Mantras para bailar
Álvaro Hernando
Pandora Lobo Estepario, Chicago, 2016
Álvaro
Hernando (1971), madrileño afincado en Woodstock, Illinois, donde
ejerce la docencia desde 2013, publica su primer poemario, Mantras
para bailar,
editado por Pandora
Lobo Estepario Press de Miguel López Lemus, que desde su sede en
Chicago mantiene una voz independiente que contribuye a la promoción
de autores latinoamericanos en el Midwest estadounidense.
Lo
primero que llama la atención es lo original del título, que toma
la idea de mantra -palabra sánscrita que se refiere a sonidos que,
según algunas creencias, poseen algún poder espiritual- que
aplicada al lenguaje poético puede ayudar a meditar tanto sobre
cuestiones cotidianas como sobre los grandes temas universales, como
el amor y la muerte, pero también la esperanza que se tiende entre
ambas. Completan el epígrafe las dos citas iniciales, de Isadora
Duncan y Ruth St. Denis, sobre el baile como acción mística y
cíclica.
El
poemario se abre con un prólogo firmado por Manuel de la Fuente
Vidal, que bajo el significativo título “Bailar la libertad”
presenta el texto y a su autor desde la amistad y el agradecimiento,
con humor y sinceridad mediante citas cinéfilas y notas
rockanroleras.
“Bailamos
como cantamos” escribe Manuel de la Fuente y tal vez sea ésta la
tesis de un libro compuesto mayoritariamente por poemas de juventud
donde la danza y la poesía dialogan en armonía porque la lírica no
es más, ni menos, que arte en movimiento.
Álvaro
Hernando nos invita a bailar contra el dolor, “contra la salvedad/
y la excepción” porque cada paso es un poema “que sólo puede
ser leído/ con los ojos cerrados”.
Veintinueve
poemas, sin división en partes, componen este libro donde el autor
emplea muy diversas formas, así entre las breves composiciones
“Poema de ida” y “VI”, salida y llegada, principio y final de
un camino “entre pasos y personas”, podemos hallar el poema en
prosa “Vademécum del alma”, y el poema-río “Pacto”, pero
también los vanguardistas “Decir”, donde afirma que “es
sencillamente lo que queda después de exhalar tiempo”, “Acertijo”,
donde se plantea una lectura alternativa a través de glosas
tachadas, o “Bailemos, bailemos”, donde una sucesión de verbos
clave entre guiones desemboca en el más infausto: “-Olvidar-”.
Pero si hay un poema verdaderamente significativo, y emotivo, ese es
“Legado”, donde evoca la figura del padre y sus consejos:
“Bailar es volver a ser feliz”.
Una
variedad de formas, sin alardes ni ornamentos superfluos, que hace de
este poemario una lectura tan amena como estimulante, donde se
advierte a un autor que, sin duda, tiene mucho que decir y mucho que
bailar.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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