viernes, 30 de septiembre de 2016

Quimera. Revista de Literatura Nº 394

 
 
 
 
Quimera. Revista de Literatura Nº 394
VV. AA.
BCN, septiembre/ 2016
 
 
Quimera. Revista de Literatura llega a los 394 en plena forma, este número de septiembre trae contenidos muy interesantes en su línea abarcadora, con un dossier dedicado a la novela de la crisis.

En “El Foyer” Jordi Gol nos cuenta “El hundimiento” y en “El salón de los espejos” podemos disfrutar de una suculenta entrevista a Rafael Argullol de la mano de Carlos Quesada, donde el autor de las novelas Lampedusa, La razón del mal y Visión del fondo del mar demuestra ser un verdadero humanista. Por su parte Andrés García Cerdán realiza una luminosa entrevista a Rubén Martín Díaz, sin duda, una de las voces jóvenes más consolidadas del panorama poético actual, que acaba de obtener el XXX Premio Barcarola por Fracturas, encabezando toda una pléyade de poetas albaceteños, donde además de los citados también destacan Constantino Molina Monteagudo y Javier Temprado.

Le siguen, en “El cielo raso”, más de treinta páginas dedicadas al estudio de la crisis en nuestra narrativa, Santos Sanz Villanueva y Mauro Jiménez se centran en el análisis de la obra de Rafael Chirbes para pulsar el estado de la cuestión, el autor de Crematorio parece aglutinar una tendencia ideológica de crítica social y política, a la que se han adherido Belén Gopegui y Marta Sanz. Continúa con otros artículos sobre la crisis, esta vez en la novela negra española actual y en la de ámbito rural -tomando como paradigma la novela corta Caballos de labor (2012) de Antonio Castellote-, firmados por Stefania Imperiale y Pablo Valdivia, respectivamente.

En el ecuador de la publicación podemos leer otras interesantes aportaciones al tema de la crisis, así Carmen M. Pujante Segura escribe sobre cicatrices (literarias) tomando como pretexto la obra narrativa de Sara Mesa, y José Antonio Vila nos deja cuatro “Notas sobre el compromiso”.

En el apartado de creación, Javier Perucho realiza un inventario de polvo y ceniza en torno a la obra del mexicano Juan José Arreola, además podemos encontrar una selección de cuatro microrrelatos inéditos de Rubén Abella (“Examen,” “Ritos”, Filología”, “Latas”) y dos poemas de Gonzalo Hermo pertenecientes a su poemario Celebración (2014) y traducidos del gallego por Laura Villar Gómez.

En la sección “Einstein on the Beach”, Toni Montesinos escribe unas brillantes claves para el centenario del nacimiento del premio Nobel 1989, Camilo José Cela, para ello realiza un ingenioso recorrido por su obra con fino humor. Finalizan los trabajos de investigación con un artículo firmado por Fernando Clemot donde analiza la Trilogía de El Cairo de Naguib Mahfuz.

En “El ambigú”, el apartado de reseñas críticas que clausura cada número, podemos encontrar interesantes reflexiones y puntos de vista de autores como Raúl Quinto, Gemma Pellicer, Iván Humanes, Ricardo Martínez Llorca, Aitor Francos o Antonio Lafarque, sobre novedades como Los muchachos de Zinc, de Svetlana Alexiévich, o Corteza de abedul, de Antonio Cabrera.

Enhorabuena al equipo de redacción por entregarnos cada mes sesenta y ocho páginas de la mejor literatura.




jueves, 29 de septiembre de 2016

Utopía vs Realidad

 
 



Artículo publicado en el Nº 53 Utopía/ Distopía de la Revista Cultural de la Asociación Sede:
 
 
 
Desde Tomás Moro a George Orwell el ser humano ha sentido la tentación de idear mundos maravillosos o infernales como alternativa feliz o proterva a la realidad y circunstancias de su época, esa necesidad de evasión o denuncia denota siempre una inquietud hacia un futuro incierto. Recordemos que Tomás Moro vive en un mundo dominado por una nobleza depredadora, que devora sin piedad los recursos generados por un pueblo depauperado por esa insaciable ansia de poder territorial y económico, y que George Orwell es testigo de una conflagración mundial que ha removido los cimientos morales del hombre contemporáneo. Partiendo de contextos muy diferentes ambos comparten esa misma inquietud que les conduce a reflexionar sobre un hipotético nuevo orden de cosas, así Tomás Moro imagina una isla-nación ideal para superar las desigualdades de la sociedad de su época, y George Orwell prevé las nefastas consecuencias de un nuevo tipo de guerra, la “guerra fría”, en la que la pugna por los territorios y recursos estratégicos estará destinada a afianzar la supremacía de las nuevas superpotencias. Orwell teme una ruptura del frágil equilibrio existente y el advenimiento de un gobierno supraestatal, enconado y vigilante, capaz de ejercer un control absoluto sobre el ciudadano y su esfera privada, una nueva forma de dominio total que pretende aplastar y someter la voluntad de los “ciudadanos” para reducirlos a la condición de meros números con el fin de satisfacer las necesidades del nuevo estado represor y totalitario.
 

