jueves, 28 de diciembre de 2017

Tópo. David Trashumante

 
 


Tópo
David Trashumante
Amargord Ediciones, 2016
 
 
Tópo es el sugestivo título con el que David Trashumante publica su quinto poemario y lo hace en el número 30 de la emblemática colección Transatlántica/ Portbou de Amargord Ediciones, que dirige Edmundo Garrido. Tras la notoriedad alcanzada con El amor de los peces (Unaria Ediciones, 2014) y A Viva Muerte (Baile del Sol, 2015), el poeta logroñés afincado en Valencia sube un peldaño en la ascendente carrera de fondo que viene desarrollando con total entrega desde 2006 Parole, parole y otras palabras, y que destaca en el panorama actual como una de las voces más versátiles y comprometidas por su po-ética y su peculiar y apasionado modo de comunicarla.
El volumen cuenta con un interesante comentario de contraportada que firma Bartolomé Ferrando y que nos introduce en la complejidad de un libro que supone un reto apasionante para el lector ávido de nuevas aventuras poéticas. El texto de Ferrando apunta las múltiples lecturas que la obra nos ofrece como una encrucijada de caminos donde lo verdaderamente importante es caminar.
David Trashumante dedica el poemario a su fraternal amigo Eddie J. Bermúdez, compañero de Poetiks, y lo abre con doce citas de poetas que le han influido positivamente, es el caso de Raúl Zurita, Dionisio Cañas, Jorge Riechman, Chantal Maillard, Antonio Méndez Rubio y Arturo Borra, poetas afines en la (de)construcción y (re)construcción del discurso poético para hallar una nueva forma de expresión que se sitúa en los márgenes y que pone el acento en las inquietudes del hombre contemporáneo. Una poesía de tintes sociales repleta de imágenes deslumbrantes, próximas al surrealismo, que se hace eco de los problemas y preocupaciones del individuo como sujeto activo y librepensante.
David Trashumante consigue dar un paso más allá al dislocar la lógica del discurso en un ejercicio de estilo que experimenta con los límites del lenguaje para tratar de suspender el sentido de un sistema que nos enajena. Así el poeta nos presenta un discurso entrecortado donde el silencio, expresado en el blanco de la página, se constituye en otro lenguaje, que se hilvana con la palabra como expresión de la sensibilidad y la necesidad del poeta de decir o callar, para ello no duda en recurrir a toda una batería de signos que dan forma a una manera particular de poetizar el mundo y sus circunstancias con una clara vocación crítica, en consonancia con el activismo poético del que hace gala su autor, hasta el punto de convertirse en el rostro más visible del movimiento que aúna lírica y performance.
Paréntesis, corchetes, barras, puntos suspensivos, guiones, subrayados, puntos taquigráficos, braille, inserción de versos en inglés, números, notas a principio de página. Trashumante se sirve de todo tipo de signos ortográficos y visuales para deshacer o rehacer el discurso, que por otra parte se presenta vehemente, vivaz, que agita y que se sitúa en primera línea de la vanguardia con una audacia y sinceridad dignas de encomio.
El poemario se presenta sin una estructura externa que organice el conjunto, se trata más bien de un continuum donde el poeta se expresa sin tapujos, con entera libertad, y emplea para ello recursos como la aliteración y la repetición, que le permiten comunicar con contundencia un mensaje cargado de intertextualidad.
Los versos de David Trashumante se constituyen en un poema río que se nutre de múltiples afluentes, adoptando una forma minimalista que en ocasiones se torna muda, y que apela a la complicidad del lector para rellenar los huecos que el silencio genera, un silencio que aquí se constituye en un segundo lenguaje que paradójicamente, y en consecuencia, intensifica y complementa al escrito, al verbal.
En ocasiones los versos, desmembrados, desgarrados, tienden a adoptar la forma de aforismo, veamos con detalle algunos ejemplos significativos:


// el sonido es blando como el barro//
// ¿y si expresar tan solo fuera exhalar?//
// así el discurso devora las bocas//
// el topo excava un nicho para lo dicho//

El poemario resulta atípico en muchos aspectos, así, por ejemplo, no viene impreso con la paginación habitual sino que opta por la numeración de los versos, que incluye los espacios que el autor ha ido omitiendo voluntariamente, y que desembocan en 1690: año de de publicación de An Essay Concerning Human Understanding, de John Locke, una efeméride que el autor repite sucesivamente hasta en seis ocasiones para recordarnos que llevamos más de 300 años luchando para conseguir hacer carne sus palabras, y que se erige en verdadera tesis que le permite justificar todo lo dicho (y lo no dicho) en los 1690 versos precedentes.
  
En definitiva, David Trashumante camina alto, sin red, por el alambre de la conciencia en un poemario consecuente por su contenido y audaz por su propuesta, que, sin duda, marca un decidido punto de inflexión en su poética, lejos del mundanal ruido de los cenáculos literarios, que sale a pie de calle para vociferar sus ideas poéticas.
 
