Desde hace unos años, Olé Libros, la editorial que regenta el valenciano Toni Alcolea, viene apostando por la mejor poesía en nuestra lengua en sus dos colecciones de referencia, Nigredo e Imaginal. Es el caso del libro que nos ocupa, El cantar de las caracolas, de la aedo gaditana afincada en Granada, tierra de poetas universales, Carmen Salas del Río, que ve la luz en la segunda de las colecciones citadas.
Nos
hallamos ante la tercera entrega lírica de la autora, tras Manto
del alma
(ExLibric, 2016) y La
mirada del tiempo
(Esdrújula, 2019), donde demuestra poseer una madurez expresiva de
alto vuelo. Así lo confirma José Gilabert Ramos en su excelente
prólogo, titulado "Un camino de ida y vuelta", donde el
poeta granadino traza un bellísimo paralelismo entre la poesía de
Carmen Salas y la de su paisano Rafael Alberti, pues en los cantos de
ambos "el mar se vuelve patria". No es extraño que la
autora abra los suyos con una significativa cita de aquel: "Las
palabras abren puertas sobre la mar".
En
primer lugar detengámonos en su estructura, pues es aquí donde
podemos apreciar, ya desde el inicio, la minuciosidad de Carmen Salas
a la hora de elaborar su discurso. Así, abre el libro con una larga
composición que actúa como prefacio y cuyo título, "Espiral
de vida", es una perfecta metáfora del camino de la vida,
helicoidal como las conchas de las caracolas, que se recorre hacia
dentro o hacia afuera, como sentencian los tres últimos versos:
"como un poema íntimo / que reconstruye el mito / del
nacimiento de Venus". A continuación divide su discurso en tres
cantares, cada uno introducido por unas sugerentes imágenes de
caracolas a modo de portadillas, cuyos epígrafes nos remiten al
“inmenso Atlántico” de su niñez y juventud: "El cantar de
las caracolas", "Horizontes" y "El mar y el
viento". El libro se clausura con un breve epílogo donde la
autora da cuenta de su motivación para escribirlo, así como de
alguna anécdota durante su proceso de redacción.
Con un lenguaje sencillo pero que en realidad encierra una gran depuración estilística, Carmen Salas nos canta sus soledades, sus experiencias vividas, sus impresiones a pie de playa, con el susurro del mar que encierran las caracolas como música de fondo, y lo hace en un tono elegante, al que contribuye el ritmo imparisílabo que sabe imprimir a sus versos.
En la primera parte parte podemos leer dos de las composiciones más bellas de todo el conjunto, la que da título al libro, y los veinticuatro haikus escritos desde la orilla, donde emplea la célebre estrofa japonesa para elevar un canto solidario y una crítica social por el maltrato de nuestros mares y océanos.
En la segunda, Carmen Salas se centra en la distancia, el silencio y la soledad, temas que le impelen a trazar versos más directos, en ocasiones abruptos como cantiles, donde la ilusión y el olvido son flujo y reflujo, “esquiva libertad”. En la última parte, sin duda la más emotiva, himno y elegía son “pasado presente” y la vida un si condicional que se abre paso “a golpes contra todo”.
En conclusión, Carmen Salas nos ofrece un poemario homogéneo, evocador, sensorial, que rezuma el olor salobre de la verdad y donde en cada página es posible oír la música líquida que mana de su corazón humanitario.
Gregorio Muelas Bermúdez
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