Como otras grandes ficciones distópicas, véase Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley o Fahrenheit 451 (1953) de Ray Bradbury, Orwell apela a la voluntad y el individualismo como únicas formas de superación del adocenamiento y la sumisión impuesta por la dictadura de los grandes partidos. Sin embargo, Orwell no es pionero, sino epígono, antes el escritor ruso Yevgueni Zamiatin había descrito ese mismo temor en una novela premonitoria, Nosotros (1921). Zamiatin se había adelantado dos décadas a la reflexión orwelliana al saber entrever con aguda inteligencia las terribles consecuencias de un régimen como el bolchevique, autocrático e imperialista, que degenerará en un neozarismo narcisista merced a la figura mesiánica del líder, convertido en salvaguarda y héroe de la nación al que todos los ciudadanos deben rendir culto y pleitesía. Esta inspiradora novela abriría todo un subgénero en la ciencia ficción política.
En estas obras nos encontramos habitualmente sociedades plenamente instauradas y fundadas sobre bases autoritarias en pleno funcionamiento, donde surgen individuos singulares que destacan sobre la masa y “despiertan” de una conciencia adocenada y aletargada, que desarrollan una actitud o pensamiento crítico sobre la realidad circundante, es el caso de John el Salvaje, Winston Smith o Guy Montag, héroes antisistémicos capaces de amenazar la continuidad de un estado represor e impostor y de concienciar a sus semejantes para afirmar su individualidad y conseguir una ruptura liberadora con un mundo “perfecto”.
 

Ahondando en la degeneración, un aspecto interesante a comentar es el de la utopía que acaba mutando en distopía, una metamorfosis perversa que será consecuencia de la manía casi inherente al ser humano de concentrar el poder en manos de unos pocos privilegiados. Veamos algunos ejemplos que la literatura y el cine nos ha legado. En el primero de los campos es el propio Orwell quien nos ha ofrecido el mejor ejemplo en su novela satírica Rebelión en la granja (1945), una sabia parábola sobre los peligros que entraña el comunismo. En el cine, tal vez el mejor ejemplo lo encontramos en la película La fuga de Logan (1976) de Michael Anderson, basada a su vez en la novela homónima de William Nolan y George Clayton Johnson, que en su adaptación cinematográfica alcanzó mayor fortuna, y que se constituye en verdadera expresión de huida de un mundo en apariencia idílico, volcado en el ocio y el placer, y en fondo maquiavélico, sometido a la dictadura de las computadoras.
En este sentido no podemos concluir sin plantear otro aspecto que afecta directamente a la realidad que hoy en día vivimos, que no es otro que el de la materialización de todas esas inquietudes en las incertidumbres que genera en la actualidad un sistema como el capitalista. Podríamos hablar de utopía dentro de la distopía y viceversa pues si observáramos desde el otro lado del espejo podríamos constatar que lo que a priori supone una distopía para la inmensa mayoría, para una minoría interesada que detenta el poder supone todo lo contrario. En este sentido ¿no es el capitalismo un sistema “utópico” que una minoría de prohombres tienen interés en preservar a toda costa para continuar detentando el poder por tiempo indefinido? y ¿no es la actual crisis un punto de inflexión necesario para frenar esa degeneración progresiva hacia una “distopía” de imprevisibles consecuencias para el futuro de la humanidad?
La historia nos enseña y de nosotros depende aprender de ella para no incurrir en los mismos errores de nuestros antepasados. Sin duda la experiencia sigue siendo la mejor ciencia.
 
 
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez




 
 





lunes, 26 de septiembre de 2016

Un fragmento de eternidad. Reseña de José Antonio Olmedo López-Amor

 
 



Reseña de José Antonio Olmedo López-Amor en Todoliteratura.es:
 
 
 
en Escritores.org:
 
 
 
en Sede Revista - Revista Cultural:
 
 
 
en Fanzine de literatura MANIFIESTO AZUL, número 15:
 
 
 
y en Acrópolis de la Palabra - Blog de Heberto de Sysmo:
 
 


Título: Un fragmento de eternidad
Autor: Gregorio Muelas Bermúdez
Género: Poesía
Editorial: Germanía
ISBN: 978-84-16044-33-7
Nº Páginas: 63
Encuadernación: Tapa blanda
Año de publicación: 2014

 
“Un fragmento de eternidad es el nuevo poemario de Gregorio Muelas. Un trabajo poético de altura, con ecos clasicistas, publicado en el número 10 de la colección “Viaje al Parnaso” de la editorial Germanía”.
 
