De exilios y moradas
José Luis Zerón Huguet
Polibea, 2016
José
Luis Zerón Huguet (Orihuela, 1965) publica De
exilios y moradas en
el número 57 de la colección de poesía “El levitador” de
Editorial Polibea, una pulcra edición con una sugerente fotografía
de portada de José Luis Rayos.
El
autor de Sin
lugar seguro
(Editorial Germanía, 2013) es un poeta influyente, cofundador y
director de la revista de creación Empireuma (1985-2015), desde la
que ejerció un feraz magisterio que ha auspiciado a toda una pléyade
de poetas oriolanos que constituyen una parte esencial del panorama
lírico actual, me refiero a José Manuel Ramón, Ada Soriano y
Manuel García Pérez.
Lo
primero que llama la atención es lo singular del título por lo
inusual de la preposición y de los términos que emplea pues
inmediatamente nos remiten a un período particular de nuestra
lírica, el siglo XVI. Con eco teresiano y a modo de tratado sobre
una realidad paradójica donde se conjugan todos los contrarios que
configuran la existencia, el autor intuye que la vida es pura
sinestesia, “catarsis y condena”, como afirma Alberto Chessa en
las palabras preliminares que, con el título “El vuelo en la
espesura”, abren este libro, un lúcido prólogo donde se desgranan
con hondura algunas de las claves necesarias para comprender la
poética de Zerón.
Una
significativa cita de André Breton da paso al extenso poema
prefacio, “Moloch”, nombre del Dios de origen canaaita adorado
por fenicios y cartagineses. En efecto, José Luis Zerón se sirve de
la mitología para crear un discurso agónico porque “nosotros,
ebrios de esperanza/ adoramos a la muerte/ y la vejamos”. La
revisión de este mito, símbolo de crueldad pero también de
fertilidad, le permite poner de relieve el dualismo de la vida donde
“esclavos e insumisos” “quedaremos cegados/ como ciegos
nacimos”.
A
esta composición iniciática le siguen cuarenta y seis poemas
organizados en cuatro grandes apartados. En el primero, que lleva por
título “El ruido del mundo”, se agrupan catorce poemas donde
Zerón elabora un discurso cargado de referencias culturales, así
unos versos de Goethe o las citas de Pere Gimferrer y Ovidio
desencadenan unos poemas de “alto voltaje” donde el poeta
oriolano reconoce que no hay “silencio sin alboroto”.
“No
hay lugar seguro”, afirma Zerón, porque somos seres caducos, de
fulgor pasajero, que, conscientes del fin, nos empeñamos en
persistir en la memoria pues “de las cenizas de lo que fue/ y del
fuego de lo que es se alzará/ lo que ha de venir”.
En
general sorprende el tono del lenguaje, solemne, grave, e incluso, en
ocasiones, deliberadamente arcaico (ustorias,
bruna, piélago),
donde el verso libre, domeñado por el pulso del demiurgo-poeta,
fluye por las amplias avenidas de una conciencia renuente, crítica.
Este es un rasgo común a todo el poemario, donde las imágenes, tan
plásticas como deslumbrantes, se tiñen de claroscuros, así el
dolor, el miedo, la muerte y las tinieblas conviven en extraña
armonía con la luz y la esperanza.
En
la segunda parte, Le
dur désir de durer,
título tomado de un verso de Paul Éluard que ratifica su filiación
surrealista, reúne catorce poemas donde se manifiesta de forma
fehaciente la veta culturalista de Zerón, desde San Juan de la Cruz
a Leopoldo María Panero pasando por Novalis, oración y elegía con
esa vocación obicua donde afirma: “Camino hacia el Todo/ para no
ser nada.”.
Si
la vida es un camino de demolición también lo es de aprendizaje,
porque vivimos para aprender a morir, parafraseando el aserto de
Montaigne, esa es la tragicomedia del sobremuriente, que apenas
recién nacido ya es consciente de su postrera desaparición, es en
ese tiempo donde se fragua la memoria que ha de pervivirnos y que
aquí se plasma en alegoría para hilvanar un discurso aparentemente
hermético como expresión profética del por venir.
Las
dos partes que siguen, “Las razones del corazón” y “Hit et
nunc”, son más breves y más intensas, integradas por nueve y
siete poemas respectivamente, donde Zerón da rienda suelta a sus
sentimientos, no hay más que leer el sobrecogedor “Poema para mi
hija”, donde expresa: “Solo te pido que pongas/ tu corazón a
resguardo/ del sol de la impotencia”, y, sobre todo, “Cuatro
poemas para Ada”: “Ecfrasis de la tormenta”, “Ars amandi”,
“Playa de Poniente” y “Ars amandi (variación)”, que el poeta
dedica a su compañera de versos.
Pero
si hay un rasgo característico de todo el poemario ese son los ojos
que configuran la mirada, impaciente, inquieta, pues “no puede
dejar de mirar” aunque no vea más que el misterioso y fascinante
abismo que sólo la memoria escrita es capaz de salvar.
En
definitiva, la lectura de Zerón nos deja un poso que recuerda a
Celan o a Cioran, como ellos nos embriaga y nos desasosiega pues el
tiempo imperecedero abre llagas “en el hoy de este instante”.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Reseña publicada en el nº 2 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea
Gregorio, te felicito por tan buena reseña aunque he de aclarar que difiero en que se halla ejercido sobre mí tal magisterio. Los que formamos el grupo Empireuma hemos aprendido siempre los unos de los otros.
ResponderEliminarPor lo demás, ya te digo, me ha gustado tu parecer sobre este magnífico libro de José Luis.
Ada Soriano
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