“Un
poeta en Rusia es más que un poeta”, con esta frase proverbial
se hizo célebre el joven poeta siberiano, de hecho fue el miembro
más joven en ingresar en la Unión Nacional de Escritores
Soviéticos, en 1952, con tan sólo diecinueve años. Su poesía
social lo convirtió en uno de los ídolos de la generación de los
sesenta o del deshielo, al hacerse eco de los anhelos de cambio y
apertura hacia el régimen soviético.
Admirador
de Pasternak, Yevgeny Evtuchenko siempre se ha considerado un
continuador de Maiakovski, un poeta popular, del pueblo, capaz de
llenar estadios deportivos con el vigor de sus versos. Se dio a
conocer con el poema “Babi Yar” (1961): “No existe monumento
en Babi Yar; sólo la agria ladera. Y tengo miedo.”;
donde denunciaba la masacre de más de 35.000 judíos por las tropas
nazis en un barranco próximo a Kiev, en dos días de septiembre de
1941.
La
relación del poeta ruso con Latinoamérica ha sido larga y
fructífera, es mítica su amistad con el poeta cubano Heberto
Padilla, con quien se solidarizó tras su detención, juicio y
exilio, y Pablo Neruda, además de ser el traductor al ruso de Raúl
Zurita. Sus viajes por Cuba, donde fue guionista del documental Soy
Cuba (1964), de Mijaíl Kalatozov, y Chile, en vísperas del
golpe militar de 1973, fueron verdaderamente iniciáticos.
En
1997 Fondo de Cultura Económica publicó en México una amplia
selección de su poesía y prosa bajo el significativo título
Adiós, Bandera Roja. Evtuchenko es un poeta apreciado dentro y
fuera de Rusia, de hecho obtuvo algunas de las condecoraciones más
prestigiosas de la extinta Unión Soviética, como el Premio Estatal
de la URSS en 1984 por su poema Mamá y la bomba de neutrones.
Alma
libre en pro de la paz mundial, crítico con el gobierno de la
Federación, y sobre todo, heredero de los grandes poetas rusos,
Evtuchenko es un clásico vivo.
Gregorio
Muelas Bermúdez
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