La Condesa Sangrienta
Alejandra Pizarnik
Libros del Zorro Rojo, Buenos Aires, 2014
Libros
del Zorro Rojo publica un clásico de la literatura argentina, y
latinoamericana, del siglo XX, La Condesa
Sangrienta, de Alejandra Pizarnik (1936-1972), fiel
exponente del malditismo por su azarosa vida y su drástico final. La
editorial barcelonesa, con sede en Buenos Aires y México D. F.,
reedita una obra singular, única, que vio por primera vez la luz en
la revista Testigo en 1966, y
posteriormente en
forma de libro en Editorial Aquarius, en 1971, y
que en esta ocasión se presenta en
una bellísima edición en tapa dura con unas espectaculares
ilustraciones de Santiago Caruso.
El
dibujante argentino es un experto en ilustrar pasajes de pesadilla,
basta citar su trabajo en El horror de Dunwich (Libros del
Zorro Rojo, 2012) de Howard Phillips Lovecraft, y, sobre todo, en Los
cantos de Maldoror (Valdemar, 2016) del conde de Lautréamont,
para definir un estilo barroco, expresionista y deliberadamente
decadente, que destila un erotismo de corte sádico, que en su visión
infernal recuerda a las pinturas de El Bosco y Pieter Brueghel el
Viejo. Los dibujos de Caruso, en blanco, negro y rojo sangre,
subrayan la oscura prosa de Pizarnik, fría e hiriente, que reseña
la leyenda de la condesa Erzébet Báthory, un siniestro personaje
que inspiraría la novela Carmilla (1872),
del escritor irlandés Sheridan Le Fanu, auténtico precedente del
celebérrimo Drácula (1897)
de su compatriota Bram Stoker.
La
Condesa Sangrienta es la prosa más
extensa de Pizarnik, conocida, sobre todo, por su poesía de
influencia surrealista, con obras como Los trabajos y las noches
(1965) y Extracción de la piedra de la locura (1968). Prosa,
sí, pero de un lirismo sobrecogedor, que conjuga ensayo y narración
con verdadera maestría, de esta forma Pizarnik se inventa un género
híbrido entre la poesía, la crítica literaria y la prosa para
distanciarse conscientemente de la poesía que la venía
caracterizando, a través de una historia verdaderamente grotesca, la
vida de una condesa húngara del siglo XVII conocida por ser la
“asesina de 650 muchachas”. Un relato cruel y perturbador
que cuenta con una introducción, de título homónimo, y se
estructura en once capítulos, en realidad breves estampas donde se
narra la truculenta vida de Erzsébet Báthory en su castillo de
Csejthe, en los Cárpatos.
En
la introducción la autora dice basarse en los documentos y
relaciones recopilados por Valentine Penrose (1898-1978) sobre tan
insólito personaje, para ofrecernos su propia versión con un estilo
extravagante que supuso un punto de inflexión en la carrera
literaria de la poeta argentina pues no se limita a una mera crónica
de los hechos, sino que va más allá al elaborar un poema en prosa
que supera la intención del poeta surrealista francés, al
concentrarse en la descripción de “la perversión sexual y la
demencia de la condesa Báthory”.
Los
diferentes capítulos, que Pizarnik introduce con citas de escritores
malditos, como Sade,
Rimbaud, Baudelaire o Artaud, y de autores contemporáneos que
le influyeron en su
período parisino, como
Sartre o Paz, entre otros
tan peculiares como Gombrowicz o Milosz,
se
pueden agrupar en dos
partes según su temática,
así los cuatro primeros
capítulos se concentran en la descripción de los diversos métodos
de tortura perpetrados por la siniestra condesa: "La
virgen de hierro", "Muerte por agua", "La jaula
mortal", "Torturas clásicas”. Los
siete capítulos restantes hacen un recorrido desde sus orígenes
familiares en “La fuerza de un nombre” hasta su condena y muerte
en “Medidas severas”. Especial
atención merece el capítulo “El espejo de la melancolía” por
el lirismo de su lenguaje y la minuciosa y brillante descripción que
realiza del mal de
la melancolía: “en
su época una melancólica significaba una poseída por el demonio”.
En
definitiva, Alejandra
Pizarnik nos ofrece un
relato terriblemente
bello,
que a partir de hechos históricos reconstruye una existencia
obsesionada por “alejar
a cualquier precio la vejez”
a través de la magia negra. La
Condesa
Sangrienta
ha quedado como un experimento “obsceno” y un efecto
literario del
desequilibrio emocional de su autora.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Interesante reseña para despertar el interés de leer a una autora que nos dejó demasiado pronto.
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