martes, 30 de julio de 2019

CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea N.º 6

 
 


CRÁTERA
Revista de crítica y poesía contemporánea
Nº 6 / Primavera-Verano 2019
Portada y contraportada de Juan Carlos Mestre
 
 
Sumario

Inéditos (ilustración de portadilla de José Lapasió)

Juan Vicente Piqueras, Raquel Lanseros, Antonio Méndez Rubio, Rafael Soler, Rosa Lentini, Xánath Caraza, Ana Pérez Cañamares, Itziar Mínguez Arnáiz, María Alcantarilla, Ahmel Echevarría, Berna Blanch, Juan Leyva, Graça Pires, Gabriela Rosas, Jesús Cárdenas, Rosario Troncoso, Mario Urquiza Montemayor, J.M. Barbot, Nicolás Corraliza, Florencio Luque Alfonso, André Domingues, Enna Villarroya

La mirada de Basho (ilustración de portadilla de Florin Buciuleac)

Enrique Linares Martí, Gregorio Dávila de Tena, Raquel Vázquez

Experimental (ilustración de portadilla de Diego Vasallo)

Raquel Bullón Acebes, Alfonso Aguado Ortuño, Raquel Ramírez de Arellano

Traducción (ilustración de portadilla de Florin Buciuleac)

Krystyna Dabrowska, Jacek Dehnel, Charles Tomlinson, Alessio Brandolini, Ioan T. Morar, Rob Miles

Destellos

Miguel Catalán

La entrevista (ilustración de portadilla de Diego Vasallo)

Jorge Ortiz Robla entrevista a Unai Velasco

Investigación (ilustración de portadilla de José Lapasió)

Revisitar lo sagrado: moradas de la poesía en la noche del mundo”, de Juan Antonio Fernández Pérez; “Contornos poéticos de Carmen Verde Arocha”, de José Luis Morante; “El poeta es un pensador (Sobre el pensamiento de Antonio Machado)”, de Luis Ramos de la Torre

Reseñas (ilustración de portadilla de Florin Buciuleac)

Debajo de los días”, por Agustín Calvo Galán; “Somos la sombra de lo que amanece”, por Carmelo Vera Saura; “Maldito y bienamado Bibelot”, por David Acebes Sampedro; “De los peces la sed”, por Álvaro Hernando Freile; “El cuarto del siroco”, por Gregorio Muelas Bermúdez; “Espacio transitorio”, por José Antonio Olmedo López-Amor

Leído por (ilustración de portadilla de Florin Buciuleac)

El vertedero”, por Ramón Campos Barreda; “Defensa de las excepciones”, por Jorge Ortiz Robla; “Textures”, por Eduard Xavier Montesinos; “Insomne vida sonora”, por Ramon Guillem
 
 
 
 



 

viernes, 19 de julio de 2019

Cómo son. Carlos d'Ors

 
 


Cómo son
Carlos D'Ors
Editorial Polibea, Madrid, 2019
 
 
Carlos d´Ors (San Sebastián, 1951) publica su última entrega lírica, Cómo son, en el número 78 de la emblemática colección de poesía “el levitador” de Editorial Polibea, que dirige Juan José Martín Ramos. El libro, que lleva por subtítulo “Retratos gnómicos y dibujados para escritores”, es un conjunto de noventa y nueve aforemas y dibujos del propio autor, inspirados en la vida y obra de escritores y escritoras de los siglos XIX y XX que han marcado el devenir vital e intelectual del autor, desde Rafael Alberti a Stefan Zweig, ordenados alfabéticamente. Les precede un prólogo firmado por el poeta Enrique Gracia Trinidad, que hace un retrato del amigo que rinde tributo a sus maestros.

Digo lírica porque Carlos d´Ors es, ante todo, un poeta, que sabe expresarse en diversos géneros y artes pues además de escritor es un notable pintor como podemos observar en esta bellísima edición, donde cada texto viene ilustrado por un retrato tan fiel como personal de cada escritor seleccionado.

