He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes
Basilio Sánchez
Visor Libros, 2019
La naturaleza viva de Basilio Sánchez
Ganador
del XXXI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe, He
heredado un nogal sobre la tumba de los reyes
-uno de los títulos más bellos de la Colección Visor- de Basilio
Sánchez (Cáceres, 1958), es un poemario de una gran unidad temática
que supone una reconciliación con la esencia del ars
poetica:
decir a la luz de la lámpara de cobre que ilustra la portada, “de
la que se desprenden las palabras”, las pequeñas cosas, tal vez
las más importantes, que nos otorga la naturaleza, con un aliento
místico de hondo calado que retoma al poeta como ser contemplativo,
evocador de un mundo sensorial que sabe captar con humilde maestría.
Basilio
Sánchez es un autor con obra y consecuencia, que inició su andadura
lírica en 1983 con A
este lado del alba,
que fue accésit del prestigioso Premio Adonáis, y que tras un largo
período de silencio de diez años, retoma con Los
bosques interiores (1993)
hasta Esperando
las noticias del agua (2018).
He aquí una obra coherente, jalonada por importantes galardones,
como el Premio Unicaja, el Tiflos y el Ricardo Molina, que dan fe de
una progresiva depuración estilística.
Dedicado
a su mujer y sus hijos, y sin una sola cita que condicione o
distraiga al lector, el libro se divide en tres ejes con títulos de
una belleza arrobadora: “Hay un olor de agua y de resinas”, “Mi
mesa de madera es del tamaño de un nido”, y “El mar ha edificado
una iglesia a la salida del sol”, rematados por una “Coda” que
alberga la tesis del libro: “Hay en el interior de cada uno / un
hombre conmovido / que no nombra las cosas con grandeza / sino con
gratitud”. Es esta actitud la que define la obra de madurez del
poeta extremeño, pues el aedo es un observador atento que canta “la
grandeza sencilla de las cosas”, ese milagro cotidiano que la
naturaleza nos ofrece con su luz y sus sombras, y con el misterio que
solo el poeta sabe desvelar y donar en sus ahuesadas páginas.
Basilio
Sánchez expresa su mensaje con hondura y serenidad: “La poesía no
explica ni argumenta, / la poesía solo llama a las cosas.”. Es ese
afán por nombrar el que guía su discurso pues diciendo las cosas
estas se hacen, como el pintor que pinta a un poeta pues solo así se
puede esquilmar “el muro de lo desconocido” para retener el
espacio, el paisaje que nos protege y aleja de la muerte.
La
poesía de Basilio Sánchez es telúrica, íntima, casi sacra: “Somos
hijos de un árbol / al que le falta sólo una manzana”. La
aparición de los cuatro elementos es constante: el fulgor de la luz
en sus diversas fases horarias, el aire y las nubes que el viento
arrastra, el agua tranquila de un acuario o el continuo movimiento
del mar, y la presencia inmarcesible de la tierra, elementos que se
devanan en los versos con excelsa naturalidad, ese es el prodigio de
Basilio Sánchez, saber hilvanar imágenes serenas con otras de gran
emotividad.
El
silencio y la lentitud también se propalan por los poemas, así dice
el poeta: “Amo lo que se hace lentamente, / lo que exige atención,
/ lo que demanda esfuerzo”. En efecto, Basilio Sánchez conoce que
su oficio exige compromiso y tenacidad, hacer arder a las palabras,
un quehacer en soledad sabiéndose parte de algo más grande que él,
“el agua de una nube” o el “árbol del camino”, solo así
podrá prepararse para lo incomprensible.
Basilio
Sánchez tiene la virtud de crear imágenes de gran plasticidad donde
los aperos del poeta (cuaderno, mesa) se funden con el paisaje o
escena que recrea, es admirable su dominio del lenguaje de la flora y
la maestría que demuestra en el ejercicio del ritmo imparisílabo,
que dota al conjunto del equilibrio necesario para transmitir al
lector la vibración interior de las palabras cuando se las sabe
juntar.
Pero
el libro es, también, una aguda reflexión sobre su medio de
expresión, así lo define el poeta: “es una forma / de sentirte tú
mismo siendo otro”. En efecto, su objetivo primordial es “asumir
la existencia de los otros / como si fuese tuya”. Con esta idea
desarrolla sesenta y tres maneras de sentirse vivo, que es el número
de composiciones, en buena parte breves, que conforman este poemario
lúcido, revelador.
En
conclusión, Basilio Sánchez nos ofrenda una poesía sutil que logra
sublimar ética y estética y que avanza de lo conocido a lo
desconocido en un itinerario iniciático que desde la soledad llama a
las puertas del silencio, “el sonido de la página en blanco”,
para golpear con las palabras la piedra del papel.
Gregorio
Muelas Bermúdez
Reseña publicada en el nº 7 de CRÁTERA Revista de crítica y poesía contemporánea
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