La carrera literaria de Gregorio Muelas Bermúdez (Sagunto, 1977), ha pasado de ser prometedora a constatarse como un valor seguro. Su escritura, como trasunto de la vida, engloba sus debilidades, su pensamiento, pero sobre todo, la honda preocupación por ese estigma que sobre todos nosotros esculpe el Tiempo, la condición en fuga de estar vivo y saber que la Muerte se aproxima.
 
Gregorio Muelas, vehicula este poemario con el criterio y orden musical de una sinfonía; la concepción de su poética está suscrita a un germen musical, germen que durante el poemario se escenifica minoritariamente en rimas consonantes y mayoritariamente en rimas asonantes.
 
El poeta valenciano Rafael Coloma, redacta un prólogo notable en el que disecciona la estructura del poemario y a la vez confiesa encontrar un existencialismo latente que hilvana los diferentes bloques que conforman esta obra, un existencialismo que siempre subyace, vigoroso y reflexivo, en los tres temas principales del poemario: la Música, el Tiempo y la Naturaleza; no por nada, Coloma titula su prólogo de la siguiente manera: Música y paisaje.
 
En el año 2002, el escritor argentino Héctor A. Piccoli, publica un libro titulado Manifiesto fractal, en el cual propone a la comunidad literaria mundial, rescatar el ritmo y la musicalidad en la poesía para contrarrestar esa prosificación o versolibrismo prevalente, que tanto daño ha hecho a los contemporáneos amantes de la poesía clásica desde finales del siglo XX hasta la actualidad. Gregorio Muelas se suma a ese llamamiento abanderado por Piccoli y cultiva, entre otros formatos de su repertorio: la métrica en forma de soneto blanco o clásico, la rima jotabé, el heptasílabo, el verso libre y la asonancia.
 
El poemario comienza con un poema titulado “Preludio” que inaugura el discurso poético con la palabra «nada», curiosamente, podría considerarse a este poema una bisagra que ensambla todo su simbolismo con el último poema del libro, titulado “Nada”, formando un final-principio recursivo y eviterno, constituyendo un viaje desde la Nada al Todo, localizaciones donde la mirada del poeta revela su enamoramiento por la Vida y su fascinación por su efímero milagro: Pero sé que todo es final, / que todo acaba, / que sólo existen los instantes, / y que cada instante, / cíngulo del tiempo, / es un fragmento de eternidad.
 
 El primer bloque, titulado “Aurora y agonía”, se compone de dos sonetos —blanco y clásico respectivamente— que narran, casi en tono bíblico, la “aurora” de la formación del Universo, cuna y morada de la Música; y la “agonía” de la auto-coronación de Luzbel, siniestro Ángel Caído, como Señor de la Nada. Ambos momentos, tienen una importancia capital en la memoria del poeta, ya que, de esa culminación, nace su percepción de la Vida como un curso dual y binario de fuerzas complementarias, visión que vertebra el segundo bloque del poemario, “Música en la oscuridad”, pasaje que comienza con estos esclarecedores versos: Toda nota tiene su silencio. / También toda luz tiene su sombra.
 
El yo lírico de Gregorio Muelas se ubica en diferentes tribunas para pronunciar su alocución. En los sonetos: “Música callada” y “Olas al fondo”, utiliza la primera persona como ente presente y exclamativo, mientras que en los poemas: “Adagio”, “Bruckner” y “Schubert Park”, el foco emisor de su poesía es un narrador omnipresente. Los magmas de su mundo interior buscan, en todo momento, la forma más propicia para manifestarse. Ese ejercicio de adecuación, aderezado con el poder magnético de algunos arcaísmos que revelan un culturalismo, o relativismo posmoderno, denota una vasta formación y vocación en un autor que ama, respeta y cree en el valor de la palabra.
 
El cuarto bloque lleva por título “El peso de los días”, una alusión a la obra poética del poeta Blas Muñoz Pizarro, referente y amigo del autor, poeta al que además va dedicado uno de los poemas del bloque, “Otro cielo”. Pero también el título alude a ese agónico proceso de erosión que sufre el habitante citadino de las grandes y caóticas urbes, la soledad, la deshumanización, la prisa, una desazón reflejada perfectamente en poemas como “Hoy”: …entonces entonan vítores los televisores / y vuelan altivos los sueños / de los vivos murientes, / aquellos para los que el ayer no es más / que una borrosa instantánea, / una sonrisa congelada, / y el día a día un futuro sin presente.
 
