jueves, 25 de febrero de 2016

Tinta china. Hilario Barrero

 
 



Tinta china
 
Hilario Barrero
 
Cylea Ediciones, Segovia, 2014
 
 
Cylea Ediciones publica en el nº 3 de su colección Cuadernos de Salima la nueva obra lírica del escritor toledano afincado en Brooklyn, Nueva York, Hilario Barrero, con el título Tinta china. El volumen, de pequeño formato y enorme belleza, viene ilustrado por el propio autor, que incorpora diez dibujos, incluido el de la portada, donde hace gala de un estilo propio que entronca con el surrealismo figurativo.
Hilario Barrero es un escritor con una amplia trayectoria, que ha cultivado con fortuna varios géneros literarios: poesía, diarios, cuentos, con entregas tan interesantes como Libro de familia, Nueva York a diario y Cuentos para Toledo, respectivamente, además ha traducido a autores como Henry James, entre otros.
En Tinta china reúne noventa y nueve haikus de gran diversidad temática, donde aborda la estrofa japonesa con soltura e ingenio y apuesta por la tradición occidental que parte de Octavio Paz, así sus composiciones bordean el aforismo con elegancia y ritmo, sin desdeñar la retórica, un cauce donde se desenvuelve con sencillez y precisión.
El poemario se inicia con un haiku a modo de poética y se divide en cuatro partes o cuadernos donde las composiciones recogen elementos de la naturaleza y se hacen eco de asuntos humanos. Una suma de ideas con actitud zen: uno más uno es igual a uno más grande.
Así la primera parte, titulada “Calendario perpetuo”, se compone de doce haikus que describen los meses del año, veamos un hermoso ejemplo:
 
 La luz tan fría
se condena de fuego
sobre la nieve.” (Diciembre)
 
La segunda parte es la más extensa y bajo el título “Aroma de eucalipto”, Hilario Barrero agrupa haikus sobre temas diversos donde da una vuelta de tuerca a cosas tan cotidianas como el pan, un viaje o una cita, pero donde también habla de la naturaleza, verdadera fuente de inspiración de la tradición japonesa, aquí Hilario Barrero alcanza notables aciertos, he aquí un bello ejemplo:
 
En el estanque
una grulla de cal
blanquea el agua. (Jardín)
 
En la tercera parte, que da título a todo el conjunto, Hilario continúa auscultando la realidad con actitud crítica y sentido del humor, de nuevo nos invita a reflexionar sobre aquello que nos rodea, sin duda, sus haikus son una forma personal de interpretar el mundo.
Por último, en la cuarta parte, “Santoral ateo”, Hilario agrupa diez haikus que dedica a la música (Florestán), la pintura (Hopper) y la literatura (Garcilaso).
En definitiva, Hilario Barrero nos entrega un libro rico en matices, que hará las delicias de aquellos que quieran acercarse al género desde su vertiente más lírica. Un libro donde no faltan destellos de Oriente en su visión de la naturaleza ni la gracia del senryu, forma a la que se aproxima en ocasiones.
 



martes, 23 de febrero de 2016

El lento abandono de la luz en la sombra. José Luis García Herrera

 
 



El lento abandono de la luz en la sombra
 
José Luis García Herrera
 
Editorial Denes, Paiporta, 2014
 
 
 
