Ai(m)ée
Florencio Luque
Karima Editora, 2019
El
escritor sevillano Florencio Luque nos ofrece su tercer trabajo
literario, tras el poemario Lo
que el tiempo nombra
(Ediciones En Huida, 2014) y el libro de aforismos El
gato y la madeja
(Karima Editora, 2018), Ai(m)ée,
número 8 de la colección “Aisé” de poesía de Karima Editora,
en una bellísima edición al cuidado de Sara Castelar Lorca y con
una sugerente ilustración de portada del propio autor, que logra
retratar el espíritu que anima el libro y cuya inspiración se
recoge en el Prefacio: el caso de Marguerite Anzieu, que en 1931
atacó con un cuchillo a la actriz Huguette Duflos y que fue motivo
de estudio del célebre psiquiatra y psicoanalista francés Jacques
Lacan (1901-1981), que le dedicó su tesis doctoral, Acerca
de la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad.
El
poemario se estructura en tres grandes apartados con títulos
significativos que sintetizan el estado de desequilibrio del “objeto”
de estudio: “Animal insomne”, “La soledad del vigía” y
“Umbral de nada”, con un epílogo, “El yo-piel”, en el que se
narra que Didier, hijo de Marguerite, tras convertirse en
psicoanalista, decidió abandonar las prácticas lacanianas tras
conocer la identidad del “caso Aimée”.
No
es baladí que todo el poemario esté jalonado de citas de poetas
franceses, como Henri Michaux, que abre el volumen apelando a la
condición entomológica del ser humano, “noble insecto”, René
Char y Paul Eluard, así como citas de Sigmund Freud, Slavoj Zizek,
José Ángel Valente, T.S. Eliot y Chantal Maillard, que nos ayudan a
comprender el alcance y significado de la debacle íntima de
Marguerite Anzieu.
Imbuido
del contexto de la época y con un lenguaje elegante y efectivo,
Florencio Luque progresa por sus páginas en poemas sin más título
que el número romano que los distingue y ordena y donde trata de
descifrar los pensamientos de la protagonista, sumida en un lúcido
proceso de autodestrucción que el autor sabe transmutar en palabras,
veamos un ejemplo paradigmático:
Sobre
la tierra
he
abierto mis manos
a
la cumbre de todos los silencios.
Acaricié
la ebriedad de los frutos
que
alienta la desolación.
Solo
en las sombras
crecieron
alas.
Abundan
las palabras que hacen referencia a la oscuridad, al insomnio, a la
soledad, tríptico sobre el que se sustenta la mente de Marguerite,
que conforme avanza el poemario se va descomponiendo y que el poeta
sabe plasmar en su forma, así los versos se adelgazan, las estrofas
se desgajan e incluso desaparecen los signos ortográficos de
pausas. Florencio Luque consigue expresar de forma coherente “el
vértigo del deseo” en el que se sumerge Aimée, nombre con el que
Lacan llamaba a su paciente.
Entre
auras sonoras, con los temas “Avec le temps” y “Bye, bye,
Blackbird”, de Léo Ferré y Mort Dixon, respectivamente, como
música de fondo, y sesiones variables, el poeta sevillano despliega
las alas de una mente enjaulada en setenta y seis composiciones de
oscura belleza y que en ocasiones recuerda a la lírica de Alejandra
Pizarnik, otro ser atormentado que encontró en la poesía su punto
de fuga. Como ella, Aimée se refugia en el sueño y su quimera para
evadirse de una realidad que siente adversa, así invoca a la noche:
“Álzate, noche, / álzate sobre mí / cúbreme, / haz que no
despierte, / invádeme de todas tus promesas”.
En
conclusión, Florencio Luque nos entrega un libro escrito con “el
indescifrable alfabeto del aire”, tan original en su fondo como
alucinado en su forma y que nos demuestra que del todo a la nada tan
solo hay un paso, tan leve e insoportable como la propia esencia del
ser humano.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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