Gregorio Muelas Bermúdez
 
Reseña publicada en el nº 0 / 1 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea.
 





martes, 26 de diciembre de 2017

Contra las cosas redondas. Jesús Jiménez Domínguez

 
 


Contra las cosas redondas
 Jesús Jiménez Domínguez
 La Bella Varsovia, 2016
  
La Bella Varsovia publica el nuevo poemario de Jesús Jiménez Domínguez (Zaragoza, 1970), Contra las cosas redondas, un título curioso y significativo para su tercer libro de poesía, tras los premiados Fundido en negro (DVD, 2007), con el que obtuvo el Premio “Hermanos Argensola”, y Frecuencias (Visor, 2012), que mereció el “Ciudad de Burgos”. Trabajos que lo situaron en la órbita de la mejor poesía española de los últimos años y que ahora se afianza merced a la encomiable labor de Elena Medel, quien acierta a editarlo con una sugerente fotografía de cubierta de José Laíño, que actúa como tesis visual del libro.
Lo primero que destaca es su compleja estructura, el libro se divide en cinco grandes apartados introducidos por una preposición (ante, bajo, cabe, con y contra) e integrados por siete poemas cada uno, treinta y cinco composiciones de largo aliento, desbordante imaginación e impecable hechura.
El poemario se presenta con unas “Credenciales” donde el autor se hace par con el instante de «los días, llegando de uno en uno» porque «al pasado —para qué— no le pido cuentas» y «del porvenir sé lo justo». En “Café solo” afirma que «Dios hizo el mundo» pero que los poetas «lo mantienen en continuo funcionamiento». En “Rimbaud regresa a casa” exclama: «Mañana, que palabra tan grande para una página tan pequeña». Como se puede apreciar, el discurso de Jesús Jiménez Domínguez no carece de sentido del humor y despliega con fina ironía infinidad de posibilidades, de caminos transversales por donde fluyen libres los versos con vocación de crítica.
La poética de Jesús Jiménez Domínguez se nutre de las cosas que configuran nuestro mundo y su devenir, que le llevan a densificar su discurso en aras de abarcar una realidad vastísima que la «Poesía, la alumna aventajada de la luz» le permite asir en armonía. El autor reflexiona sobre múltiples temas, como la Historia Universal, que en “El escriba sentado (Musée du Louvre)” define como «una larga espera, una gran vacilación / y una pequeña, vaga esperanza», y el Tiempo, como en “Larga duración”, donde se hace eco de civilizaciones que «se alzan y se abisman», y en “Perder la cabeza”, donde a propósito de Hölderlin confiesa: «la Historia, viuda del Tiempo».
Existe, además, en su poesía una veta culturalista que el autor sabe conjugar con maestría, algo que se hace notar en poemas como “MCMLXX”, por donde desfilan Hendrix, Mishima y George Harrison; en el mencionado “Larga duración”, donde se superponen «las ínfimas caídas del Imperio Romano, del Titanic, / de la manzana colérica de Newton, del Tercer Reich, / de Wall Street en el 29»; en “La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp (Rembrandt. Galería Mauritshuis, La Haya)”; o en esa “Biblioteca de barrio” donde se hacinan las tragedias de Shakespeare con «los libros oscuros y pesarosos, apilados como nichos» de Emily Dickinson, Vladimír Holan u Ossip Mandelstam.
Anteriormente hacía mención del ingenioso sentido del humor que el autor atesora, y cito ahora un ejemplo paradigmático, contenido en el poema “Helada”, donde manifiesta: «Un asistente al Encuentro Anual de Nihilistas / se pierde en medio de la nada y Nadie, su alcalde / y único habitante, parte sin demora a buscarlo». El resto no tiene desperdicio.
En ocasiones la poesía, y la inventiva, de Jesús Jiménez Domínguez desbordan diques, formas, y se hacen prosa lírica que incide en una realidad, a menudo, adversa, que se evade sin demora hacia los límites imperceptibles de un tiempo inasible, en desbandada. Así sucede en “Enseñando a hablar al eco”, donde el insomnio de la razón crea sombras a imagen y semejanza de nuestros miedos más íntimos.
Jesús Jiménez Domínguez también demuestra ser un poeta cosmopolita, que viaja y canta, no sin cierto estupor y con ribetes de sátira, a la capital de Italia, «llena de cruces», en “Días de adviento” y “Roma, ciudad tachada”; y a Portugal, de «sábanas tendidas en las fachadas», en “De profundis (Oporto en sepia)”, y en “Hotel Lawrence”, donde evoca la Sintra de Byron, «el mayor poeta de Inglaterra».
Pero es en el poema que da título al libro donde condensa su mensaje, así al comienzo dice el poeta: «Amamos las cosas redondas pensando / que han de ser eternas y amables y perfectas», para oponerse al final con «las cosas informes», imperfectas, imprecisas, irregulares, porque la belleza se marchita en la tersura de la intemperie y requiere de taras, abolladuras, dobleces para permanecer intacta. No podría titular mejor Jesús Jiménez Domínguez su nuevo poemario pues deviene en alegoría de un mundo desordenado, en quiebra, que parece pasearse por los espejos cóncavos y convexos de Valle-Inclán.


Gregorio Muelas Bermúdez

Reseña publicada en el nº 0 / 1 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea.