde  Pilar nos muestra la resurrección de la carne y la eternidad del espíritu: Cómo una palabra/ puede estar ligada/ a lo que significa:/ Levántate y anda. El bellísimo “El canto de Inger” despide con serenidad un poemario que es un verdadero canto a la vida y a las cosas sencillas que la animan y la perpetúan.



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