Muchas
gracias a la Dra. Carmen Z. Pérez, Catedrática en la
Universidad de Puerto Rico en Humacao, por citarme en su magnífico
artículo “Una poesía con duende”, sobre el nuevo poemario de
Carlos Roberto Gómez Beras, Errata de fe,
que su
autora leyó como discurso de
presentación en la Feria del Libro de Santo
Domingo, República Dominicana.
Artículo
publicado en la web TodoLiteratura:
Una
poesía con duende
La
poesía lleva al mismo punto que todas las formas
del
erotismo: a la indistinción, a la confusión de objetos
distintos.
Nos conduce hacia la eternidad, nos conduce
hacia
la muerte y, por medio de la muerte, a
la
continuidad: la poesía es la eternidad.
George
Bataille
Errata
de fe
es el título del más reciente libro de Carlos
Gómez Beras.
Con él se afianza en una fase de madurez dentro de su producción
poética. Este libro constituye una prolongación de lo que, al
referirse a su anterior poemario Mapa
al corazón del hombre,
sostiene Gregorio
Muelas Bermúdez:
un
extenso y riguroso trabajo donde el fundador de la editorial Isla
Negra, …inicia una segunda etapa en su quehacer poético, donde lo
social y lo existencial se imbrican con lo personal e íntimo para
hilar un discurso polifónico de alto vuelo.
En
esta obra nos reencontramos con “una poesía vital y erudita donde
el autor canta a sus seres queridos y nos muestra algunos de sus
grandes referentes literarios”, en palabras de Gregorio
Muelas
Bermúdez.
Desde
el título, que invierte lúdicamente la frase que se refiere a la
aceptación de algún error, el autor sugiere el reconocimiento de
una manera distinta de ver el mundo, tal vez desde una óptica en la
que se afirman algunas certezas y se descartan o se cuestionan
ciertas creencias. No es casual que el libro inicie con el poema
titulado “Errata de fe” en el que reclama la cercanía del lector
(¿el “lector errado” al que se refiere Baudelaire en el primer
epígrafe?) y termine con “Fe de erratas”, que nos remite al
segundo epígrafe, perteneciente a la filósofa alemana de origen
judío Hanna Arendt: “El error es el precio que cuesta la verdad; y
la ilusión es el precio que pagamos por las maravillas de la
apariencia”. Apariencia que hace de “un puñado de cabras”, “un
rebaño de piedras” como revela Octavio Paz en el tercer epígrafe.
El empeño por discernir entre la esencia y lo superficial, lo real y
lo ficticio, la materialidad y el reflejo está presente como eje
fundamental en este poemario. De ahí las múltiples alusiones a lo
corpóreo (ojos, manos, labios, boca, lengua, piel, brazos, piernas)
en contraste con el silencio, la sombra, los sueños, el reflejo. Por
ejemplo, en el poema “Praga” nos dice: “así como en el agua
lunar viajan los reflejos/ de lo que hoy somos y tal vez no seremos”
(36); en “Al lector”, “este poema es sólo el espejismo del río
que te riega” 115); en “El profeta” habla “del espejismo de
lo cierto” y “los engaños del espejo” (139) y se manifiesta en
todo su esplendor en el poema “Error”
El
fuego
fatuo
que es la vida.
Las
sirenas
del engaño
que conducen a Ítaca.
La
venganza que se logra en un sueño.
El
oropel del deseo cuando se confunde
herida por labio.
El
acertijo
del amor cuando es, a la vez, nudo y espada.
La
alquimia
insensata
de las palabras y los actos.
El
travestismo
infinito entre el cuerpo y el alma.
El
espejismo
que es la fe de los beduinos.
El
mismo concluye con una especie de sentencia: “Sólo la poesía nos
devela el cielo que hay en la caída.” (117)
El
poemario está dividido en cuatro partes: Heridas
como labios,
Ocho
estudios incompletos,
Las
cosas que perdimos en el fuego
y Fe
de erratas.
En la primera se establece la estética predominante en la que
prevalece el uso frecuente de anáforas, contradicciones y
enumeraciones. En “The scent of a woman” dice:
… Los
cuerpos se mueven en los acordes
como
ladrones entre huéspedes dormidos.
