(Grabado de Antoni Tàpies)
La
poesía mística ha gozado de una larga tradición en la lengua
castellana, basta con citar algunos ejemplos clásicos, por otro lado
verdaderas cumbres de nuestra lírica, como es el caso de Santa
Teresa de Jesús (1515-1582), San Juan de la Cruz (1542-1591), Fray
Luis de León (1527-1591) o Miguel de Molinos (1628-1696), sin
embargo, no me detendré en su obra, pues sobre ella han corrido ríos
de tinta.
Sí
haré, en cambio, un apunte sobre su pervivencia en la actualidad,
donde merece especial atención la reciente obra de María
Victoria Caro Bernal, Tierra amada. Espíritu de perfección
(ViveLibro, 2014), un caso que sin ser aislado sí resulta
verdaderamente curioso por su fidelidad a los cánones pero afectado
por las inquietudes de nuestro agitado y convulso siglo XXI.
El
poemario de María Victoria Caro Bernal constituye por su interés un
ejemplo máximo de la poesía mística más actual y me incita a
trazar un brevísimo panorama sobre la situación de dicha poesía en
nuestra lírica contemporánea, así cabe señalar su absoluta
vigencia en México, donde a la poderosa voz de Concha Urquiza
(1910-1945), se ha sumado recientemente la de Claudia Posadas,
que en Liber Scivias rinde
culto a la mística medieval, y en España, donde han
destacado, sobre todo, José Ángel Valente (Al Dios del lugar)
y el grupo Cántico, de Córdoba, con Pablo García Baena a la
cabeza, y más recientemente Javier Lostalé (La rosa
inclinada), de amplia resonancia mística, que parte de lo
cotidiano para iluminar las sombras de un presente propicio al
desencanto; y Antonio Praena con Actos de amor,
donde se imbrican
lo místico y lo existencial.
Gregorio
Muelas Bermúdez
No hay comentarios:
Publicar un comentario