La flor de la vida. Elogio de la geometría sagrada
Heberto de Sysmo
Lastura, 2016
Poesía
matemática, cuántica… estamos cansados de leer etiquetas
abarcadoras, todas resultan insuficientes a la hora de calificar a
una obra tan compleja en su entramado y con afán divulgador como la
de Heberto de Sysmo pues su poesía, audaz e inteligente, no deja
indiferente a nadie.
José
Antonio Olmedo López-Amor está detrás, o más bien dentro, de
Heberto de Sysmo, un seudónimo que engloba dos referentes de su
poesía, la del poeta cubano Heberto Padilla (1932-2000), gran amigo
de Evgeni Estuchenko, de quien adopta el nombre, y la del lenguaje
vanguardista, de hecho el escritor valenciano es un confeso amante
del neologismo, y ese “sysmo”, que más bien sería seísmo por
el alcance de su palabra, es deudor de ese ardor creativo, de esa
energía que en José Antonio Olmedo encuentra su horma. Así el
libro se inicia con un afortunado neologismo, “laripse”, una
palabra que leída del revés da como resultado la palabra “espiral”,
que será fundamental a la hora de interpretar el texto.
Tras
El Testamento de la
Rosa
(Ediciones Cardeñoso, 2014) y La
soledad encendida
(Ultramarina Cartonera & Digital, 2015), libro de haikus
co-escrito con quien suscribe estas líneas, poemarios ya maduros
donde Heberto de Sysmo probó diversas formas con maestría, le llega
el turno a La
flor de la vida,
bellísimo título que se encadena con un no menos bello subtítulo,
que nos pone en la pista de su temática, Elogio
de la geometría sagrada.
José Antonio Olmedo adopta el título de la figura geométrica
compuesta de diecinueve círculos completos del mismo diámetro y
treinta y seis arcos circulares que forman un conjunto hexagonal, que
a su vez se incluye en un círculo mayor. Los diecinueve círculos
completos se solapan creando patrones radiales simétricos que
asemejan flores.
Publica
Lastura, de la mano de Lidia López Miguel, que como muy bien reza su
lema, “el idealismo como concepto editorial”, ha aceptado el
riesgo de darle cabida en el n.º 42 de su magnífica colección de
poesía Alcalima, que dirige Isabel Miguel.
El
poemario, de entrada, cuenta con diversos atractivos a tener muy en
cuenta, que, sin duda, aportan un valor añadido a un libro que es
en sí una pieza de arte lingüístico y conceptual. En primer lugar
la sugerente ilustración de cubierta, obra de la artista y también
poeta Vanessa Torres, que además se encarga de ilustrar las
portadillas, con su peculiar estilo gráfico, de imaginación
desbordante y reminiscencias cósmicas. En segundo lugar, aunque no
menos importante, un breve comentario de Francisco Brines, que figura
en la contraportada.
Pero
ahí no se acaban los resortes de la obra, nada más abrir el volumen
nos hallamos con nuevas aportaciones: un prólogo del propio autor
que nos introduce sabiamente en la lectura y que titula “Ensayo de
un entrópico desorden. El axioma del sofisma”, donde nos desgrana
algunas de las claves necesarias para desentrañar los versos, como
la espiral logarítmica, la sucesión de Fibonacci o la teoría del
centésimo mono o masa crítica, un texto erudito que expresa un
loable interés por la ciencia, algo poco común en el gremio lírico.
Pero
hay más, el análisis y notas del escritor vallisoletano David
Acebes Sampedro, tan necesarias para comprender la esencia de las
partes y las composiciones que las integran, pues es en su
estructura, reflejo geométrico del tema en que se inspira, donde
podemos descifrar su universo poético.
Siete
cantos compuestos por siete poemas cada uno, con títulos más que
sugerentes: “Cuerpos geométricos”, “Las llaves de la vida”,
“Versos áureos”, “Humanas reflexiones”, “Sinergia del amor
cuántico”, “Sonetos atlantes” y “Las siete leyes de la
creación & Tradición Hermético-Alquímica”, y todos
introducidos por una cita significativa de un autor representativo, a
saber: Platón, Johannes Kepler, Francisco Salinas, Eddie J.
Bermúdez, Antonio Praena, H.D.S., y Rabindranath Tagore,
respectivamente. Por el camino nos encontramos con otros referentes,
como Juan Eduardo Cirlot o la teósofa rusa Helena P. Blavatsky. Todo
constituye un conjunto armónico cuyas piezas se sustentan unas a
otras hasta reproducir en sus páginas esa “flor de la vida”,
cuyo patrón ornamental está presente desde la Antigüedad.
Pero
no acaban ahí sus múltiples reminiscencias pues el poemario es un
dechado de virtudes líricas, no sólo por su vocabulario,
extremadamente rico y culto, sino también por su ritmo, en él están
presentes diversas formas, desde el endecasílabo blanco al verso
libre, desde los siete sonetos “atlantes”, en que el último
verso de cada estrofa rima y que dedica a los elementos, a los
veintisiete “haikus” de “Humanas reflexiones”, que adoptan la
estrofa japonesa pero basándose en la “Teoría de Cuerdas”.
Como
podemos observar, nos encontramos con un poemario atípico, que exige
una lectura atenta, con composiciones de gran belleza, he aquí una
muestra:
LLAVE
PSICOLÓGICA
Nuestro
conocimiento es el estigma
que
siempre sangrará contra sí mismo,
tratando
de cruzar eternos puentes,
pensando
en la pasión que lo arrebata.
Pero
hay puentes a pasos invisibles
quizá
muy cerca nuestro, quizá lejos,
que
el propio ansia de ver niega convulso
cual
claridad prohibida al impaciente.
En
la morfología de una lágrima
podemos
vislumbrar su procedencia;
si
proviene de un llanto o de una risa,
mas
no podemos comprender su origen
ni
las formas que adopta su estructura…
Salina
solución de un sentimiento.
Hasta
aquí la epidermis de un poemario que es el fruto de cinco años de
trabajo y que ya ha sido objeto de diversas reseñas, por parte de
Carlos Alcorta, Manuel Guerrero Cabrera, Antonio Rivero Taravillo,
José Carlos Rodrigo Breto o Jesús Cárdenas Sánchez, algo que da
cuenta de su interés y alcance, y que lo han hecho merecido
finalista de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana en su
modalidad de poesía, que entrega la Asociación Valenciana de
Escritores y Críticos Literarios (CLAVE).
Gregorio
Muelas Bermúdez
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