El poeta barcelonés José Luis García Herrera posee ya una dilatada carrera literaria que se remonta a 1990 con Lágrimas de rojo niebla y que abarca hasta nuestros días con el poemario que nos ocupa, El lento abandono de la luz en la sombra, que ha merecido el Premio Germán Gaudisa de Poesía Discursiva, en los XXIII Premios Otoño-Villa de Chiva 2013. Por el camino García Herrera ha cosechado múltiples premios, algunos de tanto prestigio como el Premio Villa de Benasque por Los caballos de la mar no tienen alas (Devenir, 2000), el Premio Blas de Otero 2004 por Mar de Praga (Asociación de Escritores y Artistas Españoles, 2005), el Premio Mariano Roldán 2006 por La huella escrita, o el Premio Ateneo Guipuzcoano de Poesía Erótico-amorosa por El recinto del fuego (Huerga y Fierro Editores, 2008). Por tanto nos encontramos con un autor con una voz propia y contrastada, que desde 2008 escribe también en catalán, su carácter versátil atesora una calidad literaria que este poemario viene a refrendar de forma fehaciente.
La Editorial Denes lo publica con primor en el número 109 de su magnífica colección Calabria, que dirige el poeta Vicent Berenguer. El libro se abre con un prólogo de Blas Muñoz Pizarro, que el poeta valenciano titula “Collage de versos para un hombre sin su sombra”, donde entrelaza su discurso con los versos del autor para invitar al lector a sumergirse en sus luces y sombras.
El poemario se estructura en tres partes con títulos muy sugerentes, así en la primera parte, “Amanecen en ayer los días que nos llevan”, el mismo título sintetiza el sentimiento de nostalgia que domina en estos versos, un sentimiento que se manifiesta en el símbolo del agua, que unas veces aparece en forma de lluvia (Llueve. Llueve con furia y con rabia), y otras como aguanieve o barro; mar o charco, el agua, siempre fría, conecta con el pasado del poeta. En “Noviembre” prevalece la tristeza, que se acentúa con el paisaje otoñal marcado por las brumas. El tiempo y la memoria también adquieren un peso superior en estos versos pues también aparecen cargados de nostalgia, así la infancia (rostros de niño/ que siempre serán niños tras mis ojos) le devuelve la antigua risa de un tiempo lejano que se resiste al olvido en el juego de la vida.
Un único poema, el más extenso del libro, compone la segunda parte, titulada “A corazón abierto bajo la noche cerrada”, la cita de Luis García Montero nos sitúa a medio camino entre la realidad y el sueño, un punto desde donde el autor erige su poética como testimonio de su paso por la vida, aquí el poeta abre su corazón en un alarde de belleza: El frío del pasado quema mis manos/ y el silencio construye su templo entre mis labios. Entre el silencio y lo dicho importa más el verso callado porque en su esencia reside la enseñanza de la melancolía.
En la tercera y última parte, “Catálogo incompleto de hombres sin su sombra”, García Herrera rinde homenaje a la memoria de Juan Ramón Jiménez en “Nocturno”, con tintes modernistas, a Vicente Núñez en “Acaso en Poley”, donde el ocaso le recuerda sus palabras, y a Carlos de Arce en el bellísimo poema final “La inmortalidad”, donde apela a la memoria transgresora. Otros nombres desfilan por sus páginas, Octavio Paz, Emilio Prados, Blas de Otero, cuyas citas desencadenan los poemas, donde la introspección, la melancolía, la fe y la duda discurren con emoción y vehemencia.
Escribir para no morir (“Sobre el páramo agreste”), ese es el oficio de José Luis García Herrera. En definitiva, su poesía es un ferviente ejercicio de supervivencia ante la inminente amenaza de la nada, sólo la escritura es capaz de cruzar la estepa blanca en este reino de mentiras.
 



miércoles, 10 de febrero de 2016

Ordet. Pilar Martín Gila

 
 


