Borealis
Rocío Cerón
Fondo de Cultura Económica, 2016
Rocío
Cerón (Ciudad de México, 1972) es una de las voces líricas más
seguras de su país, su reciente inclusión en la antología Sombra
roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985) (Vaso
Roto, 2017), selección de Rodrigo Castillo, y la publicación de sus
anteriores libros en España, El
ocre de la tierra
(Ediciones Liliputienses, 2011) y Diorama
(Amargord Ediciones, 2013), confirman a una autora que en su más
reciente trabajo, Borealis,
demuestra haber alcanzado un elevado grado de madurez creativa al
transgredir las reglas del juego poético en un ejercicio
experimental de alto vuelo donde logra reescribir con desbordante
ingenio la tradicional relación entre significante y significado.
Publicado
en la elegante y prestigiosa Colección de Poesía de Fondo de
Cultura Económica FCE, Borealis
es un poemario rico en referencias culturales y geográficas, donde
el estilo de Rocío Cerón se diversifica en múltiples variables
formales, desde el poema en prosa hasta el versículo de trazo
aforístico, todo al servicio de la palabra glaciar,
en una suerte de metonimia que designa una lengua húmeda con
vocación de crítica afilada, eminentemente suspicaz.
Una
cita de Ezra Pound abre un libro donde la poeta mexicana emplea un
lenguaje poliédrico, donde se combinan desde vocablos de raíz
culterana hasta neologismos de pura inventiva, dentro de una
estructura de sugestiva complejidad pues el poemario se divide en
ocho secciones con estilos y ritmos muy diferentes.
En
la primera parte, “Borealis (Airship II, 2012. 3:24)”, Rocío
Cerón nos presenta un poema “aerostático” donde traza un mapa
de fisuras, de rayas negras o líneas metálicas, que dibuja un
paisaje en la niebla con “fugaces destellos de belleza”.
La
segunda parte, “Un punto de esa distancia”, está integrada por
cinco composiciones donde entre la combustión
y el sudor
la autora manifiesta que “el lenguaje ata”, así bajo los efectos
secundarios de la “hidrocodeína con acetaminofén” se trazan
versos sincréticos con libertad envolvente, donde el discurso se
transcribe con audacia experimental y reminiscencias vanguardistas.
En
el tercer apartado, “Cinco partes de una prosecución”, la autora
rompe con la escritura por medio de la imagen y la técnica del
collage,
con ilustraciones de la propia autora, Ana Hop y Ari Chávez Chacón,
poemas visuales donde se nos muestran diversas partes anatómicas
(talón, puño, fosa del codo) que se superponen sobre mapas, en
realidad líneas sinuosas bosquejadas a mano alzada, de la costa de
Islandia: Blönduós, Húsavík, Burstafel, Jökull, Akranes…,
puntos de ciudades y glaciares, entre aves migratorias y personas que
caminan, señalan u observan.
En
la cuarta parte, “Efnistöku”, Rocío Cerón entona un “Canto a
mitad de ruta con rostro cubierto de tizne y légamo” donde a
través de diversas “pisadas” recorre un campo léxico de raíz
surrealista donde la fisura
(“Pie posado en saledizo”) permanece.
Una
cita de René Char introduce la quinta parte, con el extravagante
epígrafe “De cómo adentrarse en el glaciar de Vatnajökull y
sobrevivir con el soplo de un cometa en la boca”, aquí la autora
reúne cinco composiciones con un tono crítico y social, donde a
través del nacimiento articulado del lenguaje aborda la necesidad de
re-decir un mundo dominado por la “lengua glaciar”, donde los
términos aguanieve,
copo,
nevada
tornan en silencio el balbuceo inicial porque “debajo de la lengua
hay un presidio”.
El
versículo es la forma que Rocío Cerón escoge para expresarse en el
siguiente apartado, así “Trances” avanza, tembloroso, entre
signos y las más variadas tonalidades de un lenguaje que se torna
tacto,
palabra palpable donde se suceden increíbles imágenes y donde el
cuerpo, y sus partes, y su movimiento aéreo, giratorio, son el punto
de partida, y de llegada, de un discurso aparentemente hermético.
En
“La representación de la luz por el lodo” reúne doce poemas
breves en forma de prosa donde la muerte (“Las piedras en el
cementerio son la expectativa”) es prescindible y hermosa, y el
dolor (“Detenido el aguijón la herida punza y punza y punza”) es
memoria estática, de ahí -ese “ahí” con el que acaba el
poemario- el viaje a contracorriente que la autora propone con la
intención de volar hacia el norte para huir de un “país ceñido a
cintura”.
“Coda”
es la culminación de un poemario enigmático, interdisciplinar,
capaz de estimular al lector avezado por las paradójicas
asociaciones de palabras y un vocabulario invernal que se adapta a
los temas que aborda, en definitiva un paisaje sonoro orquestado para
soslayar el vértigo al vacío.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Reseña publicada en el nº 4 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea