miércoles, 1 de febrero de 2017

Las exploraciones. Manuel García Pérez

 
 


Las exploraciones
Manuel García Pérez
Editorial Neopàtria, Alzira, 2016
 
 
Editorial Neopàtria publica Las exploraciones, el segundo poemario de Manuel García Pérez (Orihuela, 1976), una obra que viene a refrendar el estilo del autor de Luz de los escombros (Germanía, 2013), marcado por un lenguaje incisivo, que se expresa en verso libre para inquirir metafóricamente en las entrañas de una sociedad embrutecida por las circunstancias.

Sorprende a priori el tema del poemario por lo inusual de su propuesta: una reflexión sobre la violencia humana. Sin embargo, el poeta explora con la intención de arrojar luz sobre los recovecos del alma cuando ésta ha perdido toda esperanza. Y es en esa indagación donde el poeta es capaz de hallar un resplandor que se aproxime a una especie de belleza.

Sin duda, Las exploraciones marca una continuidad con su anterior trabajo poético pues guarda no pocas concomitancias con aquel en cuanto a fondo y forma, pues aquí encontramos de nuevo imágenes deslumbrantes, cautivadoras y tan cortantes como el filo de una navaja, que recrean el inquietante mundo en que vivimos, donde la muerte siempre acecha en lo oscuro.

El poemario se abre con un prólogo firmado por Luisa Pastor, que toma un verso de R. G. Collingwood para titular el texto y definir el conjunto: “La zarza encendida”. No es la poesía de Manuel García Pérez un asidero, sino un desasosiego continuo, que pone en solfa los excesos del hombre contemporáneo.

Antes de adentrarnos de lleno en el contenido del poemario, conviene mencionar los sugerentes dibujos que ilustran los títulos de las cuatro secciones en que se divide el conjunto, obra de Roberto Ferrández Gil, que repite colaboración con el escritor oriolano.

Como decimos, el libro se estructura en cuatro apartados con títulos muy significativos, así el primero, “Sentir las figuras”, viene introducido por una cita de Ernesto Sábato que marca la intención de los poemas, remover al lector de su fosa. Para Manuel García Pérez “la escritura es un fósil que niega su memoria y su historia” o más bien un proceso de creación y destrucción perpetua, porque el poeta intuye que escribir y “asesinar” comparten en el fondo un extravagante estado de pureza.

En la segunda parte, “Los asesinatos”, es una cita de Miguel Veyrat la que advierte al lector de unos versos “trastornados” en los que se relatan historias truculentas con una sobriedad asombrosa: “el agua no era roja”.

En “Llévame a la iglesia” y “El acontecimiento” es de nuevo Sábato el autor de las citas que preludian unos versos donde predomina el paisaje rural (cabañas, pozos, cañada, olivos, gredal) y donde se hace recurrente la imagen de los perros como elemento cotidiano y amenazador.

Manuel García Pérez explora los límites del alma humana, “lo oculto es la espina”, cuando las manos tiemblan y “se oyen las campanas”, emplea para ello un lenguaje críptico, de una crudeza aséptica, que se alimenta de imágenes que parecen extraídas de una pesadilla, porque lo que el poeta nos comunica es lo oscuro, cruel y despiadado que anida en el interior del ser humano. Sus versos se hacen eco del final, son pura consecuencia, las causas, las que determinan el poema, permanecen fuera, a la espera de una lectura reveladora que desnude la apariencia.

Escribir es crear desde la destrucción” afirma el poeta en el texto de contraportada y no podía definir mejor su proceso de escritura creativa, que equipara al exterminio por cuanto tiene de privación, de renuncia, de sacrificio, y que a la postre acaba configurando una manera de ser y una forma de estar en el mundo.
 
 
 
Gregorio Muelas Bermúdez
 
 
 
 
 
 



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