lunes, 22 de junio de 2015

La simetría de los insectos. Jorge Ortiz

 


La simetría de los insectos
Jorge Ortiz Robla
Lastura, Madrid, 2014
 
La editorial Lastura publica el segundo poemario del escritor canario afincado en Catarroja, Valencia, Jorge Ortiz Robla, La simetría de los insectos, en una bella edición dentro de su colección Alcalima.

Lastura ha apostado por un autor emergente, que anteriormente había publicado un mini poemario titulado Mitocondrias en editorial Sloper, dentro de la revista literaria “La Bolsa de Pipas” número 87. Pero Jorge Ortiz ya posee un currículum literario más que interesante con colaboraciones en diversas antologías, algunas tan conocidas como Anónimos 2.1 y En legítima defensa. Poetas en tiempo de crisis (Bartleby Editores, 2014), además posee algunos reconocimientos a su labor como microrrelatista, nos encontramos pues ante un autor con un futuro prometedor.

Jorge goza de una voz lírica muy personal, donde ya se advierte un estilo propio que sabe combinar con acierto los más diversos metros, haciendo gala de un sabio empleo del verso libre que le permite alcanzar cimas expresivas: Mi corazón , una puerta abierta/ de par en par,/ pero toda puerta crea sombras,/ retales de oscuridad en las esquinas del alma,/ como el agua que fluye bajo las piedras.

Para enriquecer aún más el conjunto, el libro cuenta con un magnífico prólogo de Joaquín Pérez Azaústre, sin duda uno de los pesos pesados de nuestra lírica contemporánea, con premios tan importantes como el Adonáis, el Loewe o el Jaime Gil de Biedma, que supone, sin duda, un extraordinario aval.

Pero qué es La simetría de los insectos, los más iniciados podrían suponer que se trata de un tratado de entomología o una aproximación a esa belleza a la que alude la simetría como rasgo de perfección, y estarían en lo cierto si en lugar de insectos hablásemos de personas y la belleza demostrase poseer aristas, porque en definitiva Jorge nos habla de la persona que mejor conoce, que es él mismo, pero con un sentido plural y desde un punto de vista existencial y lo hace en seis actos precedidos por un cuaderno de bitácora, en este sentido se podría hablar de una estructura compleja, por lo inusual, y diáfana, por su arquitectura, a un tiempo, y podemos afirmar su uniformidad, pues no nos encontramos ante una mera colección de poemas, si no ante un conjunto del todo coherente donde los poemas se suceden y ordenan de forma lógica para conformar un único poema dividido en 45 partes, por lo general breves, que es el número de poemas que componen el poemario.

El libro se inicia con un texto explicativo sobre los dos tipos de simetría que se encuentran en la naturaleza: radial y bilateral, los insectos, como nosotros, tienen simetría bilateral, y nosotros, insectos kafkianos, siempre andamos buscando nuestra otra mitad, quién sabe si en el espejo, si en el reflejo que nos devuelve el agua o en la persona amada.

Lo primero que llama la atención es la libertad compositiva de los poemas, así la disposición de los versos sobre la página nos aporta un significado metalingüístico, poseen un peso específico, en ese juego de significantes y significados que es la poesía de Jorge Ortiz, donde articula un doble discurso: uno que se hace eco de lo exterior y otro, que se expresa entre corchetes, guiones o en cursiva, donde da voz a su mundo interior, a modo de glosas o apuntes íntimos. Pero si hay algo que realmente destaca en su poesía es su vocación de crítica social, sin duda, Jorge Ortiz se eco de las injusticias que devoran nuestro mundo, podemos encontrar muchos ejemplos de denuncia, pero siempre con una estética que ennoblece el discurso y que se aleja del tono panfletario en que suele incurrir este tipo de poesía, un buen ejemplo es el poema “Papel Kraft”: Amo las bolsas de los supermercados/ y detesto las de las tiendas caras./ Su rugosidad/ sus asperezas/ sus asas de cuerda, que me recuerdan a una soga./ La hondilla que esposa el consumismo/ a nuestras muñecas.

Otro tema capital que Jorge aborda con sutileza es el amor, el amor como ese reducto desde donde es más fácil ser y estar en un mundo plagado de incertidumbres. Por tanto lo metalingüístico, la crítica y lo emocional se aúnan en una poesía que trata de encontrar sentido y compartir una manera de ver, sentir y actuar.

Con un lenguaje en apariencia coloquial y nada hermético, que ausculta la realidad cotidiana para ir más allá de las apariencias, pero que no desdeña un vocabulario tan rico como sugerente, Jorge Ortiz consigue dar a conocer su mensaje, universal por los temas que trata, y verdadero por su manera de decirlos. 