Sentencias, greguerías, glosas, aforismos, poemas en prosa, algunos con sabor a haiku, como el que dedica a Gustave Flaubert: “La hoja espera -paciente- que el viento se la lleve...”, donde en apenas tres o cuatro líneas Carlos d´Ors es capaz de condensar el pensamiento de autores tan excéntricos como Alain Robbe-Grillet o Michel Houellebecq, otros tan entrañables como Lewis Carroll o Roald Dhal, y otros tan populares como Paulo Coelho o Stephen King. Pero entre todos destaca el que dedica a su abuelo, el gran escritor novecentista, filósofo y crítico de arte Eugenio d´Ors: “Supo nadar en un mar tranquilo de Cultura, sin oleajes, y de aguas limpias, cristalinas y puras pero muy profundas, sin desbordar nunca el horizonte...”.

Románticos, malditos, visionarios, clásicos, posmodernos, todos forman parte de la biografía sentimental del autor, de todos ha aprendido para decirnos, brevemente, a través de ellos. Así son, así es Carlos d´Ors.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



lunes, 15 de julio de 2019

En busca de una pausa. Juan Carlos Abril

 
 


En busca de una pausa
Juan Carlos Abril
Editorial Pre-Textos, Valencia, 2018
 
 
INTERLUDIO GRAMATICAL


Cuarto poemario de Juan Carlos Abril (Los Villares, Jaén, 1974), con el que rompe un silencio creativo de más de una década tras Crisis (Pre-Textos, 2007), En busca de una pausa ve la luz en la prestigiosa colección “La Cruz del Sur” y se presenta con una sugerente viñeta en portada de Abraham Gragera, que entronca con la cita en dialecto friulano de Pier Paolo Pasolini, que a modo de propileo nos invita a adentrarnos en un poemario integrado por diecinueve composiciones extensas y que se dividen en cinco apartados con epígrafes harto significativos: “Aunque sea para vivir”, “De amicitia”, “Esperar es un camino”, “La cicatriz del ruido”, y “Vuelta”. El poeta, profesor, crítico y ensayista jienense afincado en Granada demuestra su madurez de estilo y destreza en el manejo del ritmo imparisílabo, creando una arquitectura versal que dice estar “en contra del silencio”, que busca no inventar, sino descubrir, esa pausa, instante o recuerdo, “para escapar” y despertar a ese otro que existe en cada uno pues “su utopía / vuelve habitable el mundo”.

De indagación en el yo, - “¿quién soy yo?” se pregunta en “Por un atajo”- podríamos definir este ejercicio metapoético para intentar poseer la poesía: “porque la perfección / exige más que voluntad, memoria”. Así el poema inaugural, “Exilio involuntario”, se presenta como una verdadera poética donde Juan Carlos Abril traza los ejes verticales de su razón lírica: “Con palabras / pobres y generosas, atraviesas / un tiempo sin expectativas / en pos de vida literaria / que significa vida de aventura.” En efecto, el poeta decide expresarse con un lenguaje híbrido, que sin renunciar a lo culto se abre a lo sencillo, pero con un cierto grado de hermetismo que incita al lector a escudriñar los versos para compartir con el autor su afán por “perderme y encontrarme / con un libro en las manos”.

Con unos apuntes culturalistas, en los que el autor alude al cineasta italiano Federico Fellini en “La nave no va”, y cita a Julio César en “ Arpa al rescate”, y al poeta de cabecera José Ángel Valente en “Devolución”, bellísima paráfrasis, “ceniza a modo de esperanza”, Juan Carlos Abril nos ofrece una reflexión, a veces melancólica, otras pesimista, sobre su historia, “porque el pasado te persigue”. Inventario de desdenes, de heridas y de sueños, el poeta traza una “memoria alpina” que a pesar de “pasiones frías” conserva la emoción intacta y la creencia en el futuro de lo posible.

