Desobediencia es el significativo título de este volumen antológico que publica El sastre de Apollinaire en el número 42 de su colección de poesía en una cuidada edición a cargo de Marco Antonio Núñez y Óscar de la Torre, con un sugerente collage de cubierta de Raquel Ramírez de Arellano.
Desobediencia es una antología atípica por cuanto reúne algunas propuestas rupturistas de la poesía española actual. Poesía non finito, intrapoesía, poesía especular, poesía de la otredad, son las tendencias vanguardistas que albergan estas páginas, firmadas por influyentes autores que desde hace más de una década vienen apostando por ellas, a saber: Vicente Luis Mora, Marcos Canteli, Julio César Galán, Juan Andrés García Román, Rubén Martín, María Salgado, Lola Nieto y Jimena Alba.
El volumen se abre con un pertinente prólogo de los editores, su epígrafe, “Centro y arista de la Insumisión”, no deja lugar a dudas sobre su intención disruptiva y se hace necesario para comprender el alcance e influencia de estas nuevas perspectivas del hecho poético, que surgen como respuesta al agotamiento de las corrientes poéticas del pasado siglo y al “descafeinado eclecticismo de la primera década del siglo XXI”.
Antes de adentrarnos en las innovadoras poéticas de cada uno de los autores seleccionados, conviene explicitar la intención de estas nuevas vías poéticas. Así, por poesía non finito se entiende aquella en la que el objetivo último del poema es su mismo proceso de creación, que se muestra sin ambages, haciendo visible el artificio; mientras, la intrapoesía incorpora el pensamiento crítico al pensamiento creativo, dando lugar a un proceso de re-creación donde crítica y poesía son una y la misma cosa pero siempre nueva; por su parte, la poesía especular se refiere al poema dentro del poema, donde éste resulta ser una matrioska, como un poema en abismo, su reflejo puede ser intertextual o interdiscursivo; para finalizar, la poesía de la otredad es la que se abre a los otros, ya sean ficticios o reales, dando lugar a una composición polifónica, una vocación abierta y plural que se puede hacer extensiva a todos los autores aquí antologados.
Vicente Luis Mora nos ofrece una poesía meditativa, reflexiva, interdisciplinar, con potentes ecos culturalistas, donde construye una identidad a partir de los fragmentos dispersos de la conciencia, así dice: “el arte es sólo un hombre que se mueve / en pos de una pregunta irrespondible”, y un poco más adelante afirma: “la poesía es solo geometría”.
Marcos Canteli parece ceder a una suerte de escritura automática con un estimulante predominio de las imágenes surrealistas, aquí la lógica del discurso se disloca en aras de hallar una mayor densidad expresiva, en radical contubernio con el subconsciente: “COMO ESPECTRO de oquedad había celadas que / una mano ni tamiza ni conjura carracas en los árboles / moscas sed”.
Julio César Galán tal vez sea el autor que más intensamente ha explotado esta veta vanguardista, santo y seña del rupturismo lírico en nuestro país, en él se encuentran, y se combinan, rasgos de todos los tipos de poesía que hemos mencionado; poseedor de una desbordante imaginación, su “Oda al blanco casi”, constituido únicamente por 17 notas a pie de página sobre un texto fantasma, es una verdadera cota lírica, y su “Pequeña formación del universo” es un caligrama del Big Bang donde la materia, las palabras, parecen expandirse hacia “la memoria y el olvido”.
Juan Andrés García Román nos presenta una poesía labrada, meditada, y en no pocas ocasiones medida, con imágenes de una belleza deslumbrante: “Flores hay / como mundos, / pero es la mariposa reparada con papel celo / la que ha inclinado la balanza hacia la primavera”. En él fondo y forma se conjugan de manera indivisible.
Rubén Martín nos propone una peripecia donde lo prosaico y lo lírico juegan al equilibrio entre versos tachados que nos muestran el envés de la trama, donde la mirada se posa como un pájaro que lleva dentro su jaula.
María Salgado nos presenta una poesía ergódica, posmoderna y declaradamente crítica, que no desdeña la forma del panfleto para despertar la conciencia del lector, en su poesía las ideas se acumulan y disgregan para hacer de la complejidad vórtice y cantil, precipicio y asidero.
Lola Nieto aporta una poesía visceral, esquemática, performativa, con abundantes notas y subnotas, cuadros, guiones, puntos suspensivos, en definitiva un maremágnum de palabras que son el reflejo íntimo de una conciencia desgarrada que siente y piensa en negro sobre blanco, y viceversa.
Jimena Alba, uno de los heterónimos de Julio César Galán, despliega, sin embargo, un estilo propio, inteligente, culto, que homenajea a Fernando Pessoa y a David Bowie, de quienes bebe con fruición para acabar hablando con Zaratustra de tú a tú.
En conclusión, Desobediencia viene a poner sitio a una poesía cada vez más influyente y tal vez la única capaz de reflejar el interior torrencial del poeta que emplea la palabra para decrear el yo.
Gregorio Muelas Bermúdez
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