En el cuarto bloque, además de la sombra del tiempo, incide argumentalmente una preocupación humanista, las descripciones del mundo y sus pobladores dibujan un panorama descorazonador, donde los seres humanos viven hastiados y llenos de carencias en un mundo desgastado y posmodernista. El poeta encuentra únicamente en las alturas de la poesía, pero no de una poesía cualquiera, sino de una poesía verdadera, auténtica, porque es forma de vida; una escalera hacia la belleza, ese axis mundi desde el que puede disertar sin ser juzgado, un lugar donde su alma de artista y su conciencia de hombre pueden dialogar armónicamente y de esa eufonía mística emerge su poemario, un poemario al que podríamos llamar exegético.
 
En el poema “Refutación a Adorno”, la palabra poética es para Gregorio Muelas un arma para luchar contra la injusticia y el olvido, un acto de civilización contra la sumisión y la barbarie, un elemento clave para defender, legar, constatar, vivir.
 
En el poema “Pessoana”, el amor nos dice que siempre ha estado ahí y se revela como otra luz que conquistar, otro arma que defender.
 
Ya en el quinto bloque, “Apuntes de paisaje”, como su propio nombre indica, es la Naturaleza quien inspira unos versos contemplativos, evocadores, que describen la belleza de un paisaje, el vuelo de un pájaro o un atardecer, al tiempo que inunda su poesía de pensamiento, de dolor, de nostalgia. En estos breves poemas el autor imprime siempre un ápice de esperanza; sus agrestes pinceladas dibujan una posible primavera en pleno otoño, un camino alternativo que podemos transitar sin pesadumbre.
 
En definitiva, Un fragmento de eternidad es un poemario atípico por su pluralidad de formatos poéticos, valiente por su apuesta literaria —tan formal como conciliadora— y un ensayo rico e ilustrador sobre el ser humano moderno y sus preocupaciones. Una excusa perfecta para reflexionar sobre nosotros mismos y nuestro entorno en este efímero lapso que es la vida. Su mensaje es un proyectil lanzado en dos direcciones, al conocimiento y al corazón, un mensaje que sin duda encontrará su destino en el amor y comprensión de los lectores.
 
 


 
 



sábado, 24 de septiembre de 2016

Maregassa. Ramon Guillem

 
 


Maregassa
Ramon Guillem
Edicions Proa, Barcelona, 2002
 
 
Ramon Guillem (1959) es uno de los poetas valencianos más importantes en lengua catalana. Esta afirmación viene avalada por numerosos reconocimientos y una amplia trayectoria, que se inicia en 1985 con D´on gran desig s´engendra (El Cingle, 1985), con el que obtuvo el Premi Vila d´Alaquàs, y se afianza con Terra d´aigua (Edicions 62, 1993), que le valió tres prestigiosos premios: Premi Ausiàs March, Premi de la Crítica Serra d´Or y Premi de la Crítica dels Escriptors Valencians. Más recientemente ha publicado Abisme i ocell (Bromera, 2010), que mereció el Premi Vicent Andrés Estellés de poesia de Burjassot, y La set intacta (Pagès, 2014), Premi de poesia Maria Mercè Marçal. Pero el poeta de Catarroja también ha incursionado con fortuna en otros géneros, como la novela, en A foc lent (Bromera, 2004) y Una nit entre les nits (Perifèric, 2006), o la narrativa infantil y juvenil, en El país dels dos sols (Bromera, 1992) y Aventures a la cort del rei Punt (Edelvives, 1999).

Dentro de su obra poética destaca Maregassa, un libro de poemas en prosa publicado por la prestigiosa Edicions Proa de Barcelona, en el número 238 de su colección “Els llibres de l´Óssa Menor”, en una cuidada edición con una bella ilustración de portada de Eulàlia Sariola.

Una cita de T.S. Eliot da paso a treinta y dos poemas donde Ramon Guillem describe un paisaje íntimo, plagado de bellas metáforas, donde conviven en armonía reflexiones sobre la literatura, la música y el arte, e imágenes deslumbrantes sobre la naturaleza, todo ello supeditado a una escritura inquisitiva sobre temas universales como la soledad, el amor o la muerte.

Ramon Guillem se sirve de las palabras, “tantes”, “tristes”, “arrels de llum nascudes d´entre les ombres”, para ponerle nombre a sus inquietudes e intereses, como la pintura, de Turner en “Far des de la costa”, de Picasso en “Suite 156”, y la música, de Mozart en “Concert per a clarinet K. 622 (Adagio)”, de Mahler en el poema homónimo, donde el goce estético se imbrica con lo mundano, como el ruido de la realidad cotidiana: “Lluny, una alarma es dispara, un gos udola”.

