Huellas
Antonio Martínez i Ferrer
El Taller del Poeta, Pontevedra, 2013
Publicado por
la editorial gallega El Taller del Poeta, Huellas,
del poeta alcireño Antonio Martínez i Ferrer, es un poemario breve e intenso,
breve por la extensión de sus poemas, de entre tres y dieciséis versos, donde abundan las
composiciones con aliento de haiku y tanka; e intenso por el tono, con altas
dosis de romanticismo: en la estructura
del nido/ nace un romance/ con voz de alameda/ sembrada de fantasías/ Tú, y
la forma, el verso libre y los frecuentes encabalgamientos aportan al texto un
ritmo vertiginoso.
Autor tardío,
pues compuso su primer poemario después de cumplidos los sesenta años, Antonio
Martínez i Ferrer tiene en su haber algunas obras avaladas por la crítica y
respaldadas por importantes editoriales, es el caso de El rumor del patio (Editorial Germanía, 2003) y Corre,
corre, niño de arena (Ediciones Baile del Sol, 2009). Ahora, con Huellas, demuestra poseer una voz
madura, capaz de transmitir sinceridad y pasión.
Estructurado
en torno a seis apartados: Cosas, Trazos, Encuadres, ¿Me llamas?,
Distancias-encuentros y Reencuentros, precedidos por un prólogo del editor y
poeta Fernando Luis Pérez Poza y una cita de José Viñals, Antonio Martínez i
Ferrer nos ofrece un conjunto de poemas que señalan un camino marcado por
versos que a modo de huellas pretenden dejar constancia de encuentros, de momentos,
hurtando instantes al olvido que orilla el torrente de la memoria. Nos
encontramos ante poemas de bella factura donde el poeta, desde una soledad que
semeja un destierro, entre la ensoñación y el silencio, se dirige a la amada
ausente: Te comunico que estoy muriendo
solo. El poeta nos habla de largas miradas indescifrables, de despedida,
sin embargo se impone el deseo, los abrazos y los besos encuentran su lugar en
la penumbra, pero también hay locura, ansia y grito, el poeta sufre: Malherido me abandonas/ en el hueco del
sufrimiento; no obstante, el deseo atempera la espera.
Nos hallamos, pues,
ante un poemario donde la herida se traduce en preguntas, donde la naturaleza
humana se funde con el paisaje para converger en un todo al que amenaza la
nada. En definitiva belleza transida de dolor, donde sólo la concisión y
precisión de los versos parece limar su aspereza.
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