El verano de los cazadores de luces
Paco Moral
Lastura, Ocaña, 2016
El
verano de los cazadores de luces
es el bello y sorprendente título del nuevo poemario de Paco
Moral. El autor de
Frutas y banderas
(Ediciones
Vitruvio, 2013), Cuando
la noche calló sobre Lisboa
(Celesta, 2012) o Libro
de las cartas
(Ediciones Vitruvio, 2008) publica en el n.º 52 de la Colección
Alcalima de Editorial Lastura, dirigida por Isabel Miguel, un libro
que destaca por su intención crítica y su empírica coherencia.
Dedicado
a la poeta Ana Ares, a la sazón pareja sentimental del poeta
madrileño y editor de Tigres de Papel, se abre con una cita de
Cecilia Quílez que marca el tono del poemario: cantar hasta morir
con la humildad de quien sabe por qué, para qué canta. Y sin duda
Paco Moral sabe cantar con esa humildad y, sobre todo, con esa verdad
que tan bien sabe comunicar “con
todas las palabras”,
diciendo “te
amo”
en libertad. Un primer poema de largo aliento que se constituye en
verdadera poética.
El
poemario se estructura en tres grandes apartados:
“Infinit(iv)amente”, “Voz en off” y “Agujero para escapar
de la red”; y una coda que hace honor a su largo y significativo
título, “Poema casi sustantivo a modo de breve diccionario
insurreccional que podría ampliarse en un futuro en función de
cambios necesarios en la correlación de fuerzas”.
El
estilo de Paco Moral es aparentemente sencillo pues se vislumbra un
arduo trabajo de depuración ética y estilística, el poeta sabe
bien lo que dice para hacer llegar su mensaje solidario (“llorar/
sobre la herida (propia,
ajena)/ para
cicatrizarla”)
al lector activo, de conciencia abierta. Sólo así se hace verdad el
poema, desde la necesidad de denunciar las injusticias que día tras
día nos atropellan. Paco Moral alza su voz sobre la página para
decir lo que siente y piensa desde su posición comprometida con la
realidad. Así se hermana con el hombre, aunque a veces se disfrace
de bufón, para cortar la soga que pende sobre nuestras cabezas. No
es su poesía almibarada, ni habla de pájaros y ángeles, no aspira
a una belleza superflua, nada de eso, se trata de una poesía donde
“hablo de mí
y de todos”,
desposeído pero con la dignidad como norte y bandera.
Entre
“amapolas y
napalm”
se tiende la humanidad, a ella le habla el poeta sin desdeñar la
miseria, susurra y grita para ello “todas
las palabras”
porque son su patria. Una poesía así debe fluir libre, “como
el humilde guijarro”,
contra la tiranía. Por ello no duda en abrazar al otro, “ser/
tú/ yo/ nosotros”,
sólo así se puede “curar/
el sufrimiento/ o compartirlo”.
Paco
Moral toma la palabra, y por ende la poesía, como arma arrojadiza
contra los que dinamitan la paz sembrando miedos y discordia. Escribe
“en carne/ en
piel/ en tuétano”
con esperanza de futuro. Su verso vehicula su voz en forma de
metralla para descerrajar verdades como puños contra la hipocresía
y los intereses maniqueos del capital. Por eso su poesía se hace
social, visceral, para denunciar un presente imperfecto y lo hace en
un tono coloquial, inteligible, próximo al prójimo, al lector
hermano con el que pretende dialogar y al que impele a “levantarse/
y luchar”,
a jugar “a la
revolución”.
En
“Voz en off” recurre a voces amigas: Laura Giordani, Víktor
Gómez, Ana Pérez Cañamares, Julio Obeso, entre otras clásicas,
como Leopoldo María Panero, José Martí y Calderón de la Barca,
para articular su discurso en forma de denuncia, desde la “nana”
inicial (“La
mosca en el ojo del niño...”)
hasta los “unicornios
azules”
con licencia para soñar. Por el camino maldice a los poderosos, a
los asesinos “que
fabrican la bala”.
En
“Agujero para escapar de la red”, el poeta encuentra un hueco en
la persona amada: “adoro/
ese rojo indignado de tu rabia”,
pues solo puede amarla “libre/
insumisa”.
El discurso de Paco Moral es torrencial, se devana en matices para
abarcar una realidad compleja y sombría, por eso recurre a las
palabras como “briznas
de hierba combativas”
con la esperanza de “un
pronto estío”.
La
quintaesencia de su mensaje se sintetiza en un poema final que, como
reza el título, se compone casi exclusivamente de sustantivos con
una consecuente voluntad crítica, libre de prejuicios, casi en prosa
y con ausencia de signos de puntuación que limiten el discurso para
alcanzar la “victoria”.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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