En alguna parte es otoño
María Teresa Espasa
Ediciones Hiperión, Madrid, 2015
La
poeta, ensayista y profesora María Teresa Espasa Moltó es, sin
duda, una de las grandes damas de nuestra lírica actual, que desde
la tribuna de la tertulia “La Buhardilla”, las páginas de la
revista Corondel y
de la colección Los
Pliegos de Ítaca, ha
desarrollado una intensa y fructífera labor literaria, que con sus
últimos trabajos poéticos ha conseguido el reconocimiento que
merece, así con El
congreso obtuvo el
prestigioso XI Premio de Poesía Leonor de Córdoba en 2012, y con la
antología Tanto y
tanto silencio le fue
concedido el Premio de la Asociación Valenciana de Escritores y
Críticos Literarios (CLAVE) a la trayectoria poética en 2015, pero
antes obtuvo otros premios, como el Vila de Mislata en 1999 por
Cuando puedas llama.
Con todo nos encontramos ante una autora solidaria e inquieta, que ha
sido antologada por Sergio Arlandis en Mapa.
30 Poetas valencianos en la democracia
(2009) y en la tercera entrega del grupo poético “El limonero de
Homero”, que integra junto a Blas Muñoz Pizarro, Antonio Mayor,
Vicente Barberá y Joaquín Riñón.
Su
nuevo trabajo, el poemario En
alguna parte es otoño, que
publica con primor la prestigiosa editorial Hiperión, ha merecido el
XXXII Premio Ciutat de València “Vicente Gaos” de poesía en
castellano. Un poemario donde podemos constatar que los temas que lo
vertebran son los habituales en su poesía, estos son: el amor,
íntimo y expresado con delicadeza, el silencio, que amenaza con su
nada, y el inexorable paso del tiempo, de ahí el loable empeño de
eternizar instantes que lo fueron todo en su momento, expresados con
elegancia y sensualidad. Sin embargo, el título, tan hermoso y
sugerente, no es baladí pues dice mucho de su contenido, en efecto,
María Teresa nos habla desde el otoño de su vida pero con tanta
fuerza y pasión, que aunque siente el otoño en su corazón no así
en su entendimiento, haciendo gala de una experiencia que por su
hondura y sinceridad es digna de encomio.
El
poemario se abre con un ilustrativo comentario de la autora que evoca
un paisaje que nos remite al otoño del título, y por ende de su
vida, donde reconoce que si bien ha perdido la inocencia del tiempo
aún continua firme la voluntad de escribir su destino junto a esos
abedules, hayas, robles y pinos, cuyas hojas caducas enmarcan una
escritura de madurez sensible y reflexiva.
Un
Pórtico inicia la obra con una cita de T. S. Eliot, no podría
encontrar mejor cita María Teresa para afirmar su voluntad de verter
lo transitorio y efímero en el delta de lo eterno, y un extenso
poema, titulado “Entre murmullos”, que encabeza otra cita, esta
vez de Ricardo Bellveser, con quien le une una estrecha amistad, un
poema que introduce el tema principal que desencadena el libro: el
amor y su naturaleza, su memoria y su destino, la autora lo describe
maravillosamente en estos versos: “Todo
crece en silencio:/ las dudas, el orgullo,/ el viento o el amor/
cuando llega y nos sorprende.”
En
cuanto a la estructura, el poemario se compone de treinta y cuatro
poemas que se dividen en cinco partes, así en la primera, que lleva
el significativo título “Los tiempos de la vida”, María Teresa
engarza los recuerdos con gran sensualidad y belleza sobre un marco
idílico: la arena y las dunas “en
las playas azules de Sorolla”,
lugar de encuentro de los amantes al abrigo de la luz tenue de los
atardeceres o de una hoguera.
En
la segunda parte, titulada “La ley de los caminos”, dos citas, de
César Simón, y Rafael Soler, con el tren y el avión como
protagonistas, respectivamente, le sirven a la autora para indagar en
el tema del viaje, iniciático, largo y lleno de experiencias, a la
manera de Kavafis, para trazar un itinerario que discurre “por
ciudades que atraviesan laberintos”
o en trenes de trayectos
nocturnos para seguir a un amante que cada día escribe una ruta
diferente, aquí María Teresa derrocha entrega a raudales a pesar de
la incertidumbre del deseo. Pero también ahonda su huella en lugares
emblemáticos de la geografía española, como los montes de Gredos,
el Montgó, un Madrid lluvioso, Santillana del Mar, o en grandes
capitales europeas, como Praga, Varsovia, Bruselas, Berlín, Colonia,
París, hasta aterrizar en Nueva York, lugares que dan cuenta de una
poeta cosmopolita que se deja invadir por la nostalgia para extraer
la piedra del conocimiento. Podríamos definir la poesía de María
Teresa Espasa como una interacción entre el afuera y el adentro,
pues es la naturaleza externa y sus fenómenos los que a menudo
desencadenan un torbellino de sensaciones y sentimientos en su
interior, a veces atormentado por lo huidizo del tiempo y el prisma
esmerilado del recuerdo.
La
tercera parte, “Cuando llega el silencio”, es la del desengaño,
el adiós, y el dolor resultante de ambos, aquí María Teresa
escribe desde el desgarro de la pertinaz herida abierta en la
memoria, pero la escritura también es terapéutica y le permite
liberar el sentimiento de la cárcel del pensamiento para compartir
su experiencia con una sinceridad admirable en un ajuste de cuentas
con el pasado.
En
la cuarta parte, titulada “Después de todo, regresar es lo que
importa”, la añoranza le incita a anhelar el regreso del ser amado
a través de sus versos, así la poesía se convierte en el reclamo e
instrumento para invocarlo pues a través de las palabras puede
disipar la incertidumbre de una historia privada que se resiste al
silencio.
La
quinta y última parte, “Junto a ti me deslizo”, está compuesta
por un único poema donde la memoria, y su caudaloso cauce, continúa
su curso “esperando
la llegada/ del próximo diciembre”
porque el tiempo permanece anclado en el recuerdo de un amor
presentido.
En
definitiva, María Teresa Espasa recrea con viveza pasajes de un amor
duradero, que por su naturaleza se asocia con el otoño y que espera
un cálido invierno.