miércoles, 11 de abril de 2018

Cronófago. Soledad Benages Amorós

 
 


Cronófago
Soledad Benages Amorós
Ediciones Babilonia, 2017
 
 
La poeta Soledad Benages Amorós (L´Alcora, 1955) publica su segunda colección de poemas, tras Soledumbre (Alejo ediciones, Lima, Perú, 2016), con un título siniestro, Cronófago, que remite a la palabra griega cuyo significado es “devorador de tiempo”, es decir, al inexorable paso del tiempo, el maldito tempus fugit, y sus fauces, que devoran el presente haciendo del pasado el único tiempo que de verdad existe. Esto queda marcado desde la propia portada del libro, donde figura una ilustración de Leonor Seguí Nebot, que reproduce el célebre insecto metálico del Reloj Corpus, sito en el Corpus Christi College, de la Universidad de Cambridge.

Soledad Benages es una celebridad en su provincia natal, Castellón, donde colabora activamente en diversas iniciativas culturales y solidarias, y donde participa con asiduidad en actos literarios y benéficos, además de coordinar el grupo literario Poetas sin sofá, junto a María José Sangorrín. Benages viene realizando una loable labor en favor de la poesía como puente de unión entre España y Latinoamérica, que tiene su mejor manifestación en el Cuaderno de Poesía de Poetas sin sofá , que acaba de editar su número 10.

Publicado por Ediciones Babilonia, que coordina Paco Pérez Belda, en el número 25 de la colección “Pliegos de la Palabra”, nos encontramos con una segunda edición, la primera datada en marzo de 2017, y esta segunda en agosto de 2017, que dice mucho del carisma e influencia de la poeta castellonense pues, como es sabido, en los difíciles tiempos que corren es una auténtica proeza.

El libro está compuesto por treinta y un poemas de varia hechura donde fluyen los versos con la libertad de quien sabe encauzar sus formas hacia un mar de significados. La poesía de Soledad Benages es un recuento de horas, aquellas que ese monstruo con forma de saltamontes que remata el citado Reloj Corpus no ha podido engullir y que gracias a la palabra viva, la palabra impresa, consiguen perpetuarse en la memoria escrita de su autora. No poco de autobiográfico hay en estas composiciones donde los sueños de infancia se imbrican con preocupaciones sociales, por el camino se suceden hitos de vida y esperanza.

El poemario se abre con cuatro significativas citas de José Ángel Buesa, José Emilio Pacheco, Jaime Gil de Biedma y Antonio Machado, cuatro autores ya clásicos, dos latinoamericanos y dos españoles, cuya elección refleja su doble filiación, de hecho América es un espacio mítico que Soledad Benages ha transitado en numerosos viajes con motivo de encuentros y recitales en Cuba, México, Perú y Bolivia. Algo que podemos vislumbrar en el poema “Noche en Palenque”.

La nostalgia a través de la evocación de una infancia feliz y rural entre “almendros, olivos y tierra seca” o el recuerdo amado del padre carpintero que “no fue educado para la caricia” devienen “en la vetusta fotografía de una calle sin asfalto”, un tiempo envuelto en la “bruma amarillenta” donde su paso “solo se ve / en las arrugas de la piel”.

Soledad Benages escribe sobre muchas cosas, como el deseo de caricias, de ternura, que el exceso de hipocresía arruina para hacernos llegar tarde. De nuevo el tiempo se filtra entre los versos para decirnos qué es la vida, de ahí la inutilidad de “matar el tiempo”, que sería como decir “morir la vida”.

Hay una necesidad de la poesía para ahuyentar la nada, para “atraer la luz”, de ahí que Soledad Benages se valga de numerosas citas -de Octavio Paz, de Tolstoi, de Marc Granell, de Miguel Hernández, de Pere Gimferrer, Matsuo Bashô, entre otros- para encauzar su discurso hacia “el azul de Ítaca”.

Destaca, así, su lirismo, fijénse en la delicadeza de este breve e intenso poema:

Sobre la nieve cayó
la rosa más bella.
La mano que la lanzó
nunca supo que era
la última esperanza
de la diosa primavera.

La soledad, el dolor y la tristeza son otros temas capitales del libro y como todo están supeditadas a ese verdugo de momentos que es el tiempo que se escapa dejando tras de sí un erial donde solo llueven lágrimas.

Además, Soledad Benages hace gala de un lenguaje tan elegante como rico, donde combina ciertos cultismos y arcaismos (céfiro, selénico, horrísono, giflo, proterva) con una forma en apariencia sencilla, donde el fondo se ahorma con destreza a la forma del poema. En efecto, Soledad somete la longitud del verso a la necesidad de su significado en un ejercicio contra “la soledad del silencio”, veáse el poema que da título a todo el conjunto, donde afirma con vehemencia su voluntad de permanencia, de futuro.

Tras su aparente abstracción, Soledad Benages crea un discurso acorde con las inquietudes de nuestro tiempo, donde la premura y el utilitarismo han relegado a un segundo plano la verdadera esencia del ser humano. En definitiva, Cronófago es la obra de madurez de una poeta que tiene mucho que decir y lo dice sin prisa.

 
Gregorio Muelas Bermúdez



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