Editorial Ultramarina C&D publica el n° 7 de su Colección "México Ultramarino", Own Dream Code, el primer poemario de Carlos Ramírez Kobra (Ciudad Neza, 1984), un libro que desde el mismo título revela la aspiración de su autor, trasladar al lector, al otro, sus sueños cifrados en un código personal con la intención de remover su conciencia, y, como reza en el texto de contraportada de César Cortés Vega, "lanzar fórmulas para la resistencia".
Carlos
Ramírez Kobra nos ofrece una lírica que camina por la cuerda de los
versos del yo al nosotros, de su individualidad a la pluralidad que
conformamos los lectores, encargados de descifrar y completar su
mensaje. Para tratar de comunicar la percepción propia con el sueño,
Kobra elabora un lenguaje híbrido, hecho de múltiples influencias
que acaban cristalizando en un lenguaje propio, y es que el
publicista mexicano no es un poeta para dummies,
a la poesía ha dedicado los últimos quince años de su agitada vida
y en su haber se cuentan dos interesantes plaquettes, Los
Salvajes de Ciudad AKA
y Una palabra con
nombre bala, amén de
colaborar en diversas antologías de México y España. Carlos
Ramírez es, además, uno de los gestores culturales underground
de mayor importancia en Ciudad de México, lo cual dice mucho pues la
antigua Tenochtitlan es una de las grandes capitales culturales en
nuestra lengua.
Pero
Own Dream Code
también es un magnífico ejemplo de otra aspiración aún mayor, la
vinculación de mundos que desde la #PlataformaPLACA viene realizando
su coordinador, el poeta mexicano afincado en España Appu, alias de
Iván Vergara, que en esta ocasión también firma el excelente
prólogo, donde ofrece algunas claves para comprender el discurso
onírico-social de Carlos Ramírez Kobra. Cabe detenerse en este
loable proyecto que pretende crear puentes para vincular personas y
regiones a través de la poesía y las artes. #PlataformaPLACA es un
proyecto con independencia económica, vocación mestiza y que hace
uso de las nuevas tecnologías, y Ultramarina C&D es su vertiente
editorial, publicando y difundiendo poesía y narrativa para acercar
orillas y borrar fronteras.
En cuanto al volumen, este se presenta como una absoluta exquisitez gracias a los cuidados de su editor, Iván Vergara, responsable, además, de la sugerente imagen de cubierta, perfecta metáfora visual que sintetiza el sentido del libro, poniéndonos a este lado de esa persiana que separa la oscura realidad del sueño “con luces rojas encendidas” al que nos invita a sumergirnos la poesía de Carlos Ramírez, no solo por la vibración de sus versos libres sino también por las ilustraciones que los acompañan, imágenes oníricas que el propio autor ha sabido crear de forma digital, donde rayas y puntos rellenan siluetas de animales y otras formas sinuosas simulan humo o nubes.
Por
lo que toca a la estructura, el poemario se divide en tres partes,
señaladas por su correspondiente número, “uno”, “dos” y
“tres”, donde se reparten los veintidós poemas que componen el
libro. Especialmente significativo es el poema que presta su título
al conjunto, donde Carlos Ramírez expresa su tesis: "Mis manos
nunca son iguales. / En mis sueños, / otros tonos, / otros dueños."
Es la vocación de compartir la que impele al poeta a interpelar al
lector, pero las circunstancias ponen en peligro esa comunicación
directa: "Nuestro código ha sido hackeado. / No somos los
mismos… / bienvenidos mutantes.” De aquí la otra vocación, la
de crítica social. Carlos Ramírez toma la palabra como punta de
flecha para atacar la hipocresía y las injusticias, en el poema
“Ayotzinapa” lo dice claramente: “Y no solo sordos y ciegos nos
quieren, / nos inyectan miedo en los huesos, / para que así, sordos,
ciegos y esclavos, / nos apedreen con / odios cargados de / muerte.”.
Destaca la coherencia del lenguaje, posmoderno, vehemente y vanguardista, más en su fondo que en su forma, un lenguaje donde se dejan sentir las influencias de la música, el rock, el blues y el rap, y de la terminología de las nuevas tecnologías, como la genética, y energías, como la nuclear. Pero ante todo Carlos Ramírez deja traslucir una gran pasión por su oficio, así lo manifiesta en “Representa”: “Yo no crucé esa línea / que me llevó a la poesía, / la poesía llegó a mí / al trabajar día tras día.”
Especialmente entrañables y emotivos son los últimos poemas, dedicados a la familia, a la mujer de su vida, “tu mirada son estatuas / perdidas en un jardín de óleos”; al abuelo con el que sueña pero que nunca llegó a conocer, “murió en un accidente / la semana que yo nací”; a la madre que ya se ha ido, “las entrañas me llueven amor y dolor”; y a sus dos hijos, a los que les gustan las películas de dinosaurios y los superhéroes, con ellos sueña nuevamente.
En conclusión, Carlos Ramírez Kobra, “guerrero de oro”, nos entrega una poesía que milita en el lado del hombre que despierta, una poesía hecha con las vísceras, en ocasiones críptica, que invita a reflexionar sobre el entorno social para reinterpretarlo desde nuevas premisas porque “lo mejor de ese destino / compartir este camino” “trabajando codo a codo”.
Gregorio Muelas Bermúdez
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