Pero es el amor y su reverso, la soledad, los temas que más le preocupan, frases como “És per a tu, dona, que el misteri és revelació” o “Extensíssima solitud, volcà d´absència” denotan una escritura apasionada que toma la palabra como medio de confesión, de confidencia. El poeta no es ajeno a las vicisitudes de la vida, así en “Hospital” y “Llibres” reflexiona sobre el dolor y la ausencia, hasta el punto de poner en crisis su vocación literaria: “Si saberes quin infern amaga la literatura sense tu!”. Pero también se hace eco de otros males, como el alcohol en “Síndrome d´abstinència”; el odio, que describe como “una casa deshabitada, una renúncia” en “Odi”; o el miedo, “vent d´asfíxia”, en “La por”.
 
Otras veces es una fotografía, de Willy Ronis, o un paisaje, de Lisboa en “Ciutat” (“la ciutat de Pessoa”), de Venecia en “Acqua alta” (”la plaça de San Marc” o “les cases de Burano”) los que desencadenan una escritura (“I escric. I escric”) torrencial como “Maregassa que tot ho nega”.
 
 
 

Gregorio Muelas Bermúdez
 
 

 




miércoles, 21 de septiembre de 2016

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Cesare Pavese

 
 


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese
Mondadori, 1998
 
 
El poeta, ensayista y novelista italiano Cesare Pavese (1908-1950) es uno de los más grandes e influyentes literatos del siglo XX. Su más bello y escalofriante poema es "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos", inspirado por Constance Dowling, una actriz de cine norteamericana con la que vivió una tormentosa relación, perteneciente a su segundo libro de poemas de título homónimo, editado póstumamente en 1951, y reeditado por Mondadori en 1998.
 
En poesía lo único que publicó en vida es Trabajar cansa (Lavorare stanca, 1936), colección de poemas que, por su carácter predominantemente narrativo, se oponía a la tradición hermética de Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale y Salvatore Quasimodo. Con este título el autor no aludía al trabajo físico, sino al trabajo del alma, se trata, pues, de un cansancio metafísico, espiritual.
 
Un malestar existencial que unido al desengaño amoroso sufrido con Constance Dowling motivaron su suicidio en un hotel de Turín. Estos fueron sus últimos versos:


Vendrá la muerte y tendrá tus ojos-
esta muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.


(Traducción de José Agustín Goytisolo)


Reproduzco a continuación los versos en el idioma en que originalmente fueron escritos, en la lengua de Dante, para que se pueda apreciar en toda su magnitud la extrema belleza de este canto delirante, exaltado y apasionado, con ese verso magnífico, enloquecido e inquietante que lo encabeza:


Verrà la morte e avrà i tuoi occhi-
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Cosí li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara esperanza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei il nulla.
Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smettere un vizio,
come vedere nello specchio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti.
 
 


Algunas de las mejores y más conmovedoras páginas de Pavese se encuentran en su diario íntimo, que fue publicado en 1952 bajo el título El oficio de vivir (Il mestiere di vivere). Repleto de pasajes deslumbrantes con los cuales me identifico como "Queda al tiempo claro que el sentido de tu vida no puede ser sino la construcción" o "Se necesita humildad, no orgullo", esta obra es la historia de una desesperación y la lucha contra esa desesperación, la angustia de un hombre que se enfrenta desolado y desnudo al vacío existencial y como consecuencia sufre una crisis de autoconocimiento que conduce irremediablemente a la muerte del escritor. Un lúcido retrato de la soledad del artista, abocado a una secreta incomprensión y al indefectible anonadamiento que provoca el vértigo de la nada.
 
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez





sábado, 17 de septiembre de 2016

Poemas. Robert Graves

 
 


Poemas
Robert Graves
Editorial Pre-Textos, Valencia, 2005
 
 
Editorial Pre-Textos publica en el número 750 de su espléndida Colección “La Cruz del Sur” una amplia muestra representativa de la obra poética de Robert Graves (1895-1985). La edición y traducción corren a cargo de Antonio Rivero Taravillo, que realiza una excelente labor tanto en la selección como en la versión en español de los poemas seleccionados, acompañando la edición con una acertada introducción que presenta al Graves “Poeta”, como reza en su humilde tumba sita en Deià, el pueblo mallorquín en el que residió media vida.

Más conocido por sus novelas históricas, como Yo, Claudio, Claudio el dios y su esposa Mesalina o El Conde Belisario, el autor londinense siempre se consideró ante todo poeta, una faceta algo ensombrecida por la merecida fama de su obra narrativa, cuentos y novelas, sus memorias de juventud o recuento vital Adiós a todo eso, y sus ensayos de investigación mitológica, como La Diosa Blanca o Los mitos griegos. Una vida y una obra, que en el bardo inglés vienen a ser una y la misma cosa, que Antonio Rivero Taravillo secciona en tres fases vinculadas a las mujeres que compartieron e influyeron en su vida: Nancy Nicholson, Laura Riding y Beryl Hodge.

