domingo, 3 de junio de 2018

De exilios y moradas. José Luis Zerón Huguet

 
 


De exilios y moradas
José Luis Zerón Huguet
Polibea, 2016
 
 
José Luis Zerón Huguet (Orihuela, 1965) publica De exilios y moradas en el número 57 de la colección de poesía “El levitador” de Editorial Polibea, una pulcra edición con una sugerente fotografía de portada de José Luis Rayos.

El autor de Sin lugar seguro (Editorial Germanía, 2013) es un poeta influyente, cofundador y director de la revista de creación Empireuma (1985-2015), desde la que ejerció un feraz magisterio que ha auspiciado a toda una pléyade de poetas oriolanos que constituyen una parte esencial del panorama lírico actual, me refiero a José Manuel Ramón, Ada Soriano y Manuel García Pérez.

Lo primero que llama la atención es lo singular del título por lo inusual de la preposición y de los términos que emplea pues inmediatamente nos remiten a un período particular de nuestra lírica, el siglo XVI. Con eco teresiano y a modo de tratado sobre una realidad paradójica donde se conjugan todos los contrarios que configuran la existencia, el autor intuye que la vida es pura sinestesia, “catarsis y condena”, como afirma Alberto Chessa en las palabras preliminares que, con el título “El vuelo en la espesura”, abren este libro, un lúcido prólogo donde se desgranan con hondura algunas de las claves necesarias para comprender la poética de Zerón.

Una significativa cita de André Breton da paso al extenso poema prefacio, “Moloch”, nombre del Dios de origen canaaita adorado por fenicios y cartagineses. En efecto, José Luis Zerón se sirve de la mitología para crear un discurso agónico porque “nosotros, ebrios de esperanza/ adoramos a la muerte/ y la vejamos”. La revisión de este mito, símbolo de crueldad pero también de fertilidad, le permite poner de relieve el dualismo de la vida donde “esclavos e insumisos” “quedaremos cegados/ como ciegos nacimos”.

A esta composición iniciática le siguen cuarenta y seis poemas organizados en cuatro grandes apartados. En el primero, que lleva por título “El ruido del mundo”, se agrupan catorce poemas donde Zerón elabora un discurso cargado de referencias culturales, así unos versos de Goethe o las citas de Pere Gimferrer y Ovidio desencadenan unos poemas de “alto voltaje” donde el poeta oriolano reconoce que no hay “silencio sin alboroto”.

No hay lugar seguro”, afirma Zerón, porque somos seres caducos, de fulgor pasajero, que, conscientes del fin, nos empeñamos en persistir en la memoria pues “de las cenizas de lo que fue/ y del fuego de lo que es se alzará/ lo que ha de venir”.

En general sorprende el tono del lenguaje, solemne, grave, e incluso, en ocasiones, deliberadamente arcaico (ustorias, bruna, piélago), donde el verso libre, domeñado por el pulso del demiurgo-poeta, fluye por las amplias avenidas de una conciencia renuente, crítica. Este es un rasgo común a todo el poemario, donde las imágenes, tan plásticas como deslumbrantes, se tiñen de claroscuros, así el dolor, el miedo, la muerte y las tinieblas conviven en extraña armonía con la luz y la esperanza.

En la segunda parte, Le dur désir de durer, título tomado de un verso de Paul Éluard que ratifica su filiación surrealista, reúne catorce poemas donde se manifiesta de forma fehaciente la veta culturalista de Zerón, desde San Juan de la Cruz a Leopoldo María Panero pasando por Novalis, oración y elegía con esa vocación obicua donde afirma: “Camino hacia el Todo/ para no ser nada.”.

Si la vida es un camino de demolición también lo es de aprendizaje, porque vivimos para aprender a morir, parafraseando el aserto de Montaigne, esa es la tragicomedia del sobremuriente, que apenas recién nacido ya es consciente de su postrera desaparición, es en ese tiempo donde se fragua la memoria que ha de pervivirnos y que aquí se plasma en alegoría para hilvanar un discurso aparentemente hermético como expresión profética del por venir.

Las dos partes que siguen, “Las razones del corazón” y “Hit et nunc”, son más breves y más intensas, integradas por nueve y siete poemas respectivamente, donde Zerón da rienda suelta a sus sentimientos, no hay más que leer el sobrecogedor “Poema para mi hija”, donde expresa: “Solo te pido que pongas/ tu corazón a resguardo/ del sol de la impotencia”, y, sobre todo, “Cuatro poemas para Ada”: “Ecfrasis de la tormenta”, “Ars amandi”, “Playa de Poniente” y “Ars amandi (variación)”, que el poeta dedica a su compañera de versos.

Pero si hay un rasgo característico de todo el poemario ese son los ojos que configuran la mirada, impaciente, inquieta, pues “no puede dejar de mirar” aunque no vea más que el misterioso y fascinante abismo que sólo la memoria escrita es capaz de salvar.

En definitiva, la lectura de Zerón nos deja un poso que recuerda a Celan o a Cioran, como ellos nos embriaga y nos desasosiega pues el tiempo imperecedero abre llagas “en el hoy de este instante”.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez
 
 
Reseña publicada en el nº 2 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea
 
 
 




2 comentarios:

  1. Gregorio, te felicito por tan buena reseña aunque he de aclarar que difiero en que se halla ejercido sobre mí tal magisterio. Los que formamos el grupo Empireuma hemos aprendido siempre los unos de los otros.
    Por lo demás, ya te digo, me ha gustado tu parecer sobre este magnífico libro de José Luis.
    Ada Soriano

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