sábado, 17 de octubre de 2015

Huellas. Antonio Martínez i Ferrer

 
 
 
 
Huellas
 
Antonio Martínez i Ferrer
 
El Taller del Poeta, Pontevedra, 2013
 
 
 
Publicado por la editorial gallega El Taller del Poeta, Huellas, del poeta alcireño Antonio Martínez i Ferrer, es un poemario breve e intenso, breve por la extensión de sus poemas, de entre  tres y dieciséis versos, donde abundan las composiciones con aliento de haiku y tanka; e intenso por el tono, con altas dosis de romanticismo: en la estructura del nido/ nace un romance/ con voz de alameda/ sembrada de fantasías/ Tú, y la forma, el verso libre y los frecuentes encabalgamientos aportan al texto un ritmo vertiginoso.
Autor tardío, pues compuso su primer poemario después de cumplidos los sesenta años, Antonio Martínez i Ferrer tiene en su haber algunas obras avaladas por la crítica y respaldadas por importantes editoriales, es el caso de El rumor del patio (Editorial Germanía, 2003) y  Corre, corre, niño de arena (Ediciones Baile del Sol, 2009). Ahora, con Huellas, demuestra poseer una voz madura, capaz de transmitir sinceridad y pasión.
Estructurado en torno a seis apartados: Cosas, Trazos, Encuadres, ¿Me llamas?, Distancias-encuentros y Reencuentros, precedidos por un prólogo del editor y poeta Fernando Luis Pérez Poza y una cita de José Viñals, Antonio Martínez i Ferrer nos ofrece un conjunto de poemas que señalan un camino marcado por versos que a modo de huellas pretenden dejar constancia de encuentros, de momentos, hurtando instantes al olvido que orilla el torrente de la memoria. Nos encontramos ante poemas de bella factura donde el poeta, desde una soledad que semeja un destierro, entre la ensoñación y el silencio, se dirige a la amada ausente: Te comunico que estoy muriendo solo. El poeta nos habla de largas miradas indescifrables, de despedida, sin embargo se impone el deseo, los abrazos y los besos encuentran su lugar en la penumbra, pero también hay locura, ansia y grito, el poeta sufre: Malherido me abandonas/ en el hueco del sufrimiento; no obstante, el deseo atempera la espera.
Nos hallamos, pues, ante un poemario donde la herida se traduce en preguntas, donde la naturaleza humana se funde con el paisaje para converger en un todo al que amenaza la nada. En definitiva belleza transida de dolor, donde sólo la concisión y precisión de los versos parece limar su aspereza.


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