Cartas a Giselle
Manuel González Busto
Olé Libros, 2019
Sátira y belleza
Resulta
impagable el trabajo que el editor Toni Alcolea viene haciendo en
Valencia desde hace unos años al frente de Olé Libros, dando voz a
nuevos autores y voto a quien no lo tenía, y contribuyendo a
diversificar el panorama lírico actual a través de sus variadas
colecciones, no contento con esta encomiable labor, también lleva a
cabo una frenética actividad como gestor cultural a través de la
organización de conferencias, presentaciones y tertulias en los
espacios más exclusivos de la ciudad.
La
más reciente de las colecciones de Olé Libros lleva el elocuente
rótulo “Selección del Editor”, que dice mucho de su exigencia y
calidad, y comienza su andadura con la publicación del volumen
Cartas a Giselle,
firmado por el escritor cubano Manuel González Busto, en una cuidada
edición, marca de la casa, con una ilustración de portada de José
Martí Barrachina.
El
libro, compuesto por sesenta y ocho poemas en prosa, divididos en dos
apartados, las “Cartas a Giselle” que dan título al conjunto, y
“Nuevas cartas a Giselle”, cuenta con un gran aliciente, el
prólogo titulado “Cuando Ámsterdam es sueño y realidad La
Habana”, redactado por el Ministro de Educación, Cultura y Deporte
del Reino de España, don Íñigo Méndez de Vigo y Montojo, donde
éste define la literatura del autor como “de la buena”, y no es
para menos pues las cartas imaginarias que González Busto dirige
desde la capital cubana a su musa en la capital holandesa están
cargadas del resplandeciente lirismo de la isla antillana:
“Giselle:
casi nunca llueve. Parece que la lluvia olvidose de la ciudad, o tal
vez, la ciudad, cansada, diose cuenta de que esperar es pretender la
eternidad”.
Sesenta
y ocho cartas cuyas palabras, pulidas como un diamante, evocan los
pensamientos más profundos del autor, desde la fisiología a la
política, esgrimiendo su pluma como un proyector sobre los más
diversos temas donde las preguntas retóricas actúan como el motor
que induce a la reflexión crítica sobre la cruda realidad de un
país depauperizado por los intereses contradictorios de “La Señora
del Dólar”.
Los
títulos de las cartas son una verdadera exquisitez, veamos algunos:
“Esa cadencia en la eternidad de los violines”, “Cuando la casa
es un rumor de invierno”, “Cuando Alfonsina se aleja custodiada
por delfines”, “Como si no emergiesen malvas en cada genuflexión”
o “Heridas de luna que la desmemoria escribe”, versos hechos con
hambre, indignación y no poco de nostalgia, donde la sátira se
cubre de belleza para sortear los desmanes de la dictadura y la
penuria que lleva aparejada:
“Giselle:
Hay moradores que quisieran crucificarte, como si el iris fuese una
espada filosa y exacta.”.
Ecos
modernistas conviven con la evocación de Borges, Virgilio Piñera y
Lezama, versos y reversos en un poemario epistolar que alberga su
mejor virtud en la forma, libre como la voluntad del autor, por donde
la tristeza y la soledad encuentran su albergue de esperanza.
Nos
hallamos, pues, ante un libro para paladear con todos los sentidos,
rico en matices, que pone el acento en numerosos temas cotidianos que
el autor tiene la virtud de elevar a la categoría literaria y lo
hace con fina ironía y sabia elegancia, solo así, tal vez, es capaz
de redimir la escasez de la mayoría para alcanzar la justicia
poética y aspirar al mayor de los anhelos:
“Ah,
Giselle, no mueras nunca: la eternidad es Dios”.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Es mi mejor libro en múltiples sentidos. No sé cómo nunca me di cuenta de que había escrito un libro que funciona y gusta en todo el universo y en los lugares menos imaginados. Agradecido de Dios y de la vida.
ResponderEliminarGracias a Gregorio Muelas Bermúdez por este comentario tan sentido y hermoso.Bendiciones.
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