Interludio vital y gramatical, que en Juan Carlos Abril viene a ser lo mismo, En busca de una pausa es el fructífero diálogo del poeta de mañana con su pasado “todavía vivo”, pues “nunca empiezan y nunca acaban los días”, con la esperanza de seguir siendo “lo que quería”, como dirá en el magnífico poema que cierra el libro, “Ave félix”, que culmina con un elocuente “Nada más”.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez
 
 

Reseña publicada en el número 16 de Estación Poesía
 

 



miércoles, 10 de julio de 2019

Poemas de la bancarrota. Javier Gil Martín

 
 


Poemas de la bancarrota y otros poemas
Javier Gil Martín
Ediciones Espacio Hudson, 2018
 
 
Javier Gil Martín (Madrid, 1981) publica la segunda edición, ampliada, de Poemas de la bancarrota y otros poemas en Ediciones Espacio Hudson, de Lago Puelo, provincia de Chubut, Argentina, con una nota introductoria de Carlos Piera, donde el también poeta madrileño describe la poesía del autor como “muy concisa” en su afán de “añadir al mundo lo menos posible” ante la sospecha de que la poesía, como producto humano, no sea buena, y menos, perdurable, y ello porque cultura y poesía son dos cosas distintas, todo depende de la necesidad de “decorar”, así Javier Gil se apunta al lado de los que no quieren “estorbar” pues no pretende crear un “objeto”, sino hacer lenguaje, resumir hasta alcanzar la verdad, que “es siempre cualquier cosa menos prolija”.

Una sucinta reflexión que Javier Gil se encargará de amplificar en un libro que se estructura en IV apartados con los siguientes enunciados: “Hospital de día y otros lugares”, “Poemas de la bancarrota”, “Lecciones del arte extremo” y “Primer territorio (a modo de dedicatoria)”. En efecto, la brevedad, la concisión, va a ser la seña de identidad del autor a lo largo del poemario, veamos un ejemplo paradigmático:

Sobrevuelan los cadáveres
el cadáver del buitre

Próximo al aforismo por su forma, cercano al senryu por su intención irónica, sin embargo, el rasgo más característico será su voluntad crítica con el “insufrible humano” que habita la ciudad en obras, que sigue al redil en el metro, “de la casa al trabajo, del trabajo a la casa” en un interminable viceversa.

Javier Gil pone en juego las palabras con la convicción de que escribir es “desescribir lo visto”, “mancharse los dedos / con la tinta”. Así nos encontramos con una poesía social, no exenta de cierto pesimismo, que dialoga con tótems de nuestra cultura, como Juan de Yepes, Rilke o Kafka, y que demuestra su filiación con otros menos visibles pero más íntimos, como Luis Miguel Rabanal, Carlos Piera y Javier Egea.

En definitiva, Javier Gil Martín nos deja un puñado de buenos poemas, algunos especialmente significativos, como “Cimarrones” y “Badajo”, donde dice con franqueza aquello que piensa, exponiéndolo con la inteligencia que el verso ofrece a quienes saben contenerlo.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez



martes, 2 de julio de 2019

Aposento. Carlos Roberto Gómez Beras

 
 


Aposento
Carlos Roberto Gómez Beras
Isla Negra Editores, San Juan, Puerto Rico, 2019
 
 
Aposento es el más reciente poemario de Carlos Roberto Gómez Beras (1959), un autor polifacético y bastante prolífico en los últimos años pues como él mismo confiesa, el editor engulló al poeta durante un largo período de veinte años. Ahora trata de recuperar el “tiempo perdido”, y digo entre comillas porque sin duda fue un período en el que el autor vivió, recabando experiencias para posteriormente verterlas sobre la página de un libro que se configura como un todo orgánico pues acudiendo una vez más a las propias declaraciones del autor, Carlos Roberto no escribe poemas, escribe libros, donde incluso a veces el propio título se anticipa a la composición.

Destaca la impecable edición, marca de la casa de Isla Negra: hermoso diseño de cubierta, en brillo, con solapas y guardas en consonancia cromática, y la resistencia y calidad del papel, el mejor del Caribe, que hacen de este sello editorial un verdadero referente en la zona y todo gracias al tesón de su editor.

Aposento se incluye en la colección “Filo de juego”, una de las más emblemáticas de la editorial, donde han visto la luz algunas de las voces más significativas de la literatura caribeña actual.