Antonio Rivero Taravillo realiza un recorrido cronológico por la ingente obra poética de Robert Graves, en una edición bilingüe que arranca en sus poemas sobre la Gran Guerra, como testigo directo de los horrores de la contienda en el frente de Francia, alistado en los Royal Welch Fusiliers, una agraz experiencia que compartió con su amigo Sigfried Sassoon (1886-1967). Así se presentan composiciones de sus primeros poemarios, publicados en plena conflagración mundial, Junto a las brasas (Over the brazier, 1916) y Hadas y fusileros (Fairies and Fusiliers, 1917).

De hecho abre la antología el poema “La mañana anterior a la batalla”, he aquí la primera estrofa:

La lucha hoy, mi fin está muy cerca,
y firme es la sentencia de mis horas:
lo supe ayer, andando al mediodía
por un jardín desierto y con mil flores.

A continuación “El amor perdido” introduce uno de los grandes temas de su poesía, el amor y la mujer como materialización de esa diosa blanca a cuyo estudio consagró una parte significativa de su vida.

Antonio Rivero Taravillo reúne lo más granado de su amplia producción poética, incluyendo las diversas colecciones en las que fue engrosando o podando sus versos, siendo la más completa la publicada por Cassell en 1959. En total sesenta y seis poemas que demuestran la absoluta destreza y el dominio del ritmo y la lengua de un autor fundamental, cuya poesía está aún por redescubrir en España, de ahí el loable trabajo del poeta afincado en Sevilla por ponerla a nuestro alcance con respeto, admiración y belleza, como en este breve poema, “El mar estrecho”:

Contigo como mástil y bandera,
mi velamen y ancla,
el mar estrecho pero opresivo de la muerte
no me parece innavegable.
 
 
 
 
 
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez
 
 
 



jueves, 15 de septiembre de 2016

Esfera de luz. María Barceló Chico

 
 


Esfera de luz
María Barceló Chico
Pre-Textos, Cox, Alicante, 2014
 
 
Esfera de luz, con este bello título se presenta María Barceló Chico, que nos entrega un primer poemario de una madurez envidiable, con el que obtuvo el Premio “Villa de Cox” de Poesía, correspondiente a la convocatoria de 2013. Un sobresaliente debut que edita Pre-Textos en su impecable colección de Poesía.

Pero María Barceló ya había dado evidentes muestras de su valía en prestigiosos certámenes poéticos, como el Gerardo Diego, siendo finalista en las ediciones XXVI y XXIX, y también de la XXX edición del Premio Leonor de la Diputación Provincial de Soria.

La autora alicantina toma el título de un verso de Antonio Gamoneda, que abre el libro a modo de cita. A continuación se despliega en dos grandes apartados con un breve poema introductorio, que titula “Invocación” (de la claridad).

Una cita de Luis Cernuda inicia el primer bloque, “Encuentro con la sombra”, donde la autora muestra las señas de identidad de su poesía: brevedad, concisión y precisión. María Barceló entabla un diálogo con la luz y la sombra, entre el silencio y la palabra. Así la oscuridad y la claridad, íntimamente ligadas al olvido y la memoria, adquieren un peso superior que determina el significado profundo del poema donde “fragmentos de luz/ golpean la noche”.

Hacia la luz” es el título de la segunda parte y sintetiza la aspiración de los versos en amanecida, unos versos que buscan “más allá del espejo” (roto) el “secreto más hondo”, aquel que brilla “con clara luz/ en mitad de la noche”. María Barceló cita a José Ángel Valente y discernimos el esencialismo del poeta orensano al fondo de unos poemas limados hasta el extremo, que hacen bueno el consabido aserto de que en poesía menos es más. La poeta alicantina decanta con convicción, desposeída, su mensaje para perderse y reencontrarse desnuda más allá de la incertidumbre, en el camino hacia la luz, a la intemperie.

Pero también hay lugar para la emoción y la gratitud, como en el poema “Alegría”, que dedica a su mentora Elena Escribano Alemán, excelente docente y notable poeta. Nos encontramos, pues, con un poemario profundo e intenso, que anhela la luz del conocimiento en un mundo transido de silencio, de olvido, de sombra.
 
