Cantos al camino
Isabel Alamar
Playa de Ákaba, 2017
La
escritora valenciana Isabel Alamar publica su primer poemario con un
título muy sugestivo, Cantos
al camino,
y lo hace en el número 4 de la colección “La historia que
contamos” de Playa de Ákaba. A pesar de ser su opera prima, Isabel
Alamar ya había sido incluida en diversas antologías, como Poesía
experimental española
(Calambur, 2012), Arquitectura
de la palabra
(Institució Alfons el Magnànim, 2012) o Un
viejo estanque
(Comares-La Veleta, 2013), además de publicar poemas y reseñas en
prestigiosas revistas digitales, tales como Espacio Luke, Culturamas,
La Galla Ciencia o Todoliteratura.es. Una intensa actividad literaria
a la que más recientemente ha sumado la plástica, con retratos de
escritores coetáneos.
Los
que tenemos la suerte de conocerla sabemos del talento y el tesón
que su autora atesora y el libro que reseñamos es el fruto de un
esfuerzo continuo en su labor creativa. Un esfuerzo bien
recompensado, pues no podría abrir mejor el libro que con el
espléndido prólogo que lo inaugura, firmado por Jaime Siles. Un
texto que añade valor a un libro ya de por sí hermoso, compuesto
por doscientos dos poemas, en su mayoría breves, de una lucidez
sintética y de apariencia sencilla pero que denotan una gran fuerza
emotiva.
El
poemario se divide en tres grandes apartados con títulos muy
significativos que nos sitúan en el entorno en el que se ahorma su
escritura: “En busca del yo”, “El yo con la naturaleza” y “La
naturaleza a solas”. La propia estructura sugiere ese viaje
iniciático del yo a la naturaleza, principio y fin donde el yo
reposa, así el discurso se desplaza progresivamente desde “el
centro del yo”, que camina en solitario, hasta los haikus que
conforman la última sección, algunos tan bellos como estos:
“Al
amanecer
la
luz en la maceta
toca
a la flor.”
o
“Sobre
la tormenta
extiende
sus alas rojas
el
viejo colibrí.”
En
las citas que abren las tres secciones es posible atisbar sus
influencias, desde los clásicos japoneses, Masaoka Shiki y Yamaguchi
Sodô, hasta autores contemporáneos con los que la autora guarda una
gran afinidad, como Kepa Murua, al que ha dedicado varios estudios, y
su paisana Susana Benet.
La
estrofa japonesa es, sin duda, la veta que Isabel Alamar explora con
singular maestría pues todas sus composiciones tiene ese aire
oriental a la hora de mostrar la naturaleza, sin embargo, el yo
poemático, un manifiesto lirismo y cierto misticismo en esa visión
espiritual del mundo como “flujo y reflujo de mariposas”, se
filtran como haces de luz configurando un estilo muy peculiar que
trasciende la pura ortodoxia para trazar su propia senda, ello nos
tienta a calificarlo de liberal y, sin embargo, es tan miscelánea su
escritura que, no obstante las referencias culturales que a priori
asimilan su discurso con la tradición china y japonesa, Isabel
Alamar es, ante todo, una poeta de su tiempo, que discurre por los
caminos transversales de su época, la nuestra, tan compleja, y es
ahí precisamente donde reside su mayor virtud, la de caminar serena
bajo el temporal hasta que sus pasos “se confundan con el paisaje”,
hasta encontrarse consigo misma, siendo al fin parte del todo, una
manera original de escapar de la nada.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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