El poemario se inicia con una pertinente cita de José Ángel Valente, uno de los autores de cabecera de Carlos Roberto, que habla del regreso y de la necesidad de hablar a un Tú para conjurar el olvido al que la distancia nos condena.

A continuación asistimos a un conjunto organizado en cinco partes tan solo epigrafiadas con su correspondiente número romano y es que la poesía de Carlos Roberto no requiere de títulos más allá de los que sintetizan las ochenta y cuatro composiciones en verso libre que integran el libro.

El libro comienza con el poema que da título al volumen, de un lirismo evocador que entronca con el pasado sentimental del poeta: “En su aposento, mi abuela borda / una mantilla o un paño como si tejiera un silencio”. Y es que su mecedora de caoba “donde su cabellera blanca es una luna toda entera de nieve” es la que ilustra la cubierta del libro. Será escuchando su balanceo que el poeta aprenderá a tomar el lápiz para que como si de la “vara prodigiosa de un ilusionista” se tratara hacer hablar a las páginas en blanco.

Para Robertico...”, así reza la dedicatoria inicial del libro y “Robertico” es el título del segundo poema, donde Carlos Roberto apela al niño que fue, “niño que quiere cantarle al pasado” dice, en una composición de gran ternura donde el poeta le presta “esta otra voz prestada” y se emplaza al momento en que la vida les vuelva a reunir a la mesa ajedrezada para mover las fichas “de la fragilidad, el deseo y el espanto”. No hay colofón más elegante y sutil de referirse al fin, a la nada.

El tercer poema, con el significativo título de “El aposento”, que es el que figura en la contraportada, se erige en la tesis de un libro que es un viaje sentimental al pasado, así será la casa familiar, el hogar de la infancia, el lugar, ahora extraño, donde reside la esencia de lo que hoy es. El reencuentro con los muebles más emblematicos: la “silla espartana” de la madre, la “mecedora añeja” de la abuela, y su antigua cama le hacen expresar al poeta: “Entré al pasado y no volví a salir (ileso)”.

El resto de poemas no tiene desperdicio y definen a un poeta de altura, dueño de un estilo propio, maduro, poemas que se erigen en verdaderas lecciones de vida pues Carlos Roberto sabe muy bien que la experiencia es la madre de todas las ciencias, así en “Proust” el poeta se sirve del efecto de la célebre magdalena para dirigirse a aquella gente que siempre permanece, que logran ser sin estar “como el impertinente aroma / de lo que ya no se tiene”; o en “La noche”, que define como “Aposento para el sueño que no duerme”; o en “María”, figura que supone una invitación al ayer que el poeta agradece pues “el pasado es el único universo / donde podemos asegurar que hemos amado”.

Proust no es el único escritor que aparece en el libro, por sus páginas desfilan también Gilles Deleuze, Milan Kundera y Charles Baudelaire, y en todos ellos se aprecia la enorme cultura literaria acumulada por Carlos Roberto, que sabe adaptar los principales rasgos de cada uno de ellos: el deseo y la pulsión de muerte del filósofo francés, el humor y la ironía del novelista checo, y el nihilismo y pesimismo del poeta maldito.

Cabe destacar una de las grandes metáforas que Carlos Roberto emplea en varios poemas: el río, desde su facultad de dar y recibir en “Los balances” hasta su concepto como fin en “Poema de la muerte y el olvido”, donde dice “van juntos al río”, pasando por la comparación con la sonrisa del padre, o la evocación de esos días que Robertico pasaba en el río.

Son muchos los poemas que merecerían un comentario extenso, como “El bar de Yoryi”, el más largo del libro, o “Tríptico”, en tres partes: “Encuentro”, “Golpe” y “Huida”. Pero será en uno breve donde exprese con fuerza el sentido del libro:

UNA FOTO

En una vieja foto
mi madre está viva.
El niño que abraza
se ha ido, está muerto.

La foto, cicatriz de agua,
es solo un pestañar
entre una entrada
y una salida.

En definitiva, Carlos Roberto Gómez Beras es un seductor de las palabras pues consigue que estas digan lo que él quiere que digan, algo a lo que muy pocos pueden aspirar, y lo hace con los mejores recursos: sencillez y verdad.
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez