Maúllas / Mellas seguido de Lastres es el segundo poemario de Ramón Campos Barreda, que tras su debut lírico con Aún tu nombre (El Petit Editor, 2017) no ha cejado de ahondar en su peculiar estilo, un estilo forjado a golpe de tesón y rabia, y que ya se cuenta entre los más originales de la denominada poesía rupturista, que en la última década se ha situado a la vanguardia de nuestra lírica con un discurso interrumpido como fiel reflejo de los difíciles tiempos que vivimos.
Publicado
en la Colección Alcalima de Lastura, que de la mano de la poeta
Isabel Miguel se ha convertido en una de las más prolíficas de los
últimos años, con más de ciento cincuenta títulos publicados, el
poemario se abre con un excelente prólogo firmado por otro poeta
lasturiano, Jorge Ortiz Robla, que con el título "Del arte de
maullar" redacta un texto donde esclarece algunas de las
constantes de la poesía del autor de Riba-roja d'Ebre, así dice del
poemario que se trata de "un libro atrevido, un libro que rompe
el lenguaje del poema y nos propone un juego de palabras". En
efecto, Ramón Campos es un poeta exigente con su escritura, que
trabaja a conciencia la semántica del poema pero desde un punto de
vista social, que rehuyendo lo panfletario se erige en una verdadera
poesía combativa, inteligente, persuasiva, que sin renunciar a la
estética se ofrece a los lectores como asidero.
Le
sigue un significativo fragmento de Michel Foucault sobre el orden y
el control del discurso y el más evidente de los procedimientos de
exclusión, lo prohibido. A denunciar ese control dedicará Ramón
Campos todo su esfuerzo, una intención que reforzará la cita de
Chantal Maillard, una de las autoras de referencia del vate
valenciano.
Hacia
pensar lo "no-pensado" y seguir el camino señalado por la
cola del gato que dice la poeta española de origen belga, se
consagra Ramón Campos desde los primeros versos: "Guardo un
puñado de días en una vieja caja que / solo abre el gato de vez en
cuando". Pero si las paradojas, antítesis y paralelismos con
que el poeta teje la compleja malla que no cesa de modificarse son
capaces de sorprender al lector atento, no le dejará menos
indiferente la forma, sobre la que el poeta hilvana con precisión su
fondo: abruptos encabalgamientos que quiebran continuamente el
discurso clásico, palabras encadenadas que se funden con el ahuesado
de la página o donde se emplea la negrita para recalcar el sentido,
líneas continuas y espacios destinados para que el lector complete
parte de la composición apelando a su propia experiencia, el empleo
significativo de la mayúscula a modo de grito, palabras que se “e
s t i r a n” y un largo etcétera de estrategias líricas que
permiten al autor expresarse con más hondura si cabe.
Para muestra el poema más breve del conjunto, dedicado a otro de sus poetas de referencia y que ilustra la portada del libro, “A Nicanor, fresco delirio en la memoria”:
Sentarse en el 3 es incómodo.
Mejor siéntate en el 4, dicen.
La verdad, yo prefiero, como Parra,
sentarme en la diferencia.
A alimentar esa diferencia se consagra a lo largo de un discurso coherente, donde “la poesía es un río que va a parar a un gato que sangra piedras”, una surrealista afirmación con la que Ramón Campos contraviene al maestro chileno, del que duda que continuara afirmando que todo es poesía menos la poesía. Si la poesía es “un puente levadizo que, orgulloso, no siempre se aviene a franquearte el paso”, el autor se empecina en descomponer las palabras para hallar un nuevo y sorprendente significado, aunque para ello tengo que maullar toda la noche delante de la página en blanco.
“Demasiadas pérdidas para tan poco siglo”, dirá Ramón Campos en un momento dado, para al final expresar sin recato la voluntad de la mayoría: “El pueblo no es alguien. Son muchas-muchos y quieren un otro. Un otro mundo. Un otro sistema, sin capital principal ni pasivos en su debe. Solo un pueblo es para el pueblo. Solo él por y para él en masa amasa el pan para él el pan”. El resto es miau.
Gregorio Muelas Bermúdez
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