Poemas que mojó la lluvia
José Antonio Mateo Albeldo
Editorial Neopàtria, Alzira, 2015
Poemas
que mojó la lluvia, con este
precioso título publica José Antonio Mateo Albeldo su quinto
poemario en Editorial Neopàtria, un
sello editorial de nuevo cuño, con sede en Alzira, Valencia, que
alberga títulos en catalán y en castellano, y que alcanza con este
libro
el número 14 de su
colección “Opera Prima”, que dirigen Manel Alonso i Català y
Antoni M. Bonet.
El
poemario cuenta con un prólogo de Mar Busquets-Mataix, que aborda
los caminos
que el poeta transita en este
volumen, como la naturaleza y
el amor. A continuación unos versos de José Luis Zúñiga, que
inspiran el título de todo el conjunto y que sintetizan el
espíritu que lo vertebra,
borrar lo superfluo para dejar sólo
la esencia, dan lugar a un poema a modo de proemio, donde
el autor inventa el neologismo “taládice” para expresar
lo que “no es nada/ y a la vez lo es todo”.
La
poesía de José Antonio
Mateo Albeldo tiende, sin
ambages, a la densificación
conceptual
y al minimalismo expresivo,
con la intención de decir mucho con muy poco. Se
trata, pues, de una poesía
exigente, no es extraño que medien seis años entre el poemario que
nos ocupa y su anterior trabajo, La casa donde duermen los
relojes (Els llibres de
l´Argila, 2009), lo
que nos da una idea de
lo laborioso de su quehacer, entre
recortes y estancias en el
cajón, allí donde
mejor maduran los versos.
El
libro se estructura en cuatro
partes. La primera, titulada
“ El desequilibrio que me habita”, está integrada por siete
poemas breves, sin título,
que
será la constante
a lo largo de todo el poemario,
algo indisolublemente unido a esa concepción de
ars poetica que
cultiva
José Antonio Mateo. Además
el autor suele
introducir
sus poemas
con versos de poetas amigos: José Albi, Antonio Cabrera, Berna
Blanch, M. Carme Arnau, Mar
Busquets, M. Carmen Sáez.
Especialmente emotivo es el
que dedica a su hijo: “pronto escribirás/ tu propio
camino.”
La
segunda parte reúne ocho poemas bajo el epígrafe “Lo que no es
soledad”, donde el poeta sintetiza sensaciones y sentimientos en
composiciones de cuatro a seis versos, próximas al aforema, veamos
un ejemplo:
“En
la blanca seda de tus manos
se
desgranan los deseos.
Ahora
sé, que todos los nombres
descansan
en una mirada.” (V)
En
la tercera parte, “Olas que nunca regresan”, se agrupan trece
poemas con un tono más oscuro, aquí aparece la noche, que convoca
al olvido, la muerte, ese fin último (“Ser poeta es morir
siempre buscando”), y el reloj, como símbolo del tiempo en
fuga. Sin embargo, también hay lugar para el deseo, “para la
sed de los cuerpos”, aunque la tristeza se acabe imponiendo.
La
cuarta y última parte es la más extensa, bajo el título “Intuición
de vuelo” se reúnen veintiuna impresiones sobre parajes y pueblos
que forman parte del trayecto vital de José Antonio Mateo, que se
entrega a la pura contemplación de un paisaje que le dicta “versos
hechos de sol/ que ayer mojó la lluvia”. En efecto, el poeta
camina, mira, respira, siente, intuye, quiere ser parte del paisaje,
no ser nada para ser todo, ser “la paz/ y el equilibrio...”
En
definitiva, José Antonio Mateo da un gran paso en ese camino de
perfección formal e estilística que se ha trazado.
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