Los
cuerpos dialogan empedernidamente
con
un alfabeto de instintos, respiros y acechos.
Los
cuerpos han dejado atrás sus lastres
para
llegar a esta pausa que es final e inicio… (33)
La
segunda, dedicada al amor, se distingue de las otras por la brevedad
de los poemas -todos constan de tres versos de arte mayor- una
versión personal del terceto, cercano al haikú japonés en cuanto a
la conmoción espiritual que los mismos sugieren. Por ejemplo, en
“Etude #1” dice: “Abro las puertas y las ventanas del alma/
para que el destino hurte lo que le pertenece/ y te lo devuelva
latiendo, sangrando y tibio” (57). Al comienzo de la tercera
destacan los poemas dedicados a Marcela, el “universo” del poeta.
La nota sobresaliente en ellos es la inmensa ternura que se evidencia
cuando afirma: “tu sonrisa es el horizonte donde nace/ el rojo sol
de un alba sin ocasos” (77) o “tus pies son tan breves que caben
en un beso” (79). Los otros poemas que componen esta parte están
dedicados al tema de la paternidad; la presencia de la madre, la
otredad, la muerte y culmina en la introspección. En la parte final
“el
autor se remite a la metapoesía y a otras recurrencias
intertextuales que prueban que la poesía de Gómez Beras se traslada
siempre al plano de la forma”, apunta Elidio La Torre-Lagares.
Los títulos de algunos de los poemas nos ofrecen una idea clara de
ello: “La poesía”, “Arte poética I”, “Arte poética II”,
“El escritor y el autor”, “Para un poeta”, “Antipoética
del origen”, “La metáfora”.
El
continuo cuestionamiento de la palabra, la palabra como búsqueda, la
palabra como epifanía, la palabra como fracaso, aparece de forma
reiterada a través de todo el poemario. De la mano surge la
importancia del silencio: “silencio entre las palabras” (19), “el
lienzo azul del silencio” (23), “silencios sagrados” (23), “un
silencio aturdido” (35), “las palabras y los silencios” (37),
“frío como el silencio” (41) “el mar de los silencios” (53),
“la sinfonía del silencio” (127), “y de los gruñidos nacieron
las palabras/ y de los zarpazos brotaron los silencios” (133). José
Luis Morante nos dice al respecto que Gómez Beras:
hace
del sentir del poema un persistente elemento interior, asume la
condición del poeta vate que transciende la lógica de las palabras
para explorar huellas más profundas, para buscar los ecos de otras
voces, para hacer de las palabras una declaración de fe en la que
siga viva en el tiempo la estela de la propia biografía.
La
Torre-Lagares concluye en su reseña sobre el libro que
La
tarea del lenguaje es resistir la opresión del olvido, que a veces
asoma como dígito del tiempo. De ahí, que la poesía haga las veces
de su memoria, aunque, cuando se trata de amar, uno nunca mira el
camino recorrido, sino los suspiros aún por llegar- los que ningún
fuego consume.
He
escuchado varias veces a Carlos Roberto comentar que la poesía no
está hecha para entenderse, sino para sentirse. La poesía, el
buen arte, en general, posee la capacidad de (con)movernos,
provocarnos, perturbarnos: llevarnos al límite.
En
Teoría y juego del duende,
el
gran escritor español Federico García Lorca
afirmaba
que
“el
duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar… no
es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de
sangre…”. En la poesía de Gómez Beras encontramos ese poder,
ese luchar, esa sangre; en definitiva, la suya es una poesía con
duende.
Carmen
Z. Pérez, Catedrática de UPR en Humacao
(septiembre-2016)
Referencias:
Gómez
Beras, Carlos Roberto. Errata
de fe.
San Juan: Isla Negra Editores, 2015.
La
Torre-Lagares, Elidio. “Lo que no consume el fuego: ‘Errata de
fe’, de Carlos Roberto Gómez”.
Muelas
Bermúdez, Gregorio. “‘Mapa al corazón del hombre’ de Carlos
Roberto Gómez Beras”.
Morante,
José Luis. “Latidos del poema”
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