sábado, 3 de septiembre de 2016

Aunque me borre el tiempo. Reseña de José Antonio Olmedo López-Amor

 
 


Reseña de José Antonio Olmedo López-Amor en Revista Literaturas.com:
 
 
y en Acrópolis de la palabra - Blog de Heberto de Sysmo:
 
 
 
Aunque me borre el Tiempo (Círculo Rojo, 2010), es una obra poética que engloba dos poemarios: Con las palabras, con el Tiempo y No hay vado en el fuego. Gregorio Muelas Bermúdez, escritor emergente en la literatura valenciana, nos presenta su obra dividida en dos partes, dos obras tan complementarias como diferenciables.
 
Por un lado, su versificación en Con las palabras, con el tiempo, está declaradamente unida al metro clásico, mayoritariamente al verso endecasílabo, cuya máxima representación está contenida en catorce sonetos que perviven en sus hojas. Sin embargo, en No hay vado en el fuego nos ofrece concesiones al verso libre, así como una mayor utilización del eneasílabo, lo que demuestra que además de conocer los cánones, amarlos y respetarlos, el autor da buena cuenta de su versatilidad como literato.
 
La utilización de la rima consonante, asonante, o la inclusión de haikus, son evidencias de la gran variedad lírica que Muelas Bermúdez nos ofrece en esta ópera prima, riqueza que su talento sabe extender al ámbito gramatical utilizando un léxico tan implícito con las imágenes que describe como acertado por su sencillez. Esa patente sencillez, —que no simplicidad— es una desnudez en sus versos que sobrecoge; su testigo es un presente en pos de la breve sinceridad.
 
Esa condición visual de la palabra es una de las bazas fuertes en la poesía de Bermúdez, la pulcritud en la descripción del tiempo y del espacio hacen de esta poética un baluarte evocador. No hay artificio, hasta me atrevería a decir que no hay retórica, por lo menos, no forzada exageradamente, sólo Poesía en su hondo calado argumental.
 
Al leer la primera parte del libro Con las palabras, con el Tiempo, uno siente la desazón del que vive en la duda y lanza preguntas metafísicas que nadie responde, pero el poeta, no sólo dramatiza esa angustia del ser humano como lamento, sino que nos ofrece además un hilo de esperanza. El tono, solemne por musical y universalista por humano, se resuelve por ambos poemarios como si un mismo velo los envolviera, un velo de hondura y transfiguración tan agreste como espiritual, tan terrenal como divino.
 
En No hay vado en el fuego los poemas circunscriben un mosaico de versos neorrománticos, una alborada de poemas de amplia gama cromática llenos de intensidad y sentimiento. Un buen ejemplo de ello es el poema “Canto” dedicado a Rafael Puerto, amigo del autor, o “Perderás la luz”.
 
No es casualidad encontrar en esta obra referencias a Tarkovski o Bergman, brillantes cineastas admirados por el autor, pues de la misma manera que estos invadieron sus obras con intensos mensajes metafísicos y atractivas puestas en escena, Muelas Bermúdez hace lo propio, quizá en homenaje a ellos, por tanto talento ofrecido.
 
Con su poema titulado “Bella de día”, que tal vez —y dada su formación audiovisual— haga alusión a la mítica cinta de Buñuel (Belle de jour), alcanza cotas de un lirismo barroco que no deja indiferente al lector e invita a su degustación una y otra vez.
 
Pero si hay una constante en la poética de Gregorio Muelas, además de su visual pasión por lo que hace, es una omnipotente e inexorable sombra del Tiempo. El Tiempo en los versos de Bermúdez, discurre líquido, ejerciendo todo su poder como centinela; la cuenta atrás de ese imparable reloj de la muerte intenta macerar una voz que se rebela y como resultado trasciende el triunfo poético de esa experiencia vital.
 
Gregorio Muelas concibe aquí, entre otras formas, la poesía de forma melódica —por la consonancia de su rima— así como antropológica y telúrica por la profundidad de sus temáticos matices, rasgo este que lo emparenta a la poesía de José Hierro, referente rastreable por toda la obra.
 
Aunque me borre el tiempo es un libro maduro y arriesgado pese a la corta trayectoria de su autor, cualidades inequívocas del compromiso vital entre el autor y su obra; además de revelarse como el punto de partida de un letraherido en busca de sí mismo, algo maravilloso, porque no olvidemos: cuando el poeta habla de sí mismo, también lo hace de todos nosotros.

AUNQUE ME BORRE EL TIEMPO
 
Aunque me borre el tiempo,
aunque sea ceniza mi cuerpo
y se lo lleve el viento
hacia lejanos páramos desiertos,
mi voz no sucumbirá al sueño. 
Aunque me borre el tiempo,
aunque me otorgue el cielo
adioses sin consuelo,
mi voz, como el ave fénix,
alzará de nuevo el vuelo. 
Aunque me borre el tiempo,
aunque de mí no queden
más que estos pocos versos,
mientras siga vivo un recuerdo
mi voz dará música al silencio.
 
Gregorio Muelas Bermúdez

 
 
 


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