Sonanta de siervo. Gacelas, casidas y otros poemas
Antonio Berlanga Pino
Editorial Seleer, 2016
PRÓLOGO
CON LÁGRIMAS DE ESTRELLA
Sonanta
de siervo es el
particular homenaje de Antonio Berlanga Pino a la poesía
hispano-árabe, como reza el subtítulo, el presente volumen acoge
“gacelas, casidas y otros poemas”, formas con una larga tradición
en las letras castellanas y que en el siglo XX alcanzan su mayoría
de edad con obras tan conocidas como Diván
del Tamarit de
Federico García Lorca, y Casida
de la alta madrugada de
Félix Grande, pero estos géneros también han cruzado el Charco y
se puede rastrear su influencia en autores como el mexicano Jaime
Sabines o el argentino Ricardo Molinari.
Un
amplio eco del que no es ajeno el poeta malagueño Antonio Berlanga
Pino, cuya obra se caracteriza por el cultivo de las más diversas
formas tradicionales, como el romance en su anterior poemario,
Romancero andaluz.
Pero si algo caracteriza su poesía es un decidido afán de
renovación en los temas, Antonio Berlanga es un poeta actual, que
emplea con maestría las formas clásicas para decir con acierto
cosas de nuestro tiempo y lo hace con la elegancia y el ritmo que
dichas formas le prestan en un ejercicio de erudición realmente
admirable.
Al
son de la sonanta a la que alude el título, Antonio Berlanga acorda
los versos con la sabiduría popular que le ofrece su tierra
andaluza. Este poemario trasciende su intención inicial de tributo
para erigirse en una aportación personal a dichas formas, respetando
su esencia pero renovando su fondo, así sobre el sustrato de los
versos yace un original sentimiento de nostalgia ligado a una
historia amorosa o de desamparo, con tintes amargos.
El
poeta de Álora tiene la virtud de introducir nuevos temas al acervo
cultural de estas formas milenarias, temas sociales donde deja
entrever su actitud crítica hacia una realidad presente que no le
deja indiferente, en este sentido es paradigmática la “Gacela del
niño sirio yaciente en la orilla”, que se (pre)ocupa de un triste
y dramático episodio acontecido en una playa turca.
El
libro se estructura en tres apartados, el primero se ocupa de la
“gacela” (en árabe “ghazel”) y en él podemos encontrar
catorce composiciones donde el amor y su ausencia marcan el ritmo de
unas composiciones hilvanadas con pasión contenida, así resulta
paradigmática la “Gacela del amor imposible”, citemos unos
versos donde se aprecia el estilo del autor, que aúna elegancia y
precisión:
“Como
quién tiene un reloj de sombra
y
en el corazón grandes remos y olas.
Las
flores de mi herida se deshacen
en
verdaderas hojas otoñales.”
El
segundo apartado se compone de veintitrés casidas, donde Antonio
Berlanga Pino asume un loable reto al recuperar esta forma
tradicional de la poesía árabe (qaṣīda),
imbuida de un sentimiento de nostalgia ligada a una temática de raíz
amorosa. Belleza y sensibilidad se dan la mano en estas composiciones
tan ricas y variadas, donde de nuevo podemos hallar una voluntad de
renovación en los temas, así la “Casida del grito colectivo”
pone el acento en el sufrimiento de los otros, he aquí unos versos
que ilustran de manera magistral ese llanto sobre la tierra:
“No
quiero oír la Alhambra de la pena
con
los niños deshechos que no sueñan.
Pero
el grito es un toro que se eleva
desde
el mar a los últimos planetas.”
La
poesía de Antonio Berlanga Pino es de una plasticidad asombrosa, sus
versos muestran una imaginería visual que desde un contexto
eminentemente andaluz, con referencias a motivos de su tierra, como
la guitarra, entronca con lo universal para hacerse memoria, una
memoria donde el dolor, la amargura,
la desolación, la melancolía, la tristeza, y en definitiva la pena,
y su manifestación física en lágrimas, es el asunto recurrente que
unifica los poemas. Antonio Berlanga nos cuenta diversas historias de
trágicas consecuencias respetando la idiosincrasia con una sabiduría
popular llena de ingenio y gracia.
Cierra
el volumen la sección “Otros poemas”, que alberga veintiuna
canciones, y “Cuatro nombres: Elísabet, Gabriela, Elena, Soledad”,
donde el poeta dedica una canción a cada nombre propio de mujer, que
simboliza una idea concreta.
La
riqueza verbal y el ritmo, de una vivacidad deslumbrante, unido a un
desbordante colorido, donde predominan los tonos verde, naranja y
negro, son las señas de identidad de un poeta que a pesar de emplear
determinadas formas cargadas de clasicismo, tiene la virtud de
renovar cada género, es por ello que resulta realmente atípico en
el actual panorama lírico, trazando así una senda tan honda como
singular, que entronca con un pasado amarillo oro.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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