 

domingo, 14 de junio de 2015

El azul de los lápices. Rafael Correcher



El azul de los lápices
Rafael Correcher
Editorial Denes, Paiporta, 2009
 


No has visto nunca el mar

por eso coges

el azul de los lápices…

 

Con estos bellos versos del poema que da título al libro, Rafael Correcher dibuja un mar de sensaciones, de sentimientos y emociones que deja su impronta en la retina y sensibilidad del lector exigente pues exigente es la escritura de un poeta que observa el mundo con la precisión de un etnólogo para recrear una realidad que cristaliza en una poesía metafórica, de corte hermético, lúcida y serena, digna heredera de los grandes maestros de la escuela italiana, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale y Salvatore Quasimodo.

En El azul de los lápices, poemario merecedor del VI Premio César Simón, Correcher parte de lo fugaz para dotarlo de permanencia, poniendo su acento en todo lo que nos constituye y sin embargo está condenado a la desaparición o transmutación. Con poemas por lo general breves que son como destellos de luz sonora, el poeta nos ofrece su particular visión de un mundo tendido entre el indicio y la certeza de aquello que nos queda después de la devastación del sueño de la vida.

Poesía en estado puro, sensorial y meditativa, se trata de un conjunto de poemas que invitan a la reflexión y al descubrimiento pues el poeta, como ese perfecto imperfecto que con sabia intuición reordena los objetos, que en sus manos adquieren una nueva significación, es capaz de trascender anécdotas, rellenar espacios y fijar el tiempo en el perenne marco de las palabras. Sólo la inteligencia del poeta puede ahondar en la raíz de las cosas para ofrecernos una nueva manera de verlas y entenderlas. Lo que Correcher parece querer decirnos es que en un mundo sometido a un cambio constante siempre debe permanecer lo esencial de las cosas que reside en el fondo de la mirada atenta del poeta.

Correcher recorre un amplio abanico temático, que abarca desde la acerva crítica social, en poemas como “Paradise Now”, donde denuncia la beligerante situación que se padece en Palestina, o la crítica a la intolerancia e irracionalidad de la fe ortodoxa en “Galileo”; hasta una peculiar interpretación de la naturaleza, que tiene un peso específico en unos versos que parten de lo físico para ascender etéreos y filtrarse como el humo en la conciencia del lector avezado.

En conclusión, El azul de los lápices es una sutil indagación sobre la realidad que nos circunda. Como el “Rastro” o “Fósil”, Correcher tiene voluntad de dejar huella en los “Recuerdos”. La poesía es, sin duda, el mejor instrumento para trascender la realidad y alcanzar cotas de entendimiento.

jueves, 11 de junio de 2015

El himno en la elegía. Antonio Gracia

 


El himno en la elegía
Antonio Gracia
Algaida Editores, Sevilla, 2002

Tras lustros de silencio, el poeta alicantino Antonio Gracia volvió con inusitada fuerza a la palestra con Hacia la luz en 1998 y desde entonces no ha dejado de publicar periódicamente y cosechar importantes premios: Libro de los anhelos (1999), Reconstrucción de un diario (2001), La epopeya interior, Premio Fundación Fernando Rielo en 2002, El himno en la elegía, VI Premio de Poesía “Alegría” del Ayuntamiento de Santander en 2002, Una elevada senda, premio Paul Beckett de la Fundación Valparaíso en 2004, Devastaciones, sueños, XII Premio de Poesía “José de Espronceda” de Almendralejo en 2005, La urdimbre luminosa, Premio de la Crítica Valenciana en 2008, y más recientemente Hijos de Homero, II Certamen de Poesía José Verón Gormaz de Calatayud en 2009, La condición mortal (2010) y La muerte universal (Cosmoagonías) (2012), además de las antologías Fragmentos de identidad, Fragmentos de inmensidad, El mausoleo y los pájaros y Devastaciones, sueños.
El poemario que nos ocupa, El himno en la elegía, se abre con un prólogo explicativo de Ángel L. Prieto de Paula, donde hace un sucinto recorrido por la obra del autor desde sus inicios con La estatura del ansia (1975) hasta su resurrección como poeta público tras un largo período de silencio. El poemario se divide en tres partes sin más título que el número que los ordena, en total veintisiete poemas con un ritmo que ralla la perfección y el empleo mayoritario del verso endecasílabo y heptasílabo de rima libre, seguido del alejandrino.
Amanece en la sombra (Causa), así comienza esta indagación metafísica sobre la condición del hombre y su posición en la naturaleza. En esta primera parte es el anhelo de eternidad, que a menudo se trueca en dolor y muerte, el que sobrevuela unos versos armonizados por la constante referencia a la naturaleza como marco del deseo insatisfecho, pero también de la dicha plena. Sin embargo, se advierte un elevado tono de melancolía, así la oscura realidad acaba convirtiéndose en ese paisaje que el poeta ve, un mundo donde fluye la materia inerte que en verdad somos, no obstante existe un paraíso que aunque leve alivia la desolación a través de la pasión por la escritura, como si la palabra escrita fuera el único asidero posible para trascender los límites que impone la nada para seguir siendo. Las estrellas y la luna delatan la nocturnidad del alma de un poeta que busca el sosiego en la contemplación que alboroza el corazón y calma la melancolía.
En la segunda parte, la noche es el marco donde la belleza emerge y se disipa, dejándonos tras el éxtasis inicial el tormento por querer poseerla, es por ello que el hombre busca desde tiempos inmemoriales (hace un millón de años…) la luz que haga de la soledad meditación profunda, de nuevo la naturaleza adquiere un protagonismo capital como telón de fondo donde se desarrolla el drama de la existencia, un drama, sin embargo, donde aún tienen cabida el himno, el renacer y la alegría.
La tercera parte es la más breve pero también la más densa y cosmológica, en apenas seis poemas Antonio Gracia consigue el milagro de iluminar la noche y el universo con el fuego de la conciencia, de ahí la “La oscuridad fulgente” y la sombra luminosa, ese espacio donde es posible el paraíso, donde la muerte no es la nada.
Himno y elegía se reparten a partes iguales unos versos que tratan de conjurar la soledad a través de la magia de las bellas palabras, así es la vida, alegría y dolor, y en este caso tragicomedia de Antonio por su arte y Gracia.