Ordet
 
Pilar Martín Gila
 
Amargord Ediciones, Madrid, 2013
 
 
Llega a mis manos, por gentileza de su autora, la poeta segoviana Pilar Martín Gila, un poemario largamente anhelado, cuyo título me sedujo desde el primer momento pues se trata, ni más ni menos, que de Ordet, título original de la mítica película de Carl Theodor Dreyer, cuyo estreno en España data del año 1974, donde se tradujo por “La palabra”. Dreyer adapta una pieza teatral del dramaturgo danés Kaj Munk para realizar su obra maestra, y ahora Pilar Martín Gila se inspira en la película homónima para rendir tributo al gran cineasta danés, dando voz interior a sus personajes para trasladar su mensaje hasta nuestros días, con esa dimensión espiritual que el hombre contemporáneo, inmerso en múltiples devaneos, tanto necesita.
Lo publica Ediciones Amargord en el número doce de su impecable Colección Transatlántica/ Serie Portbou, que dirige Juan Soros. El poemario incluye el CD Hacia Kjaer, que contiene dos piezas musicales basadas en dos lecturas del poemario: Entre el murmullo y el vuelo, compuesta por Sergio Blardony, y El abrigo de la luz, improvisación de Peter Memmer, Ildefonso Rodríguez y Chefa Alonso. La original fusión de electrónica y sonidos orientales, como el bawu y el kecapi, da lugar a una bella banda sonora que acompaña a esta 2ª edición, lo que dice mucho de su calidad e interés.
El poemario se abre con un prólogo de Ildefonso Rodríguez, donde éste refiere el vínculo íntimo y profundo entre los versos de Pilar y las imágenes de Dreyer. El libro se estructura en cuatro partes cuyo epígrafe entronca con pasajes decisivos de la película: “La hora del trabajo, la hora del sueño”, “Peter, el sastre, y Morten Borgen”, “¿Quieres verla dormir”, y “El velatorio”. Muchos poemas siguen un esquema similar, con dos partes diferenciadas, una que podríamos denominar de situación, en prosa, y otra de “inmersión”, en verso. En efecto, Pilar dispone los elementos del drama para sumergirse en su fondo de lágrimas. Los poemas se suceden de acuerdo con el desarrollo de la trama, a modo de glosas líricas que elevan el sustrato de las imágenes a la categoría de poesía pura. Y digo bien, porque Pilar Martín Gila nos entrega sus versos con la mayor sencillez y la mayor hondura, limpia de retórica, sólo así es capaz de comunicar el verdadero sentido y el sentir de una historia tan íntima.
En el umbral, alguien espera una palabra, no existe mejor forma de expresar el anhelo de luz que reside en la sombra, y precisamente la palabra es el único instrumento que nos permita trasminar las cosas para mostrarnos su reverso y viceversa. El temblor de lo posible, continúa Pilar, esa vacilación/ de lo ordinario que al fin/ permite cruzar otra noche. Sólo la palabra sencilla es capaz de conjurar la oscuridad de la noche y del alma, y Pilar nos la hace llegar de forma sensible, atendiendo a la esencia.
Si la película es una cumbre del expresionismo por la infinita gama de grises de su fotografía, la poética de Pilar también se hace eco con una plasticidad asombrosa, veamos algunos ejemplos: Aquí, un paño tendido, allá, la escalera de piedra; y el cielo/ mece la cabeza de los trigos/ y tiene nubes/ como piedras blancas; o la noche recién tendida/ vibra entre dos estacas. Desde el inicio su discurso se vuelve cercano porque nos habla de cosas humanas, donde lo inmanente se torna trascendente por obra y milagro del arte que le sirve de guía: vida y muerte, sueño y resurrección, un discurso donde la naturaleza está siempre presente pues le sirve de marco para los cuadros que canta. La emoción va in crescendo hasta desembocar en la impresionante parte final, “El velatorio”, donde  Pilar nos muestra la resurrección de la carne y la eternidad del espíritu: Cómo una palabra/ puede estar ligada/ a lo que significa:/ Levántate y anda. El bellísimo “El canto de Inger” despide con serenidad un poemario que es un verdadero canto a la vida y a las cosas sencillas que la animan y la perpetúan.



lunes, 1 de febrero de 2016

Romancero andaluz. Antonio Berlanga Pino

 
 


