Mi venganza es amar
Ana Pérez Cañamares
Asociación de Escritores Extremeños, 2017
Mi
venganza es amar es el cuaderno
90 del Aula Literaria Jesús Delgado Valhondo, que publica la
Asociación de Escritores Extremeños, bajo la dirección de Antonio
Orihuela y Marino González Montero. Un aula por la que han pasado
autores tan ilustres como Francisco Brines, Ada Salas, Antonio
Gamoneda, Félix Grande, Ana Rossetti, Jorge Riechmann, Juan Carlos
Mestre u Olvido García Valdés, por citar sólo algunas de sus
primeras entregas.
Y
es que la obra de Ana Pérez Cañamares (Santa Cruz de Tenerife,
1968) no es para menos, autora de diversos poemarios, como La
alambrada de mi boca (Baile del
Sol, 2007) o Las sumas y los restos
(Devenir, 2013), con el que obtuvo el Premio Blas de Otero-Villa de
Bilbao 2012, además de
aforismos y haikus, es una poeta activa y reivindicativa, que
participa con frecuencia en festivales y cuya poética ya ha sido
vertida a diferentes lenguas, como el inglés, el griego, el polaco,
el croata y el portugués.
Nos
encontramos con una autora con obra y consecuencia, que en este
cuaderno, de significativo título, reúne algunas de sus
composiciones más emblemáticas, que se hallan enmarcadas entre dos
composiciones que adoptan una forma semejante al haiku, como
la última, que me permito reproducir a continuación por su agudeza
e ingenio:
“Capitalismo.
Mi
venganza es amar
lo
que él desprecia.”
Esta
antología, breve pero densa, se inicia con una declaración de
intenciones, “Poética y política”, donde en apenas tres versos
la autora declara su filiación con el otro partiendo de sí misma,
es decir, escribiendo sobre ella y sus circunstancias, “porque yo/
soy cualquiera”. El resto
no tiene desperdicio, son muchos los temas que Ana Pérez Cañamares
toca y versa desde los emotivos primeros poemas, que dedica
a la memoria de su madre, como “Generaciones”, y
siempre sin
cejar en el valor y el poder de la palabra para que “no olvide
pelear por su utilidad”. También
hay lugar para la metapoesía, para la reflexión sobre la propia
escritura del poema y sus vicisitudes, donde afirma: “Escribo
palabras como barandillas./ Me asomo desde ellas y no me caigo”.
Pero
es tal vez en los últimos poemas donde más y mejor aflora el
sentido que Ana Pérez Cañamares aporta a su poesía, donde conecta
con lo social con necesaria vocación de denuncia, por
ejemplo a la libertad condicionada en “Hijo mío”, donde afirma:
“si quisiera tener otro hijo/ tendría que llevarlo al Banco de la
esquina/ porque suya es mi casa”.
Una vocación
que comparte con David Trashumante, a quien dedica un
poema y con el que coincide
en la necesidad de escribir
sus inquietudes para decirlas en
voz alta.
En
definitiva, Ana Pérez Cañamares consigue concitar lo emotivo, lo
metapoético y lo social en apenas treinta páginas, un mérito que
comparte con generosidad porque dice:
“yo tengo un nosotros”, “yo
no soy sólo yo”.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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