Ahora es la noche
Carlos Alcorta
Valparaíso Ediciones, Granada, 2015
Carlos Alcorta es uno de los poetas más destacados
del actual panorama nacional, el escritor cántabro posee ya una obra
consolidada, que además de la poesía abarca la crítica y la traducción, una
obra que se inicia en 1988 con Lusitania (Biblioteca
del Vigía) y que, pasando por la antología Ejes
cardinales. Poemas escogidos 1997-2012
(Renacimiento, 2014), llega a su más reciente producción, Ahora es la noche, que ha publicado Valparaíso Ediciones en el
número 53 de su prestigiosa colección de poesía, dirigida por Javier Bozalongo.
El poemario que nos ocupa, cuyo título alude a un
tiempo inmediato, este ahora del que la noche se ha adueñado, con referencia a
la crisis social y económica que padecemos, se abre con tres significativas
citas, del clásico latino Virgilio hasta los contemporáneos e influyentes poetas
norteamericanos C. K. Williams y Charles Wright, cuya impronta y magisterio se
deja sentir a lo largo del poemario.
El libro se divide en cuatro apartados, con asuntos
temáticos diferentes pero complementarios, y prácticamente simétricos, así en
la primera parte, “Un esclavo salvaje”, Alcorta reflexiona sobre el instinto y
el deseo, sobre la necesidad de sublevarse contra el miedo que amansa y
domestica porque la vida no es un juego.
No poco de autocrítica contienen estos versos, a través de un discurso
imparisílabo, el poeta reconoce su deuda ante el espejo, narcotizado por ese
“estupor mundi” que constantemente le circunda, sin embargo, el poeta sabe,
como T. S. Eliot, que todo fin alberga la posibilidad de otro principio.
En la segunda parte, que lleva por título “La
manzana de Adán”, Alcorta adopta un lenguaje sensual e irónico, que revela las
inadvertidas consecuencias que provoca el deseo cuando se aproxima al pecado, pero
el deseo también posee un lado oscuro cuando el dolor esconde placer por ganar
un día al tiempo en fuga.
La tercera parte, titulada “Tomas de exterior”,
supone un viaje de vuelta a lugares que por su significación han dejado una
honda huella en la memoria del poeta, que parte del interior de una habitación
forrada de libros, donde deambulan escritores y personajes de todo tiempo, desde
donde recrea en su imaginación lugares del mundo que reúnen partes de la
historia, al menos de la del poeta, con un aura de nostalgia, como Sounion, San
Zeno Maggiore o la bahía de Txindugi.
En la cuarta y última parte, “La mañana o el
vértigo”, los poemas parten de anécdotas cotidianas que el poeta eleva a la
categoría de impresiones líricas: la pugna entre la luz natural y la artificial
de una mañana cualquiera, con las notas de oboe que interpreta el hijo como
breve asidero a esa felicidad abstracta que ayuda a olvidar los graves asuntos que trastornan/ el
equilibrio de la convivencia; el gesto de un conductor anónimo en “Necesidad
del héroe”; el sol que invade el espacio doméstico de la cocina y que dibuja el
“contorno del vaso” al hilo del pensamiento; o la visión de una gaviota
hambrienta en el inactivo paisaje portuario de los domingos.
Carlos Alcorta nos ofrece un discurso de alto vuelo
donde la belleza del lenguaje se pone al servicio de un pensamiento crítico,
Alcorta nos demuestra que prácticamente todo es materia poetizable, así destaca
su capacidad descriptiva en poemas, de larga extensión la mayoría, donde
reflexiona sobre el yo, el mundo y sus circunstancias, empleando para ello un lenguaje
sencillo en apariencia, que abunda en paralelismos, y donde aúna con sabiduría
lo coloquial y lo culto. El definitiva, nos encontramos ante un poemario que
nos invita a mirar las cosas de otra manera y sobre todo a reflexionar a la luz
de una conciencia que se sabe propia y ajena.
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