Romancero andaluz
 
Antonio Berlanga Pino
 
Editorial Círculo Rojo, 2015
 
 
La editorial almeriense Círculo Rojo publica Romancero andaluz, noveno libro del escritor malagueño Antonio Berlanga Pino, un poemario que entronca con dos anteriores, Belleza crepuscular y Atalaya de romances andaluces, publicados en 2007 y 2009, respectivamente. Aquellos primeros intentos de creación de romances culminan en el libro que hoy nos ocupa, un poemario que tiene como motivo principal a su tierra, Andalucía, de ahí el título, y se organiza en veintidós romances de gran variedad y riqueza.
En primer lugar cabe destacar el noble denuedo del poeta de Álora al retomar una forma tradicional como el romance y proveerlo de actualidad merced a los temas que trata, una decisión más que loable en estos tiempos donde el versolibrismo imperante ha arrinconado a las formas clásicas, así Antonio Berlanga somete su voz timbrada a un ejercicio de depuración estilística para ofrecernos estas composiciones que se hacen eco de los más variados temas, desde el drama y la mística al erotismo y la épica, sin olvidar la crítica social.
El bibliófilo y erudito de historia y música clásica Bernhard Frank firma la introducción del libro, un texto donde da cuenta de la raigambre mitológica e histórica de un género que encuentra en Antonio Berlanga Pino continuidad y emoción, pero desde una cierta heterodoxia, que le permite dar un aporte personal al género.
Una nota del autor sobre su quehacer lírico y su afán de hacer poesía actual con esta forma métrica que se remonta a los cantares de gesta, da entrada a un poemario que se estructura en ocho partes cuya temática fija el autor de antemano a modo de guía para el lector.
La obertura nos presenta a un personaje ligado a la tradición malagueña, “El cenachero”, que llega a la ciudad de noche. Seis “Romances dramáticos” componen la segunda parte, donde destaca la figura del gitano Juan Vargas, aquí los ecos de Lorca son evidentes pero desde un punto de vista diferente, también destaca la crítica a la violencia de género en la “Maltratada andaluza”, y el largo romance, dividido en tres partes, “Martirio de San Sebastián”. Málaga, Sevilla (Lebrija), Huelva (La Rábida), y Almería (Desierto de Tabernas), son los paisajes donde se enmarcan estos romances, donde el mar y la costa adquieren verdadero protagonismo. Dos romances “Místico-carnales” integran la tercera parte, donde el cuerpo y el espíritu alcanzan igual éxtasis, aquí Córdoba y Granada son los escenarios del gozo. Un único poema, “Romance de la sorpresa” constituye la cuarta parte dedicada a la épica. Llegamos a la quinta parte, que el autor asume como “Centralidad de la obra”, donde brilla con luz propia el bellísimo “Romance del Guadalquivir”. La sexta es la parte más extensa, la componen siete “Romances sociológicos” de impecable factura, de nuevo Antonio Berlanga demuestra poseer un conocimiento profundo de la materia, y de nuevo la elegancia del lenguaje cautiva y embelesa, tomemos una estrofa como ejemplo:
 
La media luna del Tajo
se cierra en la noche larga.
Cerca, los pasos azules
se ciernen en la garganta.
Siguen balcones opuestos
y sigue la espera blanca,
alacenas de la tarde,
la penumbra en la manzana.
 
(Serranía de Ronda. El rescate)
 
La séptima parte alberga dos romances muy interesantes por la actitud de crítica social que el autor deposita en ellos desde el folclore, se trata de “Romance del desafío” y “La salinera”. Llegamos al final, un epílogo donde un “Narciso” almeriense ahoga su mirada en el espejo del agua, entre junco y arcilla sin margen.
De esta manera Antonio Berlanga Pino culmina un amplio recorrido lírico por las tierras de su amada Andalucía, desde Málaga a Cádiz pasando por Jaén, ocho provincias como ocho son las sílabas que el autor maneja con ritmo y sabiduría, donde tradición y modernidad, forma y fondo se reparten los versos con el decidido afán de renovar una forma métrica con cinco siglos de historia.