Bajo azul que envuelve
José Chamorro
El ojo de Poe, 2019
José
Chamorro García (Linares, 1981) publica su nuevo poemario, Bajo
azul que envuelve / Sotto il coinvolgente blu,
en una bella edición bilingüe español-italiano a cargo de El ojo
de Poe, editorial que ha cuidado hasta el más mínimo detalle, como
el delicado sumi-e de Hinagata Cho que ilustra la cubierta y adopta
el color del título, y que junto a la calidad del papel ahuesado
hacen del conjunto un hermoso volumen que el autor dedica a su hijo
Samuel.
José
Chamorro demuestra en sus páginas una serena madurez creativa que es
fruto de una meditación profunda, que ha ido fraguando en sus
anteriores libros: Las
Estaciones del Silencio
(2012), Perfilar
lo Indecible
(2015) y Claves
para saborear la Vida
(2017), sugerentes títulos que desvelan una búsqueda interior que
en el exterior encuentra lumbre.
El
libro, íntegramente traducido al italiano por Giuseppe Augusto
Rotolo, lingua
mater
que el autor admira, se abre con una significativa cita del gran
poeta checo en lengua alemana Rainer María Rilke que señala la
voluntad espiritual del autor jienense, algo que reafirma el breve
prólogo que lo acompaña, firmado por Javier Melloni donde éste
señala algunos de los grandes temas que impelen al poeta a tratar de
descifrar sus inquietudes en versos envueltos bajo el azul del cielo,
“el azul que no tiñe, / siempre cubre”, “Cian en todo, /
envolvente”, que despierta la esperanza.
El
poemario se divide en dos partes, con un mayor peso de la primera,
que albergan las casi cien composiciones breves que lo componen y que
en algunos casos, más por su fondo que por su forma, recuerdan a la
estrofa japonesa conocida como tanka. Sorprende la curiosa
distribución de los poemas sobre las páginas pues estos figuran en
el margen inferior derecho en las impares, que corresponden al
original en castellano, e izquierdo en las pares.
El
verso libre es la forma idónea para fijar las reflexiones del autor
sobre una gran variedad de temas, como la memoria y el olvido, el
agua y la sed, la ausencia y la presencia, dicotomías que reflejan
un horizonte humanamente confiscado, un horizonte donde “nunca es
el final” y es que José Chamorro emplea la palabra como medio para
liberarse, la palabra salvadora que alumbra y que sosiega al
caminante errante.
Los
elementos de la naturaleza serán los protagonistas de los versos,
una naturaleza sagrada donde el poeta halla el sentido de las cosas
cotidianas, que gracias a su sensibilidad logran trascender su
inmanencia con un lenguaje sencillo que se intuye como probo efecto
de una compleja introspección, como “el despertarse de la espera”.
Un
centenar de pequeñas composiciones pero de gran aliento y hondo
calado donde destaca su vertiente metafísica, veamos un ejemplo
palmario:
El
territorio de la nada
no
tiene linde,
recorrida
por caminos
que
no dejan huella,
sólo
silencio.
Es
desierto
la
imagen borrada,
ausencia
sin memoria,
la
sed que no se pierde,
vacío
colmado de nada.
Versos
que sugieren vibrantes imágenes de gran plasticidad, a veces fruto
de fuertes contrastes, “oscuridad que arde”, donde también se
pueden apreciar ligeros apuntes de crítica social, como esas cuentas
escritas por ricos que siempre empiezan por “h” de hambre...
En
conclusión, José Chamorro es un espectador privilegiado cuya mirada
omnisciente se posa sobre la belleza que “al darse entrega” y nos
ofrece su desnudez poética tratando de inspirar algo nuevo,
desvelando múltiples matices, donde el silencio y el deseo no se
excluyen pues “No hay oscuridad / que no cobije la luz”, ni azul
que no aguarde nubes grises.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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