 


Gregorio Muelas Bermúdez
 




miércoles, 14 de septiembre de 2016

Un fragmento de eternidad. Reseña de Manuel García Pérez

 
 


 
Reseña de Manuel García Pérez en MUNDIARIO:
 
 
en De lectura Obligada:
 
 
y en el blog Luz de los Escombros:
 
 
 
De nuevo, como sucede en esos momentos de soledad en los que el lector se refugia en los textos para buscar maneras de conocer la realidad más allá de un discurso ordinario, sobrecoge la transgresión que el lenguaje, con su versatilidad, es capaz de lograr. Lo que se revela es un conocimiento simbólico que, para G. Durand, por ejemplo, no está reñido con lo racional. En el caso de la poesía de Gregorio Muelas Bermúdez y su poemario Fragmento de eternidad, editado por Germanía, nos vemos abocados a esa tensión que señala Durand.

   Por un lado, sus versos nos sumen en paradigmas oníricos, propios de ese lenguaje cifrado que el autor ha trabajado duramente desde disciplinas como la música: "Nada/ me hiere más que una mirada indolente,/ que un silencio, que un adiós. Pero sé que todo es final,/ que todo se acaba,/ que sólo existen los instantes/ y que cada instante,/ cíngulo del tiempo,/ es un fragmento de eternidad" (pág. 15). Por otro lado, asistimos a esa eclosión de sentimientos que se mueven entre la nostalgia, la evasión de este mundo o sombra del paraíso, siguiendo a Aleixandre, y una inquietante búsqueda de nuevos mundos en los que inspirarse para soportar la propia existencia: "El ayer que parecía olvidado/ retorna con cada nota apenada, qué lenta y serena melancolía" (pág. 28).

  Lo que me atrae de su lírica es esa heterodoxa expresión donde lo lingüístico y la música quedan a merced de la voluntad de un poeta que convierte la elegía en una visión puramente instintiva, como si una perpetua nostalgia se apoderara de su ser y su escritura fuese la acción de un espíritu que redunda en una visión del hombre en continua lucha consigo mismo. Un hombre que ha de deshacerse de los dioses y de las ataduras de las convenciones para aspirar a ser integrado en un adánico concepto de sí mismo, resuelto para prosperar en la dicha, aceptando sus limitaciones y confiando su felicidad a la palabra que explica el mundo y lo purifica: "Después de Auschwitz/ se escribe poesía/ para decir con eco inextinguible/ que la muerte no es la única salida" (pág. 42).

  El orfismo conmueve en su forma de asumir la naturaleza y de recrear los espacios como pharmakon, como sanación. Asume Muelas la labor chamánica de la música y del verbo para producir un lenguaje rico en adjetivación, cercano a la estética de los novísimos, a unas metáforas que no renuncian al clasicismo y que declaran ese sentimiento de zozobra, de inconformismo, ante un mundo detenido en el hastío y en la destrucción de sus semejantes: "Arcángel negro que haces del olvido/ tu vil arma para tiranizar/ al hombre, que azorado y disciplente/ clama a la eternidad enfebrecido/ ante una torre erguida para izar/ tu enseña con crespón, onmipotente". (pág. 20).

  Existe a lo largo del poemario una sensación de frustración ante la vida, de continua sensación de pérdida de instantes que jamás regresarán. Esa sensación se contempla con los ojos de una mortal existencia, porque es evidente que el ser humano no es consciente de su fragilidad, de la brevedad que comprende su propia vida; solamente la escritura, ese canto desconsolado que Muelas Bermúdez encona, procura que esa biografía sea asumida desde la intensidad, no como placer, sino como conciencia del existir, como amarga y al mismo tiempo dichosa percepción de la muerte. Un final que en su imprecisión, en su misterio, juzga si nuestra vida ha sido derrota o definitivamente un fragmento de eternidad: "Nada, salvo el tiempo, me da miedo/ y desde el desasosiego/ de los días que se marchan sin remedio/ quiero soñar con amor,/ aunque mis manos se queden frías/ y vacías/ después de tanto esperar/ a que la vida desentristezca/ los ridículos recuerdos/ que el corazón no supo olvidar". (pág. 43).



Joseph Brodsky, del Neva al Hudson con final en Venecia

 
 



Joseph Aleksándrovich Brodsky (1940-1996) era un poeta cosmopolita, en su obra se puede vislumbrar el profundo eco de los paisajes y las culturas que lo poblaron, desde su Rusia natal hasta el Estados Unidos del exilio y muerte: Leningrado-Nueva York, principio y fin de una historia insólita, sin embargo sus restos reposan en una humilde sepultura sita en la “Isla de los muertos”, San Michele, en la laguna véneta, muy próximo a otro ilustre de la lírica contemporánea: Ezra Pound.


