Malas compañías
Juan Ramón Barat
Asociación de Escritores y Artistas Españoles, Madrid, 2006
Lo primero que llama la atención del volumen que nos
ocupa es el propio título, Malas
compañías, merecedor del XVII Premio
de Poesía “Blas de Otero” 2005 del Ayuntamiento de Majadahonda, parece aludir a
las dos caras de una misma moneda: por una parte a la influencia negativa de
personas nocivas, y por otra al maquiavélico interés que gobierna el devenir de
empresas que explotan recursos económicos y humanos, por tanto nos hallamos
ante un texto con vocación de denuncia, que pone el acento en cuestiones
eternas: la vida y la muerte, el tiempo y el destino. Juan Ramón Barat despliega
una escritura bella y diáfana, con un estilo en apariencia sencillo pero de una
profunda carga emocional que parte de lo cotidiano para ahondar en las raíces
de una realidad adversa. Con este libro Juan Ramón Barat alcanza una cima de la
poesía metafísica, en sus versos las inveteradas preguntas adquieren una
dimensión telúrica, con elegancia y precisión, Barat va trazando un mapa de
lugares comunes pero con una óptica muy personal.
El libro, constituido por poemas en general breves y
en su inmensa mayoría con versos heptasílabos y endecasílabos, consta de cinco
partes. En la primera, “Amarga miel del sueño”, Barat se sabe aire que corre
por los caminos del azar, de sombra en sombra, hasta hacerse carne, milagro absurdo de la vida. (“Acaso”).
El paisaje, sobre todo el mar, se erige en marco donde la memoria motiva hondas
reflexiones sobre el devastador paso del tiempo.
En la segunda parte, que da título al libro, la
palabra se esencializa para describir un mundo que se desgarra por la herida de
la muerte, así en “Epigrama funerario” se emparenta con la noche: su lento caer es una lápida de sombras sobre
el mundo, y en “El espejo” éste nos devuelve la imagen de un fantasma, de
un alma desnuda.
En la tercera parte, “La hermosa lumbre”, la noche
adopta todo el protagonismo, así el poeta siente la luz como un don que riega
un mundo sembrado de sombras, y se sorprende llorando ante el espectáculo del
cielo estrellado de “Medianoche”, que le recuerda la fugacidad y la finitud de
toda belleza, pero la noche también es el escenario de una cruenta batalla con
la oscuridad, de ahí la significación del calor de la lumbre y la luz candorosa
que le permiten atravesarla en paz.
En la cuarta parte, “Liquidación de existencias”, la
noche continua siendo el escenario de muchos poemas pero con un barniz de
amargura, como el de la jarra de cerveza, la vida o el amor. La poesía es el
instrumento que el autor emplea para vengarse del tiempo, que erosiona sin
piedad a las criaturas que queremos, el poeta asume la irrealidad de una vida
condenada a la desaparición pero no obstante apela a la libertad de elegir
entre la sumisión o la rebeldía. Así en “Bancarrota” el hombre en su empeño por
alcanzar la eternidad paga con la moneda de su fe y sus sueños un alto precio para
irremediablemente acabar cumpliendo el aciago destino que le aguarda.
En la quinta y última parte, “Rosas amarillas”, se
agrupan los poemas más extensos del libro, donde el autor hace un recuento de
daños y donde la escritura se revela, a modo de poética, como un veneno que hay
que expulsar para aligerar el corazón del peso de los recuerdos que evocan unas
gafas reencontradas, unas rosas amarillas en una curva, y dar rienda suelta a
la nostalgia a través de las lágrimas.
En definitiva, Juan Ramón Barat plantea un discurso
poético con tintes filosóficos y emocionales que si sitúa en las antípodas de
cierto hermetismo muy en boga. Barat quiere hacerse comprensible merced a un
estilo sobrio y elegante que abunda en comparaciones. Mucho de autobiográfico hay
en estos versos donde la anécdota sirve como resorte para profundizar en los
recuerdos –de infancia, de familia- y hallar el más puro deslumbramiento. Sin
duda una buena compañía la de esta poesía con vocación de compartir con el
lector una experiencia vital que discurre contra el tiempo.
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