Luz de los escombros
Manuel García Pérez
Editorial Germanía, Alzira, 2013
La editorial Germanía publica el primer poemario del
escritor oriolano Manuel García Pérez, que con el sugestivo título de Luz de los escombros demuestra poseer un
universo lírico propio, de una belleza singular, una propuesta en las antípodas
de la estética almidonada, que ahonda en paisajes sombríos para extraer la luz
que anida al fondo. En este sentido, podemos definir la poesía de Manuel García
Pérez como un destello en las tinieblas por lo que tiene de indagación, de
reflexión, de hondura, así sus palabras, como lascas de luz, rasgan ese tupido
y negro velo que no sólo es destino indisoluble de toda vida, sino también materia
oscura sobre la que descifrar su sentido primigenio y último.
Pero
veamos primero su trayectoria literaria, centrada hasta ahora en los campos de
la narrativa y el ensayo. Manuel García Pérez, doctor en Filología y licenciado
en Antropología, ha publicado las novelas juveniles Terra d´esperits (2005), La
memoria del cuervo (2010) y Rostros
de tiza (2012), esta última también en Germanía, además de publicar
artículos relacionados con temas docentes y de Lingüística Textual. Sin
embargo, fue en la poesía donde inició su carrera literaria, ganando en 1998 el
Premio Nacional Creación Joven de poesía de Murcia, y algunos de sus poemas han
aparecido en diversas antologías.
Introduce el libro un inquisitivo prólogo de José Luis Zerón Huguet donde
comenta algunas de las claves de la poética de Manuel García Pérez, y que nos
predispone para una lectura que nos sumerge sin ambages en espacios desolados,
difíciles de transitar y no obstante prodigiosos por lo que tienen de evocación
y elocuencia.
En
cuanto a la estructura, el poemario se divide en tres partes cuasi simétricas.
En la primera, que lleva por título “Diseminaciones de la escritura”, el autor
define su poesía: “Esta escritura resurge/ por indelebles espacios, /es
inconsistente / aunque defina cuantos vástagos de la vid/ son arrastrados por
las aguas.”; y da título al libro: “La luz alumbrará/ vuestros torsos como
sobre los escombros”. Nos hallamos ante una poesía en apariencia hermética y
oscura, donde el paisaje se hace eco de la mirada y refleja el interior atormentado
del poeta.
En la
segunda parte, “Si no fluyeran los pájaros”, el lenguaje discurre por los
mismos vericuetos, he aquí una loable unidad en la manera de poetizar y
filosofar sobre las cosas de la vida y su reverso. Sorprende su asombrosa y
vívida capacidad descriptiva para hacer físico y patente aquello inerte, y su
empleo de vocablos inusuales: gredales,
varga, gerifaltes, ninfosis, etc.
La
tercera parte, “Hendiduras que las serpientes habitan”, reúne poemas algo más
breves, pero más densos si cabe, como prolongación de un discurso violento, de
una inacabable batalla entre la luz y la sombra, entre el fuego y la ceniza,
pero a veces la luz también es sinónimo de renuncia, de cesura, de
evanescencia.
En definitiva,
Manuel García Pérez demuestra poseer una voz madurada en el silencio de la
escritura y su poesía es reflejo claroscuro de una vida estoica e intensa. Una
lectura estremecedora que nos pone sobre aviso de un poeta que a la manera de
un Paul Celan nos recuerda que la vida es interludio procaz, rito de paso, intermitencia
de la muerte abarcadora.
Un libro excelente.
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