 


 
De ascendencia judía, este literato autodidacta fue acusado de “parasitismo social” y condenado a cinco años de trabajos forzados en el campo penitenciario de Arcángel, al final su sentencia fue indultada, logrando permanecer tan sólo dieciocho meses. Fue hacia 1964-1965. Tras esta traumática experiencia, se mantuvo distante hacia el régimen y aunque sus reservas no se materializaron en una discrepancia abierta hacia las autoridades soviéticas, dos breves estancias, en Viena y Londres, le animaron finalmente a salir de la URSS y asentarse en Norteamérica, adquiriendo la nacionalidad estadounidense en 1977.

El ruido de dos aguas, del Neva y del Hudson, enmarcará gran parte de las vivencias del poeta, que finalmente acabará rodeado por ella. Curiosamente Brodsky títuló Paisaje con inundación (1996) al último de sus libros, publicado póstumamente. Sus cenizas descansan en Venecia, a la que dedicó el ensayo Marca de agua (1992).
 
 
 
 
 
 


Gregorio Muelas Bermúdez







lunes, 12 de septiembre de 2016

Un fragmento de eternidad. Reseña de Justo Serna

 
 


Reseña de Justo Serna en Los archivos de Justo Serna:
 
 

A Antonio Machado.
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He tenido la fortuna de que un poeta me haga un obsequio, su propia palabra. Quien no lee versos habitualmente no sabe lo que ese gesto significa. Regalar un poema es un acto de desprendimiento, de máxima generosidad, pues el verso no se expele ni se expresa, se concibe, se mide, se elabora.

Es un pronto y es una dilatación: suelto, pero a la vez atado a una vecindad léxica y semántica en la que sólo es fragmento posible de una eternidad siempre vasta.

Quien te hace dicho presente es generoso y egoísta a un tiempo: espera de ti a un lector amigo, pero también crítico, un destinatario que lee con la mayor atención y con el menor compromiso, con la menor atadura. Has de sentirte libre para captar lo que el poeta dice y para sorprenderte con lo que tu no sabías manifestar.

Quien es obsequiado y no se dedica a la crítica sólo aspira a la felicidad o al dolor que el poema provoca, sólo anhela la justeza de las palabras, la correspondencia de las palabras y las cosas, la hondura sin reflejo de un poema irrepetible.

La presentación de ‘Un fragmento de eternidad’ (2014) estuvo avalada por Jaime Siles y Rafael Coloma, dos nombres importantes de la cultura, dos creadores con obra y consecuencia. Gregorio Muelas se buscó padrinos de fino olfato para afirmar y afinar su voz lírica. El poemario ‘Un fragmento de eternidad’ no tuvo públicos masivos, muchedumbres en espera de la gran estrella. Pero, a lo que me cuentan, tuvo fieles lectores de un poeta ya maduro, un gentío potencial.

La obra es rica en resonancias culturales, con ecos musicales y referentes semienterrados. Tarea del lector podría ser exhumar ese saber del que Muelas se desprende a manos llenas que deja como hitos. Es una lectura potencial.

Yo prefiero, sin embargo, la pura musicalidad de las palabras, esos poemas con estructura métrica o en verso libre. La asociación sonora y semántica, la aleación del cultismo y de la naturaleza, lo primario, lo básico, lo elemental. Son numerosas las imágenes que Muelas nos regala, pero hay una que nos golpea una y otra vez: la nada, la eternidad.

Sorprende que un joven poeta (1977) sea capaz de hablar con tanto tiento del tiempo, de su consumo y final, de la cosa y de la coda que se avecinan. Estamos hechos de presentes discontinuos, que son chiripa y regalo; de instantes que concluyen dejando efectos y también defectos; de momentos que no son nada y que después recordamos u otros recordarán por nosotros.

Muelas obtiene fragmentos de eternidad. Para quienes lo conocemos, su palabra en prosa, su oralidad, es torrencial, probablemente porque teme a la muerte; probablemente porque emplea el discurso como una defensa y como una persuasión. La vida es agresión y decepción. Hay que ponerse a cubierto, pues. En cambio, su palabra en verso es perturbación, es desnudez y es contención: la existencia a la intemperie, un vivir ante la naturaleza, ante la naturaleza caduca, terminal, fatal de las cosas.

No quiero reproducir fragmentos de esa eternidad que Muelas retrata con mano maestra. Y no quiero hacerlo porque mi repetición amputa el verso, el poema, el efecto, esa sonoridad tan bien lograda, esa expresión estricta y evocadora. Compren el libro y léanlo, reléanlo, reléanlo. En cada acto se enriquecerán. Es un poeta de los elementos básicos que se vale de todo tipo de recursos culturales. Es cantor de civilización y verificador y versificador de la muerte siempre potencial. Aún es envidiablemente joven. No se lo pierdan. Él se ha llevado la llama que aún quema.