El Testamento de la Rosa
Heberto de Sysmo
Ediciones Cardeñoso, Vigo, 2014
Heberto de Sysmo, seudónimo literario del escritor
valenciano José Antonio Olmedo López-Amor, es un autor con una proyección
meteórica, que en apenas dos años ha pasado de ser una promesa a un valor firme
y seguro, los numerosos premios y menciones que ha cosechado durante este
período avalan su ascendente trayectoria, que permite vaticinar una carrera tan
perdurable como exitosa.
Su nuevo poemario, El Testamento de la Rosa, publicado por ediciones Cardeñoso y
finalista en el VI Certamen de Poesía “Poeta Juan Calderón Matador” 2014, se
trata de su segundo poemario publicado y el primero en solitario, pues el
anterior, Luces de Antimonio, volumen
XI de la Colección “Algo que Decir” del Ateneo Blasco Ibáñez, lo publicó en noviembre
de 2011 con su tío, Okoriades Varacri. En ese primer poemario Heberto reunió en
250 páginas composiciones de las más diversa índole, desde poemas de juventud a
otros experimentales, donde ya se advierte la inquietud y afán de superación y
riesgo de un autor conocedor de la obligación del poeta de crear lenguaje, de
innovar e incorporar nuevos registros, en este sentido Heberto es un sagaz
investigador del lenguaje y notable creador de neologismos, que además gusta de
rescatar arcaísmos y cultismos para enriquecer y embellecer su discurso,
siempre desde el respeto a la tradición clásica, siendo un gran cultivador de
su forma más perfecta, el soneto, el cual practica tanto en rima consonante como
en verso blanco.
Sin embargo aquí, en el Testamento de la Rosa, Heberto no se deja llevar por los cantos de
sirena de la poesía clásica y decide apostar por una forma y un lenguaje más
contemporáneo, acorde con los tiempos de crisis que nos toca vivir, así el
poeta adapta su lenguaje a la realidad para cantar sin desencanto las muchas
virtudes que aún nos quedan y denunciar algunos, si no todos, de los grandes
defectos que nos acucian, pues Heberto es consciente, como intelectual activo y
comprometido, que sólo por el lenguaje se puede dar el cambio, un cambio de
rumbo que nos encauce en la dirección correcta.
Heberto tiene la virtud y la osadía de adoptar un
símbolo en apariencia tan manido como la rosa para darle una magistral vuelta
de tuerca y mostrarnos un rostro nada amable de las circunstancias y las cosas
que conforman nuestro mundo. Así la rosa se muestra frágil en la intemperie de
los hombres, pero también incólume frente a las adversidades y es su obstinada
resistencia la que permite invocar a la esperanza como una mota de luz
esplendente en la oscuridad.
Con un lenguaje altamente expresivo, rico en matices
y sugerente en extremo, Heberto se hace eco de los problemas sociales con un
aguda crítica que denuncia la inacción y el conformismo que devienen en una
general ausencia de compromiso, que se manifiesta en un gran silencio colectivo
que no hace más que otorgar legitimidad a una injusticia cada vez más institucionalizada.
Los versos de Heberto de Sysmo nos sumergen en un
viaje iniciático por espacios urbanos e infectos, entre tinieblas. Callejuelas,
suburbios, infaustas avenidas, son el escenario de una cruenta lucha entre el
bien y el mal, entre la virtud y el pecado, pero donde aún es posible el
milagro, pues el espíritu, aunque moribundo, aún late como un corazón delator,
como posible y necesario recinto de subversión frente al desigual orden
establecido.
El volumen, que Heberto dedica a su madre (rosa entre las rosas), se abre con un
extenso y apasionado prólogo del poeta valenciano Blas Muñoz Pizarro, que con
acierto titula Atrio y donde dialoga con el autor al hilo de las reflexiones
que con agudeza e ingenio va trazando sobre los diferentes aspectos que
integran el libro, desgranando el contenido de las diversas partes y culminando
con una sentida coda personal donde da cuenta de su fraternal amistad con los
mejores deseos para un poeta y un poemario que desde el mismo título, tan
hermoso y sugerente como el dibujo de la portada, obra del joven pintor
surrealista valenciano Julio Viadel, son el bello prolegómeno de un libro que
se articula en torno a tres grandes apartados: Imperfección, Transformación
y Revelación, a través de los cuales asistimos
a un trepidante proceso metamórfico, donde la rosa, alter ego del autor, es
testigo, entre frescas fragancias y pestilentes efluvios, de la erosión de los
valores, de la caída en un tiempo de abulia y desazón. No obstante, el
testamento que erigen estos versos lejos de ser la última voluntad de una
esperanza ninguneada por múltiples intereses, acaba siendo un eficaz revulsivo
contra la falta de fe y bondad en el mundo. En consonancia resulta muy efectiva
la manera sutil de intercalar breves poemas en cursiva a modo de contrapunto,
como necesario asidero para el lector activo, como si la voz de la esperanza
articulara un discurso paralelo.
En la primera parte, Imperfección, advertimos un tono oscuro y expresionista, así los
dos primeros poemas, “Espectros en la niebla” y “No hay Dios en los suburbios”
dan cuenta de una realidad tan cruda como fantasmagórica merced a un empleo
febril de la metáfora y un vocabulario tan coloquial como erudito. En el tercer
poema, “Una obra maestra”, sin embargo, el autor introduce un tono sentimental
y melancólico, se trata de una elegía anticipada, donde el autor reflexiona
sobre ese fin ineluctable al que nos condena la vida. En “Darte de mí” y “Muda
de prejuicios” Heberto realiza un malabarista ejercicio de autocrítica que
parte de la imperfección congénita del ser humano: yo sólo alcanzo a ser el molde/
de un medio hombre, imperfecto:/ un
medio acantilado/ buscando esa mitad
del vértigo/ que lo devuelva a ser
montaña, y no abismo; para alcanzar el ejemplo de perfección de la rosa que
aunque maculada nos sigue mostrando su belleza exultante, primorosa, limpia de
prejuicios. “Los lenguajes imperfectos” es un poema ecléctico, donde Heberto se
sirve con destreza del paralelismo para trazar un puente entre la palabra y el
silencio, entre la insuficiencia del lenguaje y la locuacidad del deseo. Loable
lección la de la rosa que clama a la gallardía del ser humano como mejor aval
para aletargar el paso de una esperanza que aunque efímera se hace necesaria
para provocar el cambio.
En la segunda parte, “Transformación”, asistimos a
la irrupción de la luz de una conciencia que invoca a la esperanza, que a pesar
de los numerosos infortunios aún sigue creyendo en ella, que es capaz de
respirar el flagrante perfume que emana de la rosa pisoteada, sangrante, y
donde sólo el amor, verdadero mensaje de la rosa, puede redimirnos de la
mentira, de la maldad, del odio. En esta parte los poemas son más breves y los
versos más densos, donde Heberto hace gala de un lenguaje tan elocuente como
excelso pues nos seduce su belleza y nos conciencia su sentido.
La tercera parte, “Revelación”, está integrada por
dos poemas de ritmo endecasílabo y un tercero parisílabo, donde el autor nos
revela quién somos: cuerpo destinado a arder en la venida del invierno; el enemigo íntimo que anida en nuestro
interior y que muestra su rostro cada vez que nos asomamos al espejo; aquel que
lucha con denuedo, hasta la extenuación, en la linde del sueño, para alcanzar
el mensaje divino.
La obra se cierra con un epílogo del que firma estas
palabras, donde pretendo resaltar la vigencia y trascendencia de la rosa, con
todo su simbolismo, frente a la inmanencia de la oscuridad, que la cerca y
lacera, y sobre todo demostrar que el empleo de un lenguaje lúcido y simbólico
también sirve para denunciar los grandes males de nuestro tiempo.
En conclusión, Heberto de Sysmo nos ofrece una
poética que incide en aspectos tan actuales como eternos, que a pesar de su
enfoque testamentario pretende ser todo lo contrario, principio y no fin, a
través de un mensaje tan delicado y sugestivo como ese personaje principal que
recorre las páginas de un libro muy recomendable para este tiempo de crisis de
conciencia y de concienciación.
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