Nieve sobre nieve
Ricardo Virtanen
El sastre de Apollinaire, Madrid, 2017
Ricardo
Virtanen (Madrid, 1964) publica su tercer libro de haikus, después
de La sed provocadora
(Círculo de Estudios Bibliográficos y Exlibrísticos, 2006) y el
celebrado Sol de
hogueras
(Renacimiento, 2010), en una impecable edición a cargo de El sastre
de Apollinaire y con un bello título, Nieve
sobre nieve,
que toma de una tanka de Fujiwara no Teika y que sugiere la blancura,
la extrema pureza de una mirada limpia de toda retórica.
En
este volumen Virtanen reúne cien haikus, escritos entre 2010 y 2014,
que organiza en dos grandes secciones: “Vilanos de nadie”, que
divide a su vez en tres apartados: “Fruta madura”, Miradas
afuera” y “Momento solo”; y “Casi silencio”.
El
libro, que se abre con un pertinente aforismo del propio autor, se
inicia con una bellísima composición:
“A
media tarde
han
llegado los pétalos
de
la montaña.”
Un
haiku que marcará la pauta métrica de la primera parte: tres versos
de 5, 7 y 5 sílabas, de acuerdo con el canon occidental establecido
por los grandes introductores de la estrofa japonesa en nuestra
lengua, los mexicanos Juan José Tablada (1871-1945) y Octavio Paz
(1914-1998). Como se sabe, no existe unanimidad en este tema, dado
que la propia traslación del japonés a nuestro idioma supone la
variación de una forma que admite hasta veintitrés sílabas.
Las
composiciones que siguen no tienen desperdicio, todas denotan esa
serena sencillez que atesora la mirada contemplativa del que sabe
esperar el milagro de una naturaleza en la que a veces se insertan
objetos de nuestra vida cotidiana: flotador, libro, maceta…
Nieve
sobre nieve
es un compendio de todos los subgéneros del haiku, pues Virtanen
posee esa actitud necesaria para expresar lo que la naturaleza le
dicta y que él sabe traducir con precisión y emoción contenida, no
obstante, aflora en Virtanen un cierto lirismo que le hace un
excelente representante de una tendencia que cuenta en nuestro país
con otros grandes cultivadores, como Susana Benet y José Cereijo.
Otro
de los grandes aciertos del libro es el hecho de disponer un solo
haiku por página, un concepto muy zen que permite al lector
concentrar su mirada en el negro de unas pocas palabras sobre el
ingente fondo en blanco, que podríamos interpretar como el silencio
y la nada.
Un
silencio al que el autor se aproxima con agudeza en la segunda parte,
pero un silencio necesario, que más bien significa ausencia de
ruido, para ello Virtanen prescinde de un verso para adelgazar la voz
hasta alcanzar el leve susurro de ese “casi silencio” al que
aspira:
“Toda
esa nieve es nuestra.
Mañana,
nada.”
Nada
más cerca del todo que estos haikus hechos con la consistencia de la
nieve que se acumula.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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