miércoles, 10 de junio de 2015

Los secretos de la guerra. Rafael Coloma


 
 
Los secretos de la guerra
Rafael Coloma
Ediciones Bassarai, Vitoria-Gasteiz, 2002
 
Sin duda, Rafael Coloma fulgura en el firmamento de la poesía valenciana como una de sus figuras más relevantes, su peculiar estilo, fruto de una intensa labor de experimentación formal, alcanza en el volumen que nos ocupa, Los secretos de la guerra, una cota de madurez. Su poesía, única e inclasificable, parte de la prosa para desembocar en un profundo lirismo.
Publicado por la ya desaparecida editorial vasca Ediciones Bassarai en su colección de poesía, que dirigiera Kepa Murua, este poemario de título casi goyesco es un muestrario de impresiones y recuerdos dibujados sobre el asfalto de una mirada furtiva.
El volumen se abre con una enigmática cita de un editorial de El País y una frase de Roberto Bolaño sobre el (sin)sentido de la vida que nos pone sobre la pista de una lectura que discurre sin supercherías por los vericuetos de la vida y la vecindad de la muerte, nos enfrentamos ante una lectura de una autenticidad hiriente por su planteamiento descarnado y sin ambages de una realidad que irremediablemente acabará esfumándose.
El poemario se inicia con un poema fechado en Berlín en 1994, que actúa a modo de prefacio, donde el poeta se siente acuciado por la proximidad del fin, donde ese otro yo, el doble que nos creamos ante el espejo, se va desvaneciendo con el paso de los años hasta dejarnos a solas con la nada: No será fácil estar condenado al perpetuo recuento de monedas fuera de curso. Y concluye con otro poema fechado también en Berlín en el año 2000 que, esta vez a modo de epílogo, relata el último día, el encierro definitivo de alguien que anduvo por sus calles perdido.
En cuanto a la estructura, el poemario se articula en torno a tres partes. En la primera, “Los recursos del invierno”, Coloma define con atino y elegancia el oficio de la escritura: Extraer palabras a la página en blanco era el trabajo más temido en las cárceles de la luna. Parece que el poeta nos habla desde el invierno de su vida, así, desengañado de todo, desenmascara las imposturas, el juego de las apariencias, la futilidad y la fragilidad de una vida abocada a la disipación, como las nubes (y sueños) sobre los que se asienta. Se trata de poemas repletos de fantasmas, de espacios cerrados, salones y bibliotecas, donde se representa el gran circo de la vida. Además Coloma demuestra poseer una capacidad de crítica que pone el acento en los falsos placeres que nos guían, en lo superfluo de la condición humana, siempre presta a sacar beneficio del mal ajeno, y ello elaborado con un estilo aforístico que en ocasiones recuerda al más apasionado Cioran. Pero Coloma también hace gala de un mordaz sentido del humor que a modo de bálsamo le permite distender la angustia.
En la segunda parte, “La vida secreta de los espejos”, el paisaje urbano de la primera parte se transforma y el escenario se traslada a la naturaleza, ahora los bosques, el mar, la pradera o las montañas, se hacen eco de las mismas inquietudes. También se adelgazan los poemas como si las palabras fueran a fundirse con la nada o con el blanco del papel que le sirve de soporte. Recurrente es la imagen del espejo en alusión a los sueños que el tiempo ha ido abandonando al borde del camino. Sorprende la imaginería verbal de unos versos que rozan el surrealismo.
En la breve tercera parte, “La otra luna”, se hace recuento de una vida a través de los recuerdos que el tiempo en desbandada aún no ha conseguido expoliar, dejando al fin un ser inerme impelido a aceptar que la vida no es más que un previsible enigma hacia el lado frío del espejo. Una vez más las acotaciones, marca de autor, funcionan a modo de lúcida sentencia.
En definitiva, nos hallamos ante un libro complejo por la pluralidad de temas, rico en matices, de una aguda inteligencia, que disecciona con el filo de la palabra la cruda realidad, aquella que discurre paralela a la que soñamos día tras día.