Cronófago
Soledad Benages Amorós
Ediciones Babilonia, 2017
La
poeta Soledad Benages Amorós (L´Alcora, 1955) publica su segunda
colección de poemas, tras Soledumbre
(Alejo
ediciones, Lima, Perú, 2016),
con un título siniestro, Cronófago,
que remite a la palabra griega cuyo significado es “devorador de
tiempo”, es decir, al inexorable paso del tiempo, el maldito tempus
fugit,
y sus fauces, que devoran el presente haciendo del pasado el único
tiempo que de verdad existe. Esto queda marcado desde la propia
portada del libro, donde figura una ilustración de Leonor Seguí
Nebot, que reproduce el célebre insecto metálico del Reloj Corpus,
sito en el Corpus
Christi College, de la Universidad de Cambridge.
Soledad
Benages es una celebridad en su provincia natal, Castellón, donde
colabora activamente en diversas iniciativas culturales y solidarias,
y donde participa con asiduidad en actos literarios y benéficos,
además de coordinar el grupo literario Poetas sin sofá, junto a
María José Sangorrín. Benages viene realizando una loable labor en
favor de la poesía como puente de unión entre España y
Latinoamérica, que tiene su mejor manifestación en el Cuaderno
de Poesía de
Poetas sin sofá
,
que acaba de editar su número 10.
Publicado
por Ediciones Babilonia, que coordina Paco Pérez Belda, en el número
25 de la colección “Pliegos de la Palabra”, nos encontramos con
una segunda edición, la primera datada en marzo de 2017, y esta
segunda en agosto de 2017, que dice mucho del carisma e influencia de
la poeta castellonense pues, como es sabido, en los difíciles
tiempos que corren es una auténtica proeza.
El
libro está compuesto por treinta y un poemas de varia hechura donde
fluyen los versos con la libertad de quien sabe encauzar sus formas
hacia un mar de significados. La poesía de Soledad Benages es un
recuento de horas, aquellas que ese monstruo con forma de saltamontes
que remata el citado Reloj Corpus no ha podido engullir y que gracias
a la palabra viva, la palabra impresa, consiguen perpetuarse en la
memoria escrita de su autora. No poco de autobiográfico hay en estas
composiciones donde los sueños de infancia se imbrican con
preocupaciones sociales, por el camino se suceden hitos de vida y
esperanza.
El
poemario se abre con cuatro significativas citas de José Ángel
Buesa, José Emilio Pacheco, Jaime Gil de Biedma y Antonio Machado,
cuatro autores ya clásicos, dos latinoamericanos y dos españoles,
cuya elección refleja su doble filiación, de hecho América es un
espacio mítico que Soledad Benages ha transitado en numerosos viajes
con motivo de encuentros y recitales en Cuba, México, Perú y
Bolivia. Algo que podemos vislumbrar en el poema “Noche en
Palenque”.
La
nostalgia a través de la evocación de una infancia feliz y rural
entre “almendros, olivos y tierra seca” o el recuerdo amado del
padre carpintero que “no fue educado para la caricia” devienen
“en la vetusta fotografía de una calle sin asfalto”, un tiempo
envuelto en la “bruma amarillenta” donde su paso “solo se ve /
en las arrugas de la piel”.
Soledad
Benages escribe sobre muchas cosas, como el deseo de caricias, de
ternura, que el exceso de hipocresía arruina para hacernos llegar
tarde. De nuevo el tiempo se filtra entre los versos para decirnos
qué es la vida, de ahí la inutilidad de “matar el tiempo”, que
sería como decir “morir la vida”.
Hay
una necesidad de la poesía para ahuyentar la nada, para “atraer la
luz”, de ahí que Soledad Benages se valga de numerosas citas -de
Octavio Paz, de Tolstoi, de Marc Granell, de Miguel Hernández, de
Pere Gimferrer, Matsuo Bashô, entre otros- para encauzar su discurso
hacia “el azul de Ítaca”.
Destaca,
así, su lirismo, fijénse en la delicadeza de este breve e intenso
poema:
“Sobre
la nieve cayó
la
rosa más bella.
La
mano que la lanzó
nunca
supo que era
la
última esperanza
de
la diosa primavera.”
La
soledad, el dolor y la tristeza son otros temas capitales del libro y
como todo están supeditadas a ese verdugo de momentos que es el
tiempo que se escapa dejando tras de sí un erial donde solo llueven
lágrimas.
Además,
Soledad Benages hace gala de un lenguaje tan elegante como rico,
donde combina ciertos cultismos y arcaismos (céfiro,
selénico,
horrísono,
giflo,
proterva)
con una forma en apariencia sencilla, donde el fondo se ahorma con
destreza a la forma del poema. En efecto, Soledad somete la longitud
del verso a la necesidad de su significado en un ejercicio contra “la
soledad del silencio”, veáse el poema que da título a todo el
conjunto, donde afirma con vehemencia su voluntad de permanencia, de
futuro.
Tras
su aparente abstracción, Soledad Benages crea un discurso acorde con
las inquietudes de nuestro tiempo, donde la premura y el utilitarismo
han relegado a un segundo plano la verdadera esencia del ser humano.
En definitiva, Cronófago
es la obra de madurez de una poeta que tiene mucho que decir